¿Alguna vez has notado que, al día siguiente de una fiesta, además del cansancio físico, sientes un vacío o un agotamiento emocional? La resaca física es fácil de reconocer: dolor de cabeza, cansancio y la sensación de haber gastado más energía de la cuenta. Sin embargo, existe una resaca menos visible, y mucho más común de lo que creemos: la resaca emocional. Imagina esto: sales a una reunión con amigos, disfrutas de la conversación, te ríes, compartes anécdotas y; sin embargo, al llegar a casa sientes un peso extraño. No estás triste ni enojado, pero tampoco con la energía que esperabas después de un buen rato. Al día siguiente, lejos de sentirte renovado, amaneces agotado, sin ganas de hablar con nadie y con la mente cargada. Newsletter Sanar en Espiral Samanta Alva ofrece consejos prácticos y herramientas para tu bienestar, todos los jueves. Recíbelo ¿Qué es realmente la resaca emocional? La resaca emocional es mucho más que estar cansado: es ese agotamiento profundo que aparece después de vivir una experiencia intensa y sientes que algo dentro de ti quedó vacío porque diste demasiado en muy poco tiempo. Como explicó Madeli Santos, psicóloga clínica y experta en relaciones conscientes y gestión emocional a Bienestar, no surge solo por el desgaste físico, sino por la enorme inversión de emociones. Puede aparecer tanto tras momentos positivos —como la alegría, la euforia o la ilusión— como después de experiencias difíciles marcadas por la tristeza, el miedo o la angustia. Según la psicóloga Mary Castro, de la Clínica Ricardo Palma, a diferencia de la resaca física, que se supera relativamente rápido, la emocional puede prolongarse durante días, ya que responde a una carga de energía emocional importante. Ya sea una fiesta que se alargó, una reunión tensa o el simple acto de querer encajar en un grupo, estas situaciones pueden robarte más energía de lo que crees. “Incluso en situaciones sociales agradables podemos terminar drenados, ya que el cuerpo permanece en un estado de “alerta emocional”, liberando hormonas como el cortisol o la dopamina; y cuando ese pico baja, aparece un vacío mental y físico”, aseguró Marita Ramos, médica ocupacional de MAPFRE Perú. No obstante, como recordó el doctor Eduardo Cortina, psiquiatra de Clínica San Felipe, es importante diferenciar la resaca emocional de un cuadro de ansiedad o de estrés acumulado. La primera es transitoria y surge tras un evento puntual, mientras que el estrés sostenido es la suma de múltiples tensiones a lo largo del tiempo y puede requerir ayuda profesional. ¿Por qué nos pasa? El cansancio emocional no es casual. Detrás de esa sensación hay factores físicos, sociales y emocionales que se combinan. Algunos de los escenarios más frecuentes son reuniones familiares con tensiones acumuladas, eventos laborales (como presentaciones o actividades de networking), fiestas largas y ruidosas por la sobrecarga de estímulos o los compromisos sociales a los que acudimos “por obligación”. A esto se suma la presión de “dar la talla” a nivel social. Como señaló Liliana Tuñoque, psicóloga de Clínica Internacional, muchas veces sentimos que debemos ser simpáticos, encajar o divertirnos “porque toca”. Sin embargo, esa actuación constante nos aleja de la autenticidad y nos desgasta mucho más de lo que pensamos, generando un verdadero “esfuerzo social” que desemboca en agotamiento. “Sin duda, la socialización implica un alto gasto cognitivo y emocional: cada conversación y cada gesto requieren que nuestro cerebro regule emociones y se adapte al entorno. Este esfuerzo impacta especialmente a personas introvertidas o altamente sensibles, aunque incluso los más extrovertidos pueden acabar agotados tras un evento largo o tenso. Si además llegamos con estrés acumulado, el efecto se multiplica”, agregó Ramos. Tampoco podemos olvidar lo físico, pues como advirtió el psiquiatra, dormir poco, exponerse a ruidos, luces intensas o al alcohol también intensifica la resaca emocional, ya que al final, el cuerpo y la mente funcionan en conjunto: “cuando uno se agota, arrastra al otro”. Otro factor determinante es la hiperconexión actual que alarga aún más este cansancio. “Antes de la tecnología podíamos desconectarnos; sin embargo, hoy los chats, fotos y mensajes posteriores prolongan la exposición social. Asimismo, en ocasiones, no es el evento en sí que influye en nuestra energía, sino las personas: amistades críticas o ambientes cargados de negatividad. Por eso, es necesaria una ‘higiene emocional’: aprender a poner límites y dosificar el contacto”, sostuvo Santos. Si te sientes irritable, apático, necesitas aislarte o tienes dolores físicos, podrías estar sufriendo una resaca emocional. ¿Cómo podemos identificarla? Más allá del simple cansancio, la resaca emocional tiene sus propias señales: Irritabilidad sin motivo aparente: Reaccionas de forma desproporcionada o te sientes mal sin una razón clara. Agotamiento físico y mental: Una sensación de cansancio profundo, como si hubieras hecho un gran esfuerzo físico. Dolores corporales: Dolores de cabeza o tensión en el cuello y la espalda, muy parecidos a una resaca física. Problemas para concentrarte: Se te hace difícil procesar información o tomar decisiones, incluso las más simples. Apatía o desconexión: Sientes una falta de interés o de motivación, como si estuvieras vacío. Necesidad de aislamiento: Te dan ganas de estar solo y evitas a los demás, incluso a tus seres queridos. Cambios de humor: Te sientes triste, ansioso o abrumado sin razón aparente. ¿Se puede prevenir? Aunque no siempre podemos evitarla, sí es posible reducir su impacto. Lo primero, como aconsejó Mary Castro, es reconocer cuándo estamos sobrecargados y aprender a establecer prioridades. No significa dejar de lado a los demás, sino distinguir qué es urgente e importante y comunicarlo a nuestro entorno. En esta misma línea, la psicóloga de Clínica Internacional añadió que llegar a los encuentros con una mentalidad más ligera —sin pretender agradar a todos ni estar siempre disponibles— ayuda mucho. Ser respetuosos y empáticos está bien, pero también es válido marcar límites. “Decir “no” no significa rechazar a alguien, sino decir “sí” a nuestro bienestar. Podemos hacerlo con amabilidad y honestidad: “Hoy no voy a poder, necesito descansar. Pero gracias por pensar en mí”. Normalizar el autocuidado es la mejor forma de