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China quiere proteger su economía de los aranceles estadounidenses del 104% impulsando el consumo e invirtiendo en sectores clave, pero sigue siendo muy vulnerable a la tormenta aduanera desatada por Donald Trump, según los analistas.

Pekín ha prometido oponerse «hasta el final» a la campaña arancelaria de Washington, y su primer ministro Li Qiang declaró el martes que el país confía «plenamente» en la resistencia de su crecimiento económico.

Pero, ¿qué ocurrirá en la práctica? Incluso sin estos aranceles estadounidenses, la economía china lleva varios años sufriendo, con un elevado desempleo juvenil y una persistente crisis inmobiliaria que frena el consumo.

«La economía china es mucho más débil de lo que era durante el primer mandato de Trump y realmente no puede absorber el impacto de estos impuestos adicionales», considera Henry Gao, experto en derecho comercial de la Universidad de Gestión de Singapur.

El año pasado, el comercio exterior fue uno de los pocos indicadores verdes de la economía china, con Estados Unidos como principal destino de los productos chinos.

Las exportaciones del gigante asiático hacia Estados Unidos alcanzaron casi 440.000 millones de dólares en 2024, según el Departamento de Comercio estadounidense, cerca del triple de la cantidad de bienes enviados en sentido contrario (114.600 millones de dólares).

Los productos electrónicos, la maquinaria y los bienes de consumo (textiles, muebles, juguetes) representaron el grueso de estas exportaciones.

 

– «Oportunidad estratégica» –

Aunque está mejor preparada que durante el primer mandato de Trump, es probable que China sufra ya que «algunos productos están concebidos específicamente para los mercados estadounidense y europeo», afirma Tang Yao, de la escuela de negocios Guanghua de la Universidad de Pekín.

 

Sin embargo, Pekín no ve la crisis prevista como algo totalmente negativo.

El Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista en el poder, describió recientemente los aranceles estadounidenses de «oportunidad estratégica», en particular para hacer del consumo el nuevo motor del crecimiento chino, en lugar de las exportaciones.

China pretende «utilizar estas presiones estructurales externas como catalizador para poner en marcha reformas previstas desde hace tiempo», asegura Lizzi Lee, experta en economía china del Asia Society Policy Institute, una organización con sede en Estados Unidos.

Pekín también prometió tomar represalias contra cualquier nueva escalada estadounidense.

Además de los aranceles recíprocos sobre productos estadounidenses, que entrarán en vigor el jueves, Pekín anunció restricciones a la exportación de tierras raras, entre ellas algunas utilizadas para la captura de imágenes magnéticas y la electrónica de consumo.

 

– Televisores y autos –

China también podría reforzar su apoyo financiero al sector privado chino, en un momento en que los empresarios vuelven a gozar del favor del presidente Xi Jinping, añade Raymond Yeung, economista del banco ANZ.

El gobierno chino aboga por una mayor autonomía estratégica del país en el sector tecnológico, para hacerlo menos dependiente de los vaivenes geopolíticos. Por ello, está apoyando sectores clave como la inteligencia artificial (IA) y los semiconductores.

Pero esto «no significa que la economía china pueda superar fácilmente los efectos de estas sobretasas prohibitivas», señala Frederic Neumann, economista para Asia de HSBC.

 

Según el experto, Pekín podría compensar la caída de la demanda estadounidense de varias formas: programas de recompra de electrodomésticos o incentivos para animar a los consumidores a adquirir productos chinos, desde televisores a autos eléctricos.

«Creando demanda y oportunidades comerciales para los socios asiáticos y europeos de China, el país podría ayudar a salvar lo que queda del orden comercial liberal mundial», considera Neumann.

China tiene «la oportunidad de tomar las riendas del orden económico mundial», pero «esto solo podrá ocurrir si la demanda interior aumenta y si este liderazgo chino llena el vacío que ha dejado Estados Unidos», añade.

 

 

AFP

Una tienda de zapatos en un centro comercial en Pekín.





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