Di adiós a las dietas restrictivas: La alimentación intuitiva es la clave para comer con libertad, sin culpa y en armonía con tu cuerpo | BIENESTAR
¿Cansado de la interminable búsqueda del “cuerpo ideal” y de las dietas que prometen resultados milagrosos, pero solo traen frustración? No estás solo, ya que cada vez más personas quedan atrapadas en un ciclo de restricción y culpa. Sin embargo, la realidad es que este tipo de enfoques no solo tienden a fracasar a largo plazo, sino que también pueden tener consecuencias físicas y psicológicas profundas. “Las dietas restrictivas fracasan sostenidamente porque van en contra de la biología humana”, advirtió Diana Nieto, nutricionista y docente de la carrera de nutrición y dietética de la Universidad Científica del Sur a Bienestar. En primer lugar, generan un déficit energético que el cerebro interpreta como una amenaza, lo que activa mecanismos de compensación como el aumento del hambre, la disminución del gasto calórico y una mayor atracción por alimentos calóricos. Newsletter Sanar en Espiral Samanta Alva ofrece consejos prácticos y herramientas para tu bienestar, todos los jueves. Recíbelo Además, la prohibición psicológica de ciertos alimentos intensifica los antojos, y al tratarse de regímenes estrictos y temporales, una vez que finalizan es común que las personas coman en exceso aquello que antes evitaban. “La evidencia demuestra que más del 90 % de quienes hacen dieta recuperan el peso en un plazo de dos a cinco años, muchas veces con un incremento mayor al peso inicial. A largo plazo, la restricción crónica puede incluso alterar la microbiota intestinal y aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria” añadió Nieto. Desde una mirada neurocientífica, Vania Marquina Ghezzi, psicóloga especialista en psicología nutricional y directora científica de Cortex, coincidió al señalar que, esto activa la grelina —la hormona del apetito— y puede derivar en atracones y pérdida de control. El impacto no es solo fisiológico: el control rígido sobre la alimentación puede generar ansiedad, pensamientos obsesivos, aislamiento social y una sensación de fracaso al romper la dieta, afectando directamente la percepción corporal. En el cerebro, este control excesivo sobre la comida sobreactiva los circuitos de autocontrol y recompensa, provocando un “efecto rebote” tanto conductual como emocional. Ante esta evidencia, surgen preguntas necesarias: ¿qué pasaría si en lugar de luchar contra el cuerpo, empezamos a escucharlo? ¿Es posible alimentarnos sin culpa, sin contar calorías ni prohibiciones? En este contexto, la alimentación intuitiva surge como una propuesta revolucionaria que promueve la reconexión con las señales internas de hambre y saciedad, restaura la confianza corporal y desarrolla una relación más amable y sostenible con la comida. La alimentación intuitiva propone dejar atrás el control rígido para disfrutar de la comida con conciencia y placer. ¿Qué es la alimentación intuitiva? La alimentación intuitiva es un enfoque que fomenta una relación más consciente, respetuosa y libre de culpa con la comida, al permitirnos reconectar con las señales internas del cuerpo como el hambre, la saciedad y el placer al comer. A diferencia de las dietas tradicionales, que se basan en reglas externas, —como contar calorías, restringir alimentos o medir porciones—, según la nutricionista Carolina Castrillón, este enfoque nos invita a sintonizar con la sabiduría corporal para guiar nuestras decisiones alimentarias desde el interior. “Esta práctica se basa en escuchar y respetar al cuerpo sin imponerle restricciones rígidas, devolviéndole un papel central en el acto de alimentarse”. Por su parte, Mariela Quispe Bardales, docente de la carrera de nutrición y dietética de la Universidad San Ignacio de Loyola, explicó que la alimentación intuitiva permite recuperar la confianza con la comida, dejando de lado los mensajes externos limitantes y el estrés asociado a las dietas. Esto se traduce en una mayor autonomía, donde se priorizan los alimentos que realmente se desean, dentro de una variedad saludable, sin culpa ni miedo al “exceso”. ¿Cuáles son los beneficios de comer intuitivamente? Beneficios fisiológicos Equilibrio hormonal natural: De acuerdo con Diana Nieto, al eliminar las restricciones alimentarias, se regulan las hormonas del apetito como la leptina y la grelina, lo que reduce los atracones, la obsesión por la comida y favorece un apetito más estable. También disminuyen los niveles de cortisol, hormona vinculada al estrés crónico y a procesos inflamatorios. Mejora del metabolismo: Al evitar dietas extremas, el metabolismo se vuelve más eficiente. Por ello, este enfoque de alimentación previene el “efecto rebote”, protege la masa muscular y favorece la salud cardiovascular. Estabilidad del peso corporal: La nutricionista Castrillón refirió que, el cuerpo tiende a un punto de equilibrio natural cuando se eliminan las restricciones, lo que permite mantener un peso estable sin necesidad de controlarlo activamente. Normalización de funciones digestivas y energéticas: Nieto indicó que los primeros signos de mejora suelen verse en la digestión, la regulación del apetito y niveles más estables de energía. A largo plazo, muchas personas reportan mejor calidad del sueño y menos antojos compulsivos. Impacto positivo en marcadores clínicos: La evidencia científica muestra mejoras en la sensibilidad a la insulina, niveles de colesterol y triglicéridos, función tiroidea y presión arterial. Jenny García Borda, nutricionista de División Ambulatoria SANNA mencionó también una posible disminución del perímetro de cintura y una mejor regulación de la glicemia. Impacto psicológico y emocional Menos ansiedad y culpa al comer: Según la especialista en psicología nutricional, comer sin restricciones fomenta una relación más saludable con la alimentación, reduciendo la culpa y la ansiedad asociada a comer ciertos alimentos. Al confiar en tus señales internas de hambre y saciedad, mejoras tu metabolismo, estabilizas tu energía, duermes mejor y disminuyes la ansiedad. Mejor imagen corporal: Escuchar al cuerpo mejora la autopercepción, disminuye la autoexigencia y fortalece la autocompasión. Mayor disfrute y satisfacción: Incorporar el placer como parte fundamental del acto de alimentarse activa el sistema nervioso parasimpático, mejora la digestión y ayuda a reducir el comer en exceso. Reducción del comer emocional impulsivo: Con práctica, se aprende a identificar cuándo el hambre es emocional (por estrés, tristeza o frustración) y cuando es fisiológico. Esta conciencia corporal permite tomar decisiones basadas en las necesidades reales del cuerpo y no en impulsos pasajeros, lo que fortalece la relación mente-cuerpo. Prevención de trastornos de la conducta alimentaria (TCA): Marquina