En el transcurrir de mi docencia universitaria, cuando dejaba un trabajo del curso para realizarlo en equipo, observaba en algunos jóvenes una mirada de reojo entre ellos que me hacía recordar las miradas de los vaqueros antes del tiroteo en el Viejo Oeste.
Y ni qué decir de los trabajos en empresas, ministerios, donde me tocó estar y donde a muchas personas les resultaba difícil trabajar en equipo.
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Conectar miembros con diferentes aptitudes y conocimientos es la mejor manera de finalizar cualquier proyecto con éxito. Pero siempre olvidamos que el trabajo en equipo tiene más de equipo que de trabajo. Y, por lo tanto, pasamos por alto el componente humano.
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Dificultades para el trabajo en equipo
Dificultades hay muchas, pero mencionaré solo algunas de las más comunes y cómo resolverlas para mantener un ambiente de trabajo colaborativo que fomente la productividad y los buenos resultados.
1. Los egos
Lo que más entorpece un trabajo en equipo es la búsqueda del reconocimiento individual. Desde el inicio no se reconoce que es un trabajo colectivo y que el resultado es de todos.
Los egos, o el afán por obtener una valoración positiva frente al resto por parte del líder, pueden dañar la colaboración y el flujo del equipo. Actitudes que subrayan el esfuerzo propio y menosprecian la aportación de los demás son tóxicas para cualquier grupo.
¿Cómo evitarlo? Estableciendo prioridades y recordando constantemente que los logros son producto del esfuerzo conjunto.

La baja inteligencia emocional es uno de los mayores obstáculos: si no sabemos gestionar nuestras emociones, entender las de los demás o comunicarnos con respeto, surgen conflictos, malentendidos y bloqueos que sabotean el trabajo.
2. El “sabelotodo” o “sabelón”
La experiencia y el exceso de confianza a veces nublan el juicio. Cuando eso pasa, parece que la única opinión válida es la propia. Esto dificulta la escucha activa y genera actitudes despectivas hacia el equipo.
Para evitar que una persona absorba las discusiones o se imponga, lo mejor es que alguien modere las reuniones, establezca turnos de palabra y defina con claridad los procesos y tareas.
3. Evasión de responsabilidad
En los equipos es más fácil diluir la responsabilidad y adoptar la filosofía del “que lo haga otro”. Cuando una tarea está asignada a más de una persona, cada quien prioriza lo suyo y deja en segundo plano lo grupal.
Eso rompe el compromiso y sobrecarga a los más responsables. La solución es clara: definir roles específicos y tareas individuales en cada fase del proyecto.
4. Problemas de comunicación
El trabajo en equipo necesita un flujo de comunicación activo y transparente. Si hay muchos miembros involucrados y no se informa sobre avances, pendientes o dificultades, se duplica el trabajo, crece la confusión y se pierde eficiencia.
Sin comunicación clara, no hay equipo.
5. Personalidad de los integrantes
La personalidad también influye. Hay rasgos que dificultan la colaboración y la comunicación, mientras que otros la potencian.
La baja inteligencia emocional es uno de los mayores obstáculos: si no sabemos gestionar nuestras emociones, entender las de los demás o comunicarnos con respeto, surgen conflictos, malentendidos y bloqueos que sabotean el trabajo.
Trabajar en equipo exige dejar de lado los egos y comprender que el objetivo es colectivo. Cuando se gana, ganan todos.Y eso —aunque suene simple— es un aprendizaje profundo, que vale la pena construir.