Blake lively ¿Por qué caemos en las mismas relaciones tóxicas? Aprende a romper el ciclo y empezar de nuevo | BIENESTAR
Si viste It Ends with Us, la película protagonizada por Blake Lively y Justin Baldoni, basada en la novela de Colleen Hoover, seguramente te impactó la historia de Lily Bloom. Una mujer atrapada en el doloroso dilema de amar a alguien que la lastima, mientras lucha por no repetir el ciclo que presenció en su infancia. Lo más inquietante de esta y muchas otras historias plasmadas en el cine y la literatura, es que reflejan una realidad que muchos vivimos sin darnos cuenta: la repetición de patrones en nuestras relaciones, aún cuando sabemos que nos hacen daño. ¿Por qué nos cuesta tanto romper con estas dinámicas? ¿Por qué seguimos eligiendo parejas o relaciones que nos hacen sentir insuficientes, desgastados o atrapados en un ciclo de dolor? La respuesta es compleja, pero tiene raíces profundas en nuestra historia emocional, nuestras creencias sobre el amor y la forma en que aprendimos a vincularnos desde pequeños. Como Lily, muchos juramos que nunca caeremos en los mismos errores, pero, de alguna manera, terminamos repitiendo el guion. Es como si el pasado nos persiguiera, disfrazado de nuevas oportunidades, nuevas personas y nuevas historias, pero con el mismo desenlace. Esto ocurre porque nuestros patrones de relación no dependen solo de la lógica o la voluntad, sino también de heridas emocionales, miedos y mecanismos inconscientes que nos llevan a buscar lo familiar, aunque sea dañino. La buena noticia es que este ciclo no es un destino inevitable. Al igual que Lily en It Ends with Us, podemos tomar conciencia, cuestionar nuestras elecciones y, lo más importante, decidir que el ciclo termina con nosotros. ¿Por qué repetimos patrones en nuestras relaciones? Según explicó Sinthia Calle Ramos, psicoterapeuta del servicio de orientación psicológica de SANNA Dr. Online a Bienestar, los patrones de conducta se aprenden desde la infancia y están profundamente arraigados en nuestras creencias y emociones. Aunque racionalmente sepamos que una relación es disfuncional, emocionalmente nos sentimos cómodos con lo familiar, lo que nos lleva a repetir dinámicas, incluso si son dañinas. “Estos patrones se convierten en esquemas internos inconscientes. Desde niños aprendemos formas de vincularnos, ya sea por observación, experiencia directa o necesidades emocionales insatisfechas, que se quedan grabadas en nuestra mente. Aunque seamos conscientes de que un patrón nos hace daño, la familiaridad inconsciente nos impulsa a repetirlo, ya que el cerebro tiende a preferir lo “conocido” antes que lo “desconocido”. Por ello, salir de estos ciclos requiere un esfuerzo consciente para desafiar nuestra zona de confort emocional”, expresó Juan José Soza Herrera, psicólogo y docente de Continental Florida University. Las heridas emocionales sin sanar y la autoestima baja pueden llevarnos a aceptar relaciones poco saludables, priorizando la compañía sobre el bienestar. Por su parte, Juan Pablo Ponce, psicólogo y decano del Colegio de Psicólogos del Perú, Consejo Directivo Regional de Cusco y Madre de Dios, aseguró que elegimos el mismo tipo de relación una y otra vez debido a la repetición compulsiva, un mecanismo psicológico que nos lleva a recrear situaciones pasadas con la esperanza inconsciente de obtener un desenlace diferente. Además, internalizamos modelos de amor y relaciones observados en la infancia, lo que nos impulsa a replicarlos en la vida adulta. ¿Cuáles son los factores que moldean nuestros patrones relacionales? Los patrones relacionales que desarrollamos en la vida adulta están profundamente influenciados por nuestras experiencias tempranas. De acuerdo con Soza, la manera en que fuimos cuidados, la estabilidad emocional que recibimos y los modelos de vinculación que observamos en nuestros padres o cuidadores establecen la base de nuestras relaciones futuras. Por ejemplo, si en la infancia aprendimos que el afecto se obtiene mediante la sumisión o el conflicto, es probable que busquemos relaciones donde esas dinámicas se repitan. De igual forma, si nuestros modelos primarios mostraron relaciones basadas en la confianza y el respeto, es más probable que adoptemos patrones saludables. En esta misma línea, Patricia Cortijo, psicóloga de la Clínica Internacional afirmó que, los estilos de apego impactan la manera en la que nos vinculamos en la adultez. “Quienes desarrollan un apego ansioso e inseguro tienden a buscar constante validación y pueden tolerar relaciones poco saludables, mientras que las personas con apego evitativo suelen distanciarse emocionalmente, dificultando la conexión con los demás”. Asimismo, la cultura y el contexto social son dos elementos claves, pues desde temprana edad, absorbemos normas y expectativas sobre el amor, los roles de género y la dinámica de pareja, muchas veces idealizadas y poco realistas. Modelos románticos basados en el sacrificio, la idea de que el amor lo supera todo o que nuestra pareja debe “completarnos” pueden llevarnos a tolerar comportamientos dañinos o a mantener relaciones insatisfactorias por miedo a la soledad o la presión social, sostuvo Juan Pablo Ponce. La dependencia emocional o la idealización de la pareja son algunos de los patrones que afectan las relaciones. Estas dinámicas pueden generar desgaste emocional y mantenernos atrapados en ciclos repetitivos difíciles de romper. “Los medios de comunicación refuerzan estas creencias al representar relaciones en las que se normalizan la dependencia emocional, el control y la falta de límites saludables. Esto influye en la manera en que interpretamos nuestras propias experiencias, haciendo que la idealización de la pareja nos impida reconocer señales de alerta o establecer límites adecuados. De la misma manera, el miedo al abandono o a estar solos, puede ser tan poderoso que nubla nuestro juicio, llevándonos a priorizar la compañía sobre el bienestar emocional”. Las heridas emocionales sin sanar también influyen en nuestras relaciones al hacer que proyectemos en la pareja el daño no resuelto en el pasado. Esto puede generar dinámicas poco saludables, donde reaccionamos desde el dolor en lugar de la razón. Como recalcó el experto de Continental Florida University, estas funcionan como “zonas sensibles” que, al activarse, desencadenan respuestas automáticas basadas en viejos mecanismos de defensa. Si no las sanamos, es como tener una herida abierta que reacciona ante cualquier roce, afectando la estabilidad emocional y la calidad de nuestras relaciones. Además, la autoestima y la seguridad personal desempeñan un papel fundamental en