Comprar una casa, ahorrar para el futuro, tener un fondo de emergencia, viajar por el mundo, vestir bien, salir a comer los fines de semana. En redes sociales, todo eso —y más— no solo parece posible, sino también necesario. Como si el éxito personal estuviera ligado únicamente a una vida de estabilidad económica, consumo constante y bienestar visible. Pero detrás de esos filtros y estilos de vida idealizados, muchos adultos jóvenes viven una realidad muy distinta: ingresos inestables, deudas acumuladas, alquileres imposibles, poca capacidad de ahorro y un futuro financiero incierto. Ese desajuste entre lo que se espera —o lo que creemos que deberíamos haber logrado— y lo que realmente podemos sostener genera un peso silencioso, pero persistente. Ese malestar, a menudo difícil de identificar, se manifesta en nuestra mente y cuerpo como estrés financiero. Newsletter Sanar en Espiral Samanta Alva ofrece consejos prácticos y herramientas para tu bienestar, todos los jueves. Recíbelo Para la psicóloga Madeli Santos, las redes sociales han potenciado esta presión. “Muestran una versión editada de la realidad y, a menudo idealizada, donde el éxito se asocia al lujo y al consumo. Todo se presenta como alcanzable, pero bajo un estándar poco realista, lo que puede generar comparaciones constantes y una sensación de no estar a la altura, de estar ‘atrasados’”, explicó a Bienestar. Sin duda, esa sensación de estar siempre corriendo detrás de algo que no llega también se alimenta de factores estructurales y generacionales. Según Andrés Uribe, director de finanzas de MAPFRE, los millennials, por ejemplo, enfrentan condiciones especialmente desafiantes: “Están bombardeados por mensajes que glorifican el disfrute inmediato y vinculan el valor personal con logros visibles. Sin embargo, al estar comenzando sus carreras, muchos tienen sueldos bajos que no alcanzan para sostener el estilo de vida que se les vende como ideal. A esto se suman deudas universitarias, falta de ahorros para vivienda propia y una presión social constante por mostrar éxito financiero”. El resultado es un estado de tensión crónica que no solo afecta la economía personal, sino también la salud mental, la autoestima y las relaciones. Entonces, ¿cómo identificarlo? ¿Qué podemos hacer para salir de ese círculo de ansiedad económica? ¿Qué es el estrés financiero? De acuerdo con Yajaira Baldoceda, psicóloga de SANNA Centro Clínico Miraflores, el estrés financiero es el malestar emocional y mental que sentimos ante problemas con nuestras propias finanzas. Básicamente, cuando percibimos que nuestros recursos económicos no son suficientes para cubrir necesidades, afrontar gastos imprevistos o cumplir nuestras expectativas. El estrés financiero no solo se siente en el bolsillo, también se manifiesta en el cuerpo y en la mente: insomnio, ansiedad, irritabilidad, conductas impulsivas o evitativas. Aunque no se trata de un tipo de estrés diferente, su impacto es significativo porque compromete nuestra estabilidad y seguridad económica. Este tipo de preocupación puede volverse crónica si no se gestiona adecuadamente, sobre todo, cuando se origina por situaciones como deudas acumuladas, ingresos inestables, desempleo o la constante sensación de que el dinero no alcanza, incluso cuando se trabaja arduamente. Es, en otras palabras, esa sensación de que no se llega a fin de mes. Baldoceda también advirtió que este estrés puede aparecer incluso cuando sí contamos con recursos, especialmente si intentamos mantener un estilo de vida insostenible o caemos en comparaciones constantes con quienes tienen un mayor poder adquisitivo. Sin embargo, muchas veces no reconocemos que nuestro malestar está vinculado al dinero, ya que solemos pensar que se trata de un “estrés general” y no identificamos que el origen puede estar en nuestras propias finanzas. “Hablar de dinero sigue siendo un tema tabú. Muchas personas sienten vergüenza o temen ser juzgadas si admiten dificultades económicas, lo que refuerza un estigma social que impide reconocer la conexión entre el estado financiero y el bienestar emocional. Esta falta de apertura no solo dificulta la búsqueda de soluciones, sino que también perpetúa el impacto negativo del estrés financiero en la vida cotidiana”, aseguró la neuropsicóloga de Clínica Internacional, Patricia Cortijo. ¿Cómo se manifiesta el estrés financiero? El estrés financiero se expresa en diferentes niveles: emocional, físico y conductual. Estas son algunas de las señales más comunes, según las psicólogas: Señales emocionales: Preocupación constante. Irritabilidad o mal humor. Apatía o falta de motivación. Tristeza, ansiedad o miedo. Señales físicas: Dolores de cabeza. Tensión muscular. Insomnio o dificultades para dormir. Cansancio persistente. Señales conductuales: Evitar revisar cuentas o deudas. Tomar decisiones impulsivas con el dinero. Aislarse socialmente. Cambios en el apetito. Dificultad para concentrarse. Procrastinar pagos o enfrentar obligaciones económicas. Discutir frecuentemente en casa por temas de dinero. Gastar de forma compulsiva o, por el contrario, dejar de cubrir necesidades básicas. Recurrir a préstamos rápidos sin análisis. Como destacó la experta de SANNA Centro Clínico Miraflores, el estrés financiero tiene un impacto directo en nuestra salud mental y emocional. Puede generar ansiedad, depresión, trastornos del sueño y, si no se aborda a tiempo, extenderse a otras áreas de la vida como las relaciones familiares, el entorno laboral o la salud física. A largo plazo, el estrés crónico puede llevar al consumo excesivo de tabaco, alcohol u otras sustancias, así como al desarrollo de hábitos nocivos como el endeudamiento compulsivo, lo que termina agravando aún más el problema económico y emocional. “El estrés financiero activa de manera constante nuestro sistema de alerta interno, específicamente el eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), que es el mismo que se activa ante situaciones de peligro. Esta activación prolongada eleva los niveles de cortisol —la hormona del estrés— y, si se mantiene en el tiempo, puede afectar funciones esenciales como la memoria y la regulación emocional. Por eso se convierte en un factor de riesgo para el deterioro integral de la salud mental”, añadió Santos. Nuestra relación con el dinero comienza en la infancia. El entorno familiar, los mensajes que recibimos y los modelos que observamos influyen en cómo gestionamos las finanzas de adultos. ¿Qué papel juega la infancia en la relación que desarrollamos con el dinero? La infancia y el modelo familiar desempeñan un papel clave en la relación que