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Cuando el COVID-19 se extendió por el mundo, dejó al descubierto no solo la rapidez con la que podía colapsar un sistema sanitario, sino también cuán vulnerable era la salud de muchas poblaciones. Sin duda, la emergencia puso a prueba la preparación de los países, y los resultados fueron desiguales. Mientras algunos lograron articular respuestas ágiles y coordinadas, en otros el impacto fue devastador.

En Perú, por ejemplo, la esperanza de vida se redujo en 3.8% entre 2019 y 2021, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Más allá del virus en sí, las consecuencias más graves se manifestaron en contextos donde ya existían fragilidades estructurales, como la alta prevalencia de enfermedades crónicas y, sobre todo, el acceso limitado a servicios médicos.

“Lo que evidenció la pandemia nos permitió hacer una mirada retrospectiva sobre el estado real de la salud pública. En definitiva, esta experiencia subraya la importancia de invertir en una población más sana como prioridad. Si bien no podemos predecir cuándo ocurrirá la próxima emergencia sanitaria, es un hecho que enfrentaremos nuevas crisis. Por eso, apostar por la prevención no es solo una decisión acertada, sino la estrategia más efectiva para fortalecer la resiliencia de los sistemas de salud”, recalcó Frederico Guanais, subdirector de la División de Salud de la OCDE, en el CADE Salud 2025.

Frederico Guanais, subdirector de la División de Salud de la OCDE, reconoció importantes avances del Perú en los últimos años, pero también lanzó una alerta: el país está retrocediendo en áreas clave de prevención como vacunación y detección temprana del cáncer.

Frederico Guanais, subdirector de la División de Salud de la OCDE, reconoció importantes avances del Perú en los últimos años, pero también lanzó una alerta: el país está retrocediendo en áreas clave de prevención como vacunación y detección temprana del cáncer.

¿Qué es salud resiliente?

En este contexto cobra especial relevancia el concepto de salud resiliente, entendido como la capacidad de un sistema de salud para adaptarse y mantenerse operativo ante situaciones adversas, garantizando así la continuidad de sus funciones esenciales y la calidad de sus servicios.

Pero la resiliencia no se limita a reaccionar ante emergencias: implica una preparación constante. Esto supone anticiparse a los riesgos, aprender de experiencias pasadas y reforzar el sistema mediante políticas sostenidas de prevención, promoción de estilos de vida saludables y acceso equitativo a la atención médica.

La pandemia demostró que esta capacidad no se improvisa. Se construye con visión de largo plazo y requiere inversión sostenida en todos los niveles. Hoy, la resiliencia se perfila como un eje estratégico para afrontar tanto futuras crisis como los desafíos cotidianos del sistema de salud.

Así lo destacó el viceministro de Salud Pública, Ricardo Peña, al señalar que la resiliencia no debe entenderse únicamente como la capacidad de reacción ante pandemias, sino como una fortaleza permanente que permita mantener la atención en condiciones normales y excepcionales.

Según explicó, un sistema resiliente debe operar de forma continua, ofrecer servicios integrales a lo largo del ciclo de vida y contar con la flexibilidad necesaria para responder eficazmente a eventos disruptivos, como brotes epidémicos o desastres naturales.

Ángela Flores, Presidenta de CADE Salud 2025 y Gonzalo Galdos, Presidente de IPAE Acción Empresarial. (Foto: Samanta Alva)

Ángela Flores, Presidenta de CADE Salud 2025 y Gonzalo Galdos, Presidente de IPAE Acción Empresarial. (Foto: Samanta Alva)

¿Cómo construir un sistema de salud peruano resiliente?

Para el viceministro Peña, la base está en el primer nivel de atención. El Ministerio de Salud ha retomado y fortalecido el modelo de redes integradas, que busca conectar a los distintos actores del sistema —público, privado y comunitario— bajo un enfoque centrado en las personas. Iniciativas como “Minsa Móvil” permiten llevar servicios a zonas vulnerables, ampliando la cobertura con soluciones móviles y adaptables a cada territorio.

También se plantea una reforma clave: convertir a la DIGEMID en una autoridad autónoma. Esto permitirá agilizar procesos como los registros sanitarios y elevar los estándares regulatorios del país. Contar con un sistema más ágil y técnico es fundamental para garantizar el acceso oportuno a medicamentos, especialmente en situaciones críticas.

El financiamiento, por supuesto, también importa. Peña subrayó que “no se trata solo de gastar más, sino de gastar mejor”. Priorizar el primer nivel, establecer criterios de desempeño y fortalecer alianzas estratégicas son pasos esenciales. Un ejemplo de colaboración es el uso de obras por impuestos para combatir la anemia, que ha permitido implementar desde infraestructura hasta programas de educación nutricional.

Desde el Ministerio de Economía y Finanzas, la mirada también apunta a una inversión más inteligente. Raúl Pérez Reyes, titular del sector, fue enfático: “Nos concentramos en inaugurar locales y cuando los vemos en perspectiva 10 años después, vemos que tienen problemas en prestación de servicios básicos, agua, desagüe; no hay insumos, no hay médicos o enfermeras. Tenemos que pensar más allá del fierro y el cemento”.

Recomendaciones para alcanzar un sistema de salud resiliente

Tanto desde el Ministerio de Salud como desde la OCDE, las recomendaciones son claras: hay que mirar el sistema de forma estructural e integradora. La primera tarea es fortalecer la atención primaria. Para Guanais, este nivel no solo debe ser accesible, sino capaz de prevenir, detectar y acompañar de manera efectiva a los pacientes. Es allí donde empieza una población más sana.

Otra prioridad es mejorar la calidad de los datos. Guanais propuso que el Perú participe en la encuesta PARis, una herramienta internacional que mide la experiencia de los pacientes en aspectos como el bienestar físico y mental, la coordinación del cuidado y la confianza en los servicios. Esta información puede ser clave para orientar políticas públicas más alineadas con la realidad.

La digitalización es otro pilar ineludible. Más allá de contar con historias clínicas electrónicas, el reto es que estas sean interoperables entre sectores, regiones y niveles de atención. La integración de datos permite mejorar la continuidad del cuidado y tomar decisiones más informadas.

Respecto al recurso humano, tanto Peña como Guanais coinciden: hay que formar más profesionales, pero también repensar cómo se distribuyen y colaboran. Promover microcertificaciones para que enfermeras, farmacéuticos o agentes comunitarios asuman nuevas funciones puede aliviar la presión sobre el sistema y ampliar la cobertura efectiva.

La construcción de un sistema resiliente requiere voluntad política, visión a largo plazo y compromiso multisectorial. No es solo una reforma técnica, sino una decisión estratégica para el futuro del país. Como dijo: “no sabemos cuándo llegará la próxima crisis sanitaria, pero sí sabemos qué debemos hacer para estar mejor preparados”.



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