Antes de que aparezcan las dos rayitas en el test de embarazo, el cuerpo y la mente ya están preparando el terreno. En definitiva, concebir no comienza con una prueba positiva, sino mucho antes: cuando una mujer decide cuidar su alimentación, dejar ciertos hábitos que no le hacen bien o simplemente detenerse a pensar si su cuerpo está listo para albergar una nueva vida. Desde luego, algunas parejas eligen planificar el momento ideal para buscar un hijo, mientras que otras llegan a ese deseo de forma más espontánea. Sin embargo, en todos los casos, la salud preconcepcional es una etapa clave que muchas veces pasa desapercibida, por lo que olvidamos que un embarazo saludable no se improvisa, sino que se construye con tiempo, información y mucho autocuidado. ¿Por qué planificar es clave? Planificar un embarazo no solo aumenta las probabilidades de concebir, sino que también permite hacerlo en las mejores condiciones físicas, mentales y emocionales. Según explicó Trina Pagano, gineco-obstetra de Cleveland Clinic a Hogar y Familia, la planificación brinda la oportunidad de identificar y optimizar los factores que más influyen en un embarazo saludable: desde condiciones médicas preexistentes —como problemas tiroideos, hipertensión o diabetes— hasta antecedentes genéticos, vacunas pendientes, medicamentos que conviene ajustar o suspender y hábitos de vida que pueden modificarse. “En la consulta preconcepcional revisamos historia familiar y personal, riesgo de enfermedades de transmisión sexual (ETS), controlamos peso, presión arterial, hacemos tamizajes básicos y resolvemos dudas para que llegues a la concepción con el menor riesgo posible”. Por su parte, la doctora Marita Ramos, médica ocupacional de MAPFRE subrayó que planificar implica evaluar la salud integral de la mujer y corregir posibles factores de riesgo. Por eso, se recomienda comenzar esta preparación entre tres y seis meses antes de buscar el embarazo, tiempo suficiente para realizar ajustes en la alimentación, iniciar la suplementación con ácido fólico y efectuar las pruebas médicas necesarias: Exámenes generales Hemograma completo: Detecta anemia o deficiencias nutricionales que podrían afectar la ovulación o el desarrollo fetal. Glucosa en sangre y perfil lipídico: Permiten descartar diabetes y alteraciones metabólicas. Pruebas de función renal y hepática: Evalúan el estado de los órganos encargados de filtrar y procesar sustancias esenciales durante el embarazo. Serologías: Incluyen pruebas para rubéola, toxoplasmosis, hepatitis B y C, VIH y sífilis, fundamentales para prevenir infecciones que podrían transmitirse al bebé. Revisión de vacunas: Es importante verificar la inmunización contra rubéola, varicela y hepatitis B, entre otras, antes de la concepción. Dormir bien, alimentarte sano, mantener un peso adecuado y reducir el estrés son hábitos que preparan tu cuerpo para un embarazo saludable. Evaluación ginecológica Papanicolaou (citología cervical): Detecta alteraciones celulares, lesiones precancerosas o infecciones como el virus del papiloma humano (VPH). Colposcopia (si está indicada): Se recomienda en mujeres con antecedentes de VPH o resultados anormales en el Papanicolaou, para observar con mayor detalle el cuello uterino. Ecografía transvaginal o ginecológica: Permite valorar el útero y los ovarios, identificando miomas, quistes, malformaciones o alteraciones endometriales que podrían interferir con la concepción o el embarazo. Estudios de infecciones de transmisión sexual (ITS): Incluyen pruebas para VIH, sífilis, hepatitis B y C, clamidia y gonorrea, ya que estas pueden afectar la fertilidad o representar riesgos para el feto. Control del aparato reproductor: Comprende el examen físico ginecológico, revisión del moco cervical, exploración mamaria y, si es necesario, una evaluación hormonal en casos de ciclos irregulares o sospecha de disfunción ovárica. Consulta genética: Indicada cuando existen antecedentes familiares de enfermedades hereditarias, con el fin de orientar el riesgo y las opciones de diagnóstico temprano. “No se trata solo de un control, sino de acompañarlas para que ese momento tan esperado llegue de la forma más saludable y tranquila posible. Planificar y atender la salud antes del embarazo puede marcar una diferencia vital tanto para la madre como para el bebé”, aseguró Katherine Sedano, ginecóloga obstetra de Clínica Internacional. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la desnutrición materna y la anemia por deficiencia de hierro representan al menos el 20% de las muertes maternas, y en ausencia de intervenciones, las tasas de transmisión del VIH de madre a hijo pueden alcanzar entre el 15% y el 45%. Cuidar el cuerpo: hábitos que suman y restan Antes de buscar un embarazo, el cuerpo necesita preparación, equilibrio y atención. No se trata solo de “estar lista”, sino de crear las condiciones adecuadas para concebir de forma saludable. En este proceso, cada hábito cuenta: hay algunos que suman bienestar y otros que pueden restarlo sin que lo notemos. De acuerdo con la doctora Pagano, cuidar el cuerpo empieza por evitar lo que claramente perjudica la fertilidad: el tabaco, el consumo de drogas y el exceso de alcohol no solo aumentan el riesgo de aborto y complicaciones, sino que también reducen la calidad espermática en los varones. Dormir bien —idealmente entre 7 y 9 horas diarias—, mantener una rutina de ejercicio moderado y controlar el estrés son pilares del autocuidado. “Si bien el estrés no reduce directamente las tasas de embarazo, sí afecta el bienestar y la regularidad del ciclo menstrual”. La gineco-obstetra también aconsejó limitar la cafeína a un máximo de dos bebidas al día y evitar la exposición a sustancias tóxicas o recreativas. El peso y la composición corporal también juegan un papel clave. Mercedes Campanero, médico especialista en ginecología y obstetricia de la Clínica Anglo Americana, advirtió que tanto la delgadez extrema como el sobrepeso pueden alterar la fertilidad. Un porcentaje de grasa muy bajo reduce la producción de estrógenos y puede provocar amenorrea (falta de menstruación), dificultando la ovulación. Mientras que el exceso de peso suele asociarse con resistencia a la insulina, inflamación y riesgo de complicaciones como diabetes gestacional o parto prematuro. “Optimizar el peso antes de concebir, mediante una alimentación equilibrada y actividad física regular, mejora notablemente las probabilidades de un embarazo sano”. Campanero nos recuerda, además, que la edad y la reserva ovárica son factores determinantes: la fertilidad femenina comienza a declinar después de los 30 años