“Altas concentraciones de ceniza” y humo de gasolina: los indicios que apuntan a que en el rancho de Teuchitlán hubo crematorios clandestinos
Un estudio de investigadores de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación del Gobierno de México, al que ha tenido acceso EL PAÍS, ha identificado “altas concentraciones de ceniza” y humo de hidrocarburos en el rancho Izaguirre de Teuchitlán (Jalisco) en 2019, años antes de que se descubriera su vínculo con actividades criminales. En las últimas semanas, el Ejecutivo, dirigido por Claudia Sheinbaum, ha señalado que el rancho fue usado como centro de entrenamiento del grupo criminal Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y ha dejado ver, además, que el grupo mató y torturó gente allí. En las imágenes satelitales analizadas, las cenizas aparecen exactamente en los mismos lugares del rancho, donde familiares de personas desaparecidas denunciaron, a principios de marzo, el hallazgo de crematorios clandestinos de personas, tras la aparición de cientos de fragmentos de hueso en el lugar. El colectivo de familiares que denunció la situación, Guerreros Buscadores de Jalisco, ha dicho que en el rancho funcionó un centro de exterminio, expresión que el Gobierno ha tratado de evitar, actitud que ha generado una enorme polémica en el país, víctima desde hace dos décadas de altísimos niveles de violencia. Trabajos en el Rancho Izaguirre, el 11 de marzo de 2025. FISCALÍA DE JALISCO El estudio, entregado esta semana a la Comisión Estatal de Búsqueda de Jalisco, no se conocía públicamente. A la vista de lo ocurrido en Teuchitlán, los investigadores se dieron a la tarea de analizar cientos de imágenes del satélite Sentinel-2, de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), para determinar la presencia de cenizas y columnas de humo en el rancho. Para ello emplearon una plataforma ideada por el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo), de la Secretaría de Ciencia, antes Conahcyt, que ya ha participado en otras investigaciones de alto perfil, como la del caso Ayotzinapa. En la plataforma, el CentroGeo activó un medidor de su creación, el NDAI5, que permite captar concentraciones de ceniza inusuales, a partir de las capas de infrarrojos de onda corta de las imágenes tomadas por el satélite, color que el ojo humano es incapaz de ver. Para evitar errores, eliminaron todas las imágenes en que aparecían nubes. Los investigadores dieron entonces con un evento singular, el 22 de febrero de 2019. Ese día, el Sentinel-2, que capta cantidad de colores invisibles para el ojo humano, entre ellos las mencionadas capas de infrarrojos de onda corta, pasó por encima del rancho. Al aplicar el índice NDAI5, enseguida saltó un pico de concentración de ceniza. Serie temporal del NDAI5 en el rancho Izaguirre, a partir de la cual se detectó una anomalía del 22 de febrero de 2019. Y no solo eso. En la imagen normal, sin capas de infrarrojo, los investigadores observaron además una “estela de humo negro” que se originaba en el Rancho Izaguirre. La combinación de la alta concentración de cenizas en la zona delantera del rancho, donde Guerreros Buscadores de Jalisco han dicho que encontraron crematorios clandestinos, y la estela de humo negro, que los investigadores vinculan sin duda alguna a “la quema de hidrocarburos como gasolina, diésel o llantas”, apuntala una de las teorías de lo ocurrido allí estos años, esto es, la del centro de exterminio. El hecho de que este evento ocurriera en 2019 alimenta además una duda inquietante: ¿Durante cuánto tiempo usaron los criminales este rancho para sus actividades? José Luis Silván, uno de los autores del estudio, parte de CentroGeo, dice: “Aunque no nos atrevemos a decir que sean personas quemadas, porque esas trazas de cenizas se pueden producir de varias formas, a la luz de otra evidencia y lo que está ocurriendo, hay muchas posibilidades de que sí sea así”. Sobre la presencia del humo en el rancho, situado en una zona agrícola, Silván añade que, después de ver cientos de imágenes satelitales, están seguros de que una estela de color negro, como la captada el 22 de febrero del 2019, es producto de una hoguera con hidrocarburos, ocurrida dentro del rancho, que, como recuerda el experto, no tenía actividad agrícola en su interior. Datos de otros satélites consultados por este diario refuerzan las conclusiones del estudio. El Sistema de Información de Incendios de la NASA (FIRMS, por sus siglas en inglés) señala, por ejemplo, que en las fechas previas a la identificación del pico de ceniza hubo actividad de fuego en el área del rancho, a lo largo de 15 días, registrada por los satélites de la agencia espacial estadounidense. Según la herramienta, la detección de fuego comenzó el 26 de enero de 2019 y se mantuvo constante hasta el 9 de febrero. La investigadora Gabriela Belaunzarán, geoinformática y analista espacial, sostiene que, tomando en cuenta los indicios de cremación hallados por los colectivos buscadores y la identificación de ceniza, el fuego detectado por los satélites de la NASA a lo largo de dos semanas puede corresponderse a un incendio controlado, alimentado y sostenido intencionalmente. Las imágenes del FIRMS impiden, sin embargo, a diferencia del Sentinel-2, determinar si los fuegos ocurrieron dentro del rancho o en su entorno cercano. Vista aérea del rancho Izaguirre, el 11 de marzo 2025.Francisco Guasco (EFE) Experimentos con cerdos El estudio recoge la experiencia de un trabajo de varios años. En 2021, la Comisión Nacional de Búsqueda, dependiente de la Secretaría de Gobernación, financió una serie de experimentos al CentroGeo, con el objetivo de desarrollar “índices para la detección de sustancias que tienen aplicaciones en la búsqueda forense”. Para entonces, México ya contaba cientos de fosas clandestinas a lo largo y ancho del país, y conocía la experiencia de espacios donde criminales habían quemado o deshecho a sus víctimas, caso de La Gallera, en Baja California, donde Santiago Meza, alias El Pozolero, había disuelto cientos de cuerpos a lo largo de los años, o el del rancho El Limón, en Veracruz, donde presuntos integrantes del CJNG mataron y deshicieron a cinco muchachos, desaparecidos en 2017. La idea del experimento era explorar capacidades de rastreo, más allá de