Fabian Dittrich, historia | Es alemán, tiene un vínculo fuerte con Perú y es el record de su país en apnea, el peligroso reto de sumergirse sin respirar a 100 metros de profundidad | ntfds | BIENESTAR
Para entender a Fabian Dittrich (1981, Detmold, Alemania) hay que conocerlo. Yo lo conocí en el año 2015 cuando le hice una entrevista por lo que prometía ser una historia asombrosa: un emprendedor, aburrido del trabajo de oficina, decidió convertir una Land Rover en una oficina móvil en la que seguía trabajando remotamente mientras que, por otro lado, buscaba startups para ayudarlas a desarrollarse. Eran tiempos locos para este alemán que recorrió África de norte a sur y Sudamérica de sur a norte. Hasta que decidió parar, respirar. Y luego, aguantar la respiración. Un día, hace pocos años, Fabian decidió comprar una casa en Montenegro, frente a una playa rodeada de montañas y practicar apnea, que no es otra cosa que aguantar la respiración durante períodos prolongados. Es un deporte que tiene muchas variantes: se puede hacer en horizontal o en vertical; con dos aletas o monoaleta. Pero la meta es siempre la misma: llegar a la mayor profundidad posible mientras adaptamos nuestro cuerpo para lograr la tarea antes de que se acabe el aire. También es lo que dice Fabian como broma: “Es una meditación forzada de 0 a 100 en un segundo con la penalidad de pérdida de conciencia si no lo haces bien”. LEE TAMBIÈN: El Frontón: la historia detrás de la “isla de la muerte” y por qué se ha convertido en el nuevo hogar del charrán inca Cuando uno ve videos de la inmersión deportiva en vertical, que es la que practica Fabian, ve siempre lo mismo: el apneista está en la superficie, acostado sobre una boya, tratando de relajarse. “Cuando estás en la superficie, acostado, tienes que bajar tu ritmo cardiaco y prepararte para la inmersión y tienes que estar muy calmado”. Solo hay dos minutos para hacerlo antes de sumergirse. Y cuando empieza, la calma chicha que uno experimenta a través de la pantalla contrasta con lo que vive quien se sumerge y con lo que experimenta su cuerpo. Fabian Dittrich acaba de convertirse en el récord alemán de apnea. / Fabian Dittrich En primer lugar, cada cosa que tu cuerpo haga conlleva un gasto de energía. Cuando el apneista decide iniciar la inmersión no tiene nada que lo vincule al mundo. Los únicos implementos que usa son una pinza en la nariz, aletas -en algunas modalidades- y una cuerda con un peso que estará siempre frente a él y lo guiará hacia el fondo, pero no está conectada a su cuerpo. El solo seguir esa cuerda con los ojos es un gasto de energía y, en consecuencia, de oxígeno. Los apneistas aprenden a desenfocar su mirada para que sus ojos no se muevan. En algunas disciplinas, incluso, el submarinista solamente puede tocar la cuerda para ayudarse a impulsarse hacia abajo. Al menos los primeros metros. A los 50 metros Fabian entra en una caída libre. LEE TAMBIÈN: “La capacidad de los pilotos peruanos es reconocida a nivel mundial”: Gino Román, el peruano que forma a más de 200 nuevos pilotos en Estados Unidos “No tienes que bucear para aprender a bucear. Puedes estar en la cama y visualizar el buceo. Yo tengo grabado un audio en tiempo real donde hablo de lo que hago en las distintas fases de la inmersión y escucho este audio mientras aguanto la respiración en la cama y hago todo lo que debo hacer en mi mente”, nos cuenta Fabian. A los 50 metros, dice Fabian en ese audio que escucha todos los días, “ya no tienes flotabilidad positiva, el océano te succiona hacia abajo y no haces nada, solo eres como un cohete que no hace nada, que solo usa manos y pies para mantenerse paralelo a la cuerda”. Ahí es cuando desenfocan su mirada. “Y te vas a otro mundo, hacia un Nirvana, es la absoluta conciencia sobre el presente”. Fabian Dittrich asciende. Su inmersión de 100 metros dura 3:03 minutos. / Laura Mommicchi Mientras desciende, como cuando una persona se le tapan los oídos en un avión, Fabian tiene que tratar de expulsar aire por la nariz tapada por las pinzas para reducir la presión sobre los tímpanos, mientras que su cuerpo empieza a ralentizar todos sus sistemas poco a poco para evitar el colapso: se reduce el ritmo cardiaco, en unos casos tan bajo como 20 latidos por minuto, los vasos capilares se contraen por la presión y envían sangre solo a los órganos vitales, su bazo se contrae y la sangre migra hacia los alveolos pulmonares solo para evitar un posible daño pulmonar. “Hacia los noventa metros tus pulmones son del tamaño de una naranja”. Pero en su cabeza solo está el ahora. Fabian había llegado a 96 metros por debajo de la superficie. Era su mejor marca usando una aleta grande que ocupa sus dos pies. La segunda mejor de Alemania. Su cuerpo ha cambiado. En competencia, el apneista anuncia cuánto va a sumergirse y hasta allá llega la cuerda que lo mantendría en contacto con la superficie. Hasta cierta profundidad, hay apneistas de soporte, pero ahí, al final de ese cordón umbilical solo queda estirar el brazo, tomar un ticket que indica que llegó a donde debía e iniciar el giro hacia arriba. “Visualizo la ecualización de los oídos, visualizo cómo hago el giro al final de la cuerda, visualizo cómo me siento, en qué pienso. Es como aprender a tocar la guitarra. Puedes visualizar los acordes y donde están tus dedos y tocarás mejor. La parte mental es más importante que la parte fisiológica. Mentalmente hay que estar en el presente sin pensar en lo que pasa en cinco segundos. Es el ‘ahora total’, como nunca lo he sentido”. LEE TAMBIÈN: Los Mirlos, el rugido psicodélico de la cumbia amazónica: la historia detrás de los “Rolling Stones peruanos” que se codean con los Red Hot Chili Peppers y Lady Gaga Subir es quizás la parte más desafiante. Con un cuerpo que ha consumido buena parte de la energía en la inmersión, lo que sigue en adelante es ir