Para nadie es un secreto, que lo largo de la historia, la delgadez ha sido sinónimo de perfección absoluta. En los años 20, —la era flapper— figuras como la icónica actriz Louise Brooks popularizaron una silueta de pecho plano y caderas estrechas como un símbolo de modernidad. Décadas después, en los 90 y principios de los 2000, con personalidades como la modelo inglesa Kate Moss, cuya esbelta figura se convirtió en el epítome del “heroin chic”, movimiento que terminó por romantizar la delgadez hasta el punto de normalizar conductas peligrosas. Si bien hace unos años atrás, vivimos el auge del “body positive”, como una clara respuesta a la presión social y los estándares de belleza poco realistas y, a menudo, incansables que han sido promovidos históricamente por los medios de comunicación, la industria de la moda y la publicidad, los viejos ideales no desaparecieron, sino que regresaron con otro disfraz. Con la llegada de las redes sociales, —y en particular TikTok—una nueva tendencia digital, conocida como “SkinnyTok”, se ha extendido entre los jóvenes como una oda a la delgadez extrema a través de hashtags, códigos y un algoritmo que refuerza sin descanso un estilo de vida que se presenta como “saludable”, pero que esconde mensajes seriamente dañinos. Según explicó Vania Marquina, psicóloga especialista en psicología nutricional y directora científica de Cortex a Hogar y Familia, la popularidad de SkinnyTok responde a dos mecanismos psicológicos muy potentes. “El primero es el sesgo de confirmación: una vez que alguien cree que la delgadez extrema es deseable, tiende a consumir solo la información que respalde esa idea, mientras descarta advertencias y evidencia contraria. Esto abre la puerta a “gurús” sin formación que difunden consejos sin base científica. El segundo son los bucles de recompensa dopaminérgicos: cada “me gusta” o visualización de un video genera pequeñas descargas de dopamina que refuerzan la conducta y alimentan un ciclo adictivo en el que la obsesión por la delgadez se intensifica con cada interacción”. Este terreno se vuelve aún más peligroso con formatos virales como “what I eat in a day” (qué como en un día), que a menudo muestran rutinas de personas con dietas ultra-hipocalóricos, o los “outfit checks” que normalizan el body checking —conductas de revisión corporal repetitiva derivadas de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA): mirar las costillas, revisar una y otra vez un abdomen “plano” o valorar el famoso “thigh gap”. También abundan los retos de antes y después, los glow up y los “tips” para suprimir el hambre. Sin embargo, la evidencia científica es clara al respecto: mientras mayor sea la exposición a este tipo de contenido, mayor será la insatisfacción corporal y el riesgo de desarrollar síntomas de TCA, especialmente en los adolescentes. ¿Por qué resurge la obsesión por la delgadez extrema? Ciertamente, este no es un fenómeno completamente nuevo, sino la versión digitalizada de algo que ya conocíamos. Como refirió Maite Díaz, docente de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur, a finales de los 90 e inicios de los 2000, surgieron las comunidades pro-ana (pro-anorexia) y pro-mia (pro-bulimia) que circulaban en blogs y foros, donde se compartían imágenes de extrema delgadez, mensajes para motivar el ayuno y consejos para ocultar síntomas a la familia. En el Perú esos espacios no siempre fueron masivos, pero sí tuvieron seguidoras que los replicaban en círculos íntimos, activando la alarma en psicólogos y colegios. Compararse sin tregua, obsesionarse con la balanza, sentir que nunca eres suficiente. Estos ideales de belleza digitales no solo consumen tiempo, sino que también destruyen la autoestima, disparan la ansiedad y pueden ser la causa de un trastorno alimentario. Sin embargo, la diferencia hoy es la magnitud y la accesibilidad. “En TikTok, ya no tienes que buscar un foro escondido: basta con que interactúes con un video de dieta o ejercicio para que el algoritmo te muestre, casi sin que lo pidas, clips de body checking, transformaciones físicas o rutinas extremas. La edición rápida, la música de moda y el formato hacen que este contenido sea aún más atractivo para adolescentes que pasan horas conectados”. Además, lo que vemos en SkinnyTok no surge en un vacío, sino que es un reflejo y una amplificación de presiones culturales preexistentes. Desde la teoría del aprendizaje social de Albert Bandura, sabemos que las personas aprenden observando a otros. Por eso, si repetidamente vemos que modelos, influencers o incluso familiares reciben halagos por estar delgados, entendemos que ese es el “comportamiento correcto”. Básicamente, en TikTok este aprendizaje se multiplica, pues no vemos un ejemplo aislado, sino miles, reforzados por likes, comentarios y la posibilidad de volverse viral. Desde el conductismo también se explica fácilmente este fenómeno: los halagos y la aprobación social actúan como refuerzo positivo. En el Perú, frases como “¡qué flaca estás, estás regia!” siguen siendo cumplidos automáticos en reuniones familiares. Aunque parezcan inofensivas, refuerzan la idea de que bajar de peso equivale a ganar valor, mientras que aumentarlo puede ser motivo de crítica. “Es importante comprender que esta tendencia de SkinnyTok no inventa la obsesión por la delgadez, sino que reúne aprendizajes, recompensas sociales y comentarios que ya circulaban y los convierte en un bombardeo casi imposible de ignorar, sobre todo para adolescentes que aún construyen su identidad y buscan aceptación”, destacó Díaz. Aunque el movimiento “body positive” abrió un espacio para hablar de diversidad corporal, el ideal de la delgadez nunca desapareció por completo. Esto se evidencia cada verano con el resurgimiento de las dietas exprés, los retos de gimnasio y la “operación bikini” como recordatorios de que el cuerpo debe ajustarse a un estándar. Es como si conviviéramos con dos mensajes en paralelo: uno que celebra la diversidad y otro que insiste en que la delgadez es aspiracional. De igual manera, lo que se mantiene es la asociación de la delgadez con el éxito, la disciplina y/o el estatus. Lamentablemente, ser “flaco” todavía funciona como una tarjeta de presentación: en redes, los videos de “antes y después” o de transformaciones físicas son los