La violencia política, una asignatura pendiente en las aulas vascas | España
El terrorismo marcó la vida política española y, particularmente, la vasca durante más de cuatro décadas, de 1968 a 2011, pero solo un 25% de los centros no universitarios del País Vasco lo abordan, según un estudio de Eskubidez —foro de entidades de educación en derechos humanos— que revela Raúl López Romo, historiador vinculado al Memorial de Víctimas del Terrorismo, en Vitoria. Asimismo, solamente 20 de esos 800 centros han participado en Herenegun, el programa educativo estrella del Gobierno vasco sobre la violencia en Euskadi, desde su inicio en 2021, y solo el 5% han solicitado la presencia de “víctimas educadoras” en sus aulas, según Alberto Alonso, nuevo director del Instituto de la Memoria del País Vasco, Gogora, que ha pasado del PNV al PSE tras el último cambio del Ejecutivo autónomo. Tampoco periodos históricos como la Guerra Civil y el franquismo tienen un trato adecuado, señala José Antonio Pérez, docente y secretario del Instituto de Historia Valentín de Foronda. “El terrorismo, especialmente el de ETA, ha sido el fenómeno que más nos ha singularizado en las últimas décadas y apenas tiene presencia en las aulas”, señala López Romo, que precisa: “En el currículum educativo vasco la referencia al terrorismo es mínima, descontextualizada, perdida en el ámbito internacional. Solo se aborda con la asignatura de Historia de cuarto de la ESO —alumnos entre 15 y 16 años—, en el apartado referente a los derechos humanos”. Al carecer de un epígrafe específico, su tratamiento depende del profesorado, aclara López Romo. El resultado es que solo el 25% de los centros no universitarios lo abordan. Estima que el profesorado, especialmente de la enseñanza pública, al simpatizar ampliamente con la izquierda abertzale —lo refleja su afiliación sindical— rehúye su tratamiento. Alonso, nuevo director de Gogora, estima que ese profesorado siente vértigo ante el pasado sucio vivido en Euskadi; y sucede lo mismo a numerosos padres, que no quieren problemas. “Hay una especie de pacto de silencio que beneficia a la izquierda abertzale y también a la estrategia del PP de utilizar políticamente los sentimientos agraviados de las víctimas de ETA”, añade. También es reveladora, señala Alonso, la experiencia de Herenegun, planteado como programa educativo estrella del Gobierno vasco para tratar la violencia. Empezó en 2021, tras un preámbulo conflictivo, y hasta 2024 solamente han participado 20 de 800 centros y 4.146 alumnos. Se planteó como programa piloto y de ahí no ha salido. Asimismo, apenas un 5% de centros educativos vascos ha pedido la participación de víctimas de ETA y de la guerra sucia en las aulas, promovida por el Gobierno vasco al final del terrorismo hasta hoy. Alonso insiste en que, aunque el terrorismo etarra predominó en democracia, Gogora aborda también la guerra sucia y no eludirá actuaciones sobre la matanza del hotel Monbar, en 1985, y el secuestro y asesinato, dos años antes, de José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala, cuyas víctimas fueron presuntos etarras. El nuevo director de Gogora asegura, tras la experiencia de Herenegun, que existe una importante demanda en los jóvenes de saber qué pasó y son frecuentemente los padres quienes obstaculizan esa sed de conocimiento juvenil. Lo mismo opina López Romo por su experiencia en el Memorial de Víctimas. Pérez, que, como docente, mantiene estrecho contacto con jóvenes, dibuja de ellos un perfil que le impide ser pesimista. “Rechazan la violencia. No son radicales ideológicamente. Les preocupan predominantemente los problemas sociales sobre los identitarios, y debatiendo son tolerantes”. Pérez sostiene que el desconocimiento juvenil se extiende a la Guerra Civil y al franquismo. “Llegan a la universidad con conocimientos plagados de lugares comunes y mitos, pues aunque el tratamiento del franquismo es más explícito que el terrorismo en el currículum educativo, los programas del siglo XX están muy constreñidos y se explican insuficientemente”. Desconocimiento sobre la Guerra Civil A muchos jóvenes les provoca un shock, señala Pérez, conocer que en la Guerra Civil hubo tantos vascos en el bando golpista-franquista, en el que militó el carlismo, como en el republicano, donde se alinearon PNV y la Acción Nacionalista Vasca (ANV), o cuando se enteran de que la represión franquista en la guerra y posguerra fue superior en Andalucía y Extremadura que en Euskadi. O cuando conocen que más del 90% de los asesinatos de ETA ocurrieron tras la dictadura. Alonso resume que los mitos juveniles más recurrentes, influidos por el peso del nacionalismo, son la visión de una Euskadi atacada en su identidad por España y la justificación de ETA por la represión y tortura franquista y posterior. Luis Castells, veterano historiador de la UPV, precisa que la izquierda abertzale ha conseguido permear en los jóvenes su discurso sobre el conflicto histórico de Euskadi contra España para justificar el terrorismo etarra frente a la realidad de que este intentó derribar la democracia y la autonomía, como el golpismo y la extrema derecha. El nuevo director de Gogora añade que la reticencia del PP a condenar el franquismo —como muestra el cincuentenario de la muerte del dictador o cuando el Gobierno sacó sus restos de Cuelgamuros— obstaculiza la labor pedagógica. Tampoco ayuda la burda identificación de Bildu con ETA que hace el PP, así como la utilización de las víctimas de ETA ahondando en otro mito: las víctimas del franquismo son de izquierdas y las de ETA de derechas. Alonso, Pérez y Castells consideran que el profesorado debe romper esos mitos y ofrecer a los jóvenes instrumentos para que forjen su criterio. El deseo de los jóvenes por conocer el pasado y la insistencia de parte del profesorado por divulgarlo para que la historia no se repita animan a Gogora y al Memorial a persistir. López Romo revela una encuesta del Memorial de Víctimas realizada a mil profesores de toda España: El 90% reclama mayor presencia del tratamiento del terrorismo en la enseñanza reglada y en los libros de texto. El nuevo director de Gogora adelanta que, pese al fracaso, mantendrá Herenegun por el compromiso de sus participantes y porque estima que con la mejora de
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