Si un seguidor de la historia del heavy metal tiene que señalar a una banda pionera del género especialmente desdichada, probablemente cite a Pentagram. Nacidos a principios de los setenta para compartir el trono del rock duro junto con Black Sabbath, su trayectoria acumula una serie de soberanos descarrilamientos que les dejó no ya en la categoría grupo de culto, sino en un secreto. Al huracanado carácter de su líder, el cantante y compositor Bobby Liebling, habría que adjudicar buena parte de su nulo éxito. Existía un chascarrillo entre los acérrimos al rock duro: si vas a un concierto de heavy en cualquier sala del mundo, seguro que, o en el escenario o entre el público, se puede encontrar a un músico que alguna vez tocó en Pentagram. Se calcula que han pasado por la banda casi 100 instrumentistas (entre guitarristas, bajistas y baterías), pero Liebling ha acabado con la paciencia de todos. Más información Estos días, Liebling ha batido otro récord: lograr sorprender a los usuarios de TikTok, un colectivo tan sobreestimulado que ya pocas cosas le altera. Pero ha pasado: la excéntrica figura de este heavy setentón, con sus grandes ojos abiertos dando otra dimensión al concepto “mirada perdida” y su melena blanca al viento, ha logrado colarse en millones de pantallas. El fenómeno no se ha frenado en TikTok y ha saltado al centro neurálgico de la música, Spotify: de 200.000 seguidores que sumaba Pentagram antes de la viralidad de TikTok se ha pasado en unos días a 421.000. El episodio, por tanto, no se ha quedado solo en un chiste de usuarios de la red social diciendo “siento como si me estuviera mirando a través de la pantalla” y la gente está escuchando a Pentagram. Ya era hora, después de 54 años de carrera. Pero, un momento, ¿quién demonios son Pentagram? En 2011 se estrenó en el referencial festival South By Southwest (Texas) el documental Last Days Here, donde se cuenta parte de la vida de Bobby Liebling. El filme empieza con Liebling, entonces 57 años, viviendo en el sótano de la casa de sus padres, en Germantown (Maryland). Abre una gran bolsa roja y empieza a sacar ropa: un fular, unos pantalones de campana rojos, una camisa estampada de seda… Y dice: “Estas son mis ropas para actuar. Las compré en 1967, pero aún están nuevas, porque las guardaba para cuando triunfara. Y como eso nunca pasó, las guardé para la eternidad”. Liebling tiene un aspecto decrépito: los ojos parecen salirse de las cuencas, la melena luce grasienta y blanca, pesa 50 kilos. Sus padres, que viven en la parte de arriba, parecen más jóvenes que él. Su madre informa: “Tiene una ilusión: dice que va a ingresar en el Rock and roll Hall of Fame [suelta una carcajada]. Sin embargo, me gusta que sueñe. Si no tiene un sueño es probable que se suicide”. Liebling, en su guarida de un piso más abajo, consume crack, heroína y cocaína. Se alimenta solo de pizzas de tocino, cuyas sobras forman un indecoroso espectáculo junto a algún excremento de rata, pipas para fumar droga y una generosa colección de vinilos. Su salvador anda por ahí, filmándolo todo. Pentagram actuando en Monterrey, México, el pasado 15 de marzo. Medios y Media (Getty Images) Se trata de Sean Pellet Pelletier, un irredento aficionado al heavy metal que encontró un vinilo en una vieja tienda que le llamó la atención por la portada. No conocía al grupo. Era el primer álbum de Pentagram, de 1985. Llegó a su casa, se preparó un porro “más grande de lo habitual”, lo puso en su equipo y alucinó. Desde ese momento se propuso descubrir quién era esa banda que había burlado su radar. Para algunos, Pentagram son unos cutres imitadores estadounidenses de Black Sabbath; sin embargo, otros los consideran unos pioneros en la creación del heavy metal, incluso al mismo nivel que la banda de Ozzy Osbourne y Tony Iommi. Pentagram se formó en Alexandria (Virginia) en 1971. Una de sus primeras canciones se tituló Forever My Queen, donde Liebling canta: “Me escapé de mí mismo, creo que corrí demasiado lejos. / Tu amor es más que una provocación”. Casi son contemporáneos de Black Sabbath, ya que el primer trabajo de estos data de 1970. En 1974 Pentagram se encuentra con su gran oportunidad: Murray Krugman, productor con discos de platino por ventas de grupos como Blue Öyster Cult o el guitarrista Johnny Winter, les cita en Nueva York para grabar. “Eran como Black Sabbath, pero en versión más callejera. Si en aquella época pides a un ordenador inteligente una banda perfecta para 1974, saldría Pentagram”, cuenta Krugman en el documental. Pero la arrogancia y la locura de Liebling acabaron con la paciencia de Krugman. Quería grabar las canciones una y otra vez a pesar de que estaban ya perfectas, vociferaba, llegaba drogado al estudio… “Quise matar a Bobby. Perdimos por su culpa un contrato con CBS, la oportunidad de nuestra vida”, dice el bajista, años después. El grupo comienza un camino de destrucción debido a la conducta de su líder, que ve cómo los músicos van y vienen agotados de la inconsistencia del proyecto. Hasta 1985 no publican su primer disco. Iron Maiden ya eran estrellas en esa época y Metallica acababa de publicar su segundo trabajo. La música setentuda de Pentagram había pasado de moda. Liebling asume en Last Days Here (recordemos: 2011) que lleva consumiendo drogas 44 años, que arrastra una adicción a la heroína por 39 años, y que no puede dejar el crack desde que lo descubrió, hace 22 años. Sean Pellet Pelletier invierte mucho tiempo, dinero (que no le sobra) y grandes dosis de serenidad para recuperar a Liebling. Contacta con miembros de la formación primera de Pentagram y consigue una cita con Phil Anselmo, fan de los de Alexandria y miembro de Pantera, para que les grabe y actúen. Pero un desubicado Liebling la vuelve a pifiar. “El problema con Bobby es su intención de