¿Alguna vez has sentido que, por mucho que te esfuerces, parece imposible encontrar tu lugar? Este sentimiento de no pertenencia, que muchos experimentamos en algún momento de la vida, puede tener efectos profundos en nuestro bienestar emocional. Según Brenda Baluarte, Soft Skill Trainer, la experiencia de sentirse fuera de lugar o rechazado no solo es dolorosa, sino que también puede resultar en una herida emocional similar al dolor físico. “El cerebro reacciona al rechazo como si se tratara de una herida real. Es una reacción que demuestra cuán intrínseco es nuestro deseo de pertenecer y de ser aceptados”, explica Brenda. Este tipo de rechazo emocional, explica Brenda, activa respuestas en el cerebro que afectan nuestra salud mental y nuestro autoconcepto. En muchos casos, no encajar puede llevarnos a cuestionar nuestro propio valor, desencadenando un ciclo de pensamientos negativos. “La sensación de no pertenecer nos afecta profundamente, porque se convierte en una especie de autocrítica constante que va erosionando la confianza que tenemos en nosotros mismos”, señala. Así, el no encontrar espacios donde nos sintamos cómodos y valorados puede conducir a una espiral de inseguridades. ¿Por qué sentimos que no encajamos? Para Brenda, el problema de sentirnos “fuera de lugar” tiene raíces más profundas, que suelen estar ligadas a creencias y patrones aprendidos desde la infancia. A menudo, estos sentimientos no son más que el reflejo de un sistema de creencias que hemos adoptado de manera inconsciente. “Lo que sentimos es producto de nuestros pensamientos, y estos, a su vez, provienen de nuestras interpretaciones de la realidad. Si creemos que no encajamos, esto generalmente tiene que ver con cómo hemos aprendido a vernos a nosotros mismos en el mundo”, explica Brenda. “Cuando decimos ‘todo el mundo es así’ o ‘siempre me pasa lo mismo’, estamos imponiendo una creencia que limita nuestra capacidad de ver los matices de la situación”, comenta Baluarte. Esta idea es clave, ya que sugiere que el problema de no pertenencia no siempre está en el entorno o en las personas a nuestro alrededor, sino en cómo interpretamos nuestra experiencia en esos espacios. Brenda enfatiza que nuestras creencias son filtros a través de los cuales leemos la realidad. “La vida no es ni buena ni mala en sí misma; es como la interpretamos”, aclara. Este filtro de creencias puede ser especialmente limitante si hemos crecido con ideas que refuerzan la idea de no ser lo suficientemente buenos o adecuados para ciertas situaciones. El impacto de los pensamientos limitantes En muchos casos, nuestro propio discurso interno puede ser el mayor obstáculo para sentirnos parte de un grupo o entorno. Expresiones como “esto siempre me pasa a mí” o “nadie me entiende” son claros indicios de una mentalidad que nos limita. Según Baluarte, “este tipo de frases reflejan un enfoque victimista y reduccionista, que nos impide ver la situación desde otra perspectiva”. Es decir, cuando caemos en la trampa de este tipo de pensamientos, limitamos nuestras opciones para comprender el entorno y encontrar maneras de integrarnos. Esta mentalidad, a la que Brenda llama “pensamiento totalizante”, actúa como una barrera, haciendo que nos percibamos como una excepción en el mundo y nos distancia de quienes nos rodean. “Cuando decimos ‘todo el mundo es así’ o ‘siempre me pasa lo mismo’, estamos imponiendo una creencia que limita nuestra capacidad de ver los matices de la situación”, comenta. Cambiar este tipo de pensamiento, asegura, es esencial para lograr vernos como parte de un todo en el que no todo es blanco o negro, sino que existen diversos matices que podemos explorar. La autoaceptación como el primer paso para el cambio Baluarte recalca que la autoaceptación es uno de los elementos más importantes para superar el sentimiento de no pertenencia. Ser consciente de que tanto los aspectos positivos como los negativos forman parte de nuestra esencia es fundamental para sentirnos cómodos con nosotros mismos y para poder acercarnos a los demás de manera genuina. “Debemos aceptar que tenemos tanto luz como sombra. Reconocer nuestras debilidades y fortalezas nos permite vernos de manera integral, y esta visión completa es la base de la autoaceptación”, afirma Brenda. Para muchas personas, aceptar tanto lo positivo como lo negativo de sí mismos puede ser un desafío. Nos cuesta reconocer nuestras sombras, y esto puede llevarnos a proyectar nuestras inseguridades en el entorno, lo que a su vez alimenta la idea de que el problema está fuera de nosotros. Sin embargo, Brenda sugiere que este proceso es fundamental para encontrar un equilibrio emocional que nos permita integrar las experiencias negativas sin que estas afecten nuestro autoconcepto. “Ser consciente de nuestras luces y sombras es lo que nos permite conectar de manera auténtica con los demás”, sostiene. El tipo de lugares donde intentamos encajar también puede marcar la diferencia en cómo nos sentimos. La experta sugiere que, en lugar de buscar solo intereses en común, es preferible encontrar grupos donde haya valores similares. ¿Es el entorno o nosotros? Aunque es cierto que el trabajo interno y la autocomprensión son esenciales, Brenda reconoce que también existen entornos que realmente no son compatibles con nosotros. Sin embargo, distinguir si el problema está en nosotros o en el entorno puede ser complicado, especialmente cuando estamos emocionalmente involucrados. Brenda nos invita a evaluar los espacios en los que intentamos encajar, preguntándonos si estos realmente nos aportan bienestar o si, por el contrario, minan nuestra paz mental. “Si el lugar donde estás no aporta nada positivo a tu vida, quizás no sea el espacio adecuado para ti, y eso no es necesariamente algo negativo”, explica. Dicho de otro modo, aunque puede doler aceptar que un grupo o entorno no es adecuado para nosotros, Brenda nos recuerda que no estamos obligados a encajar en todas partes. De hecho, la verdadera libertad emocional viene de aceptar que no todos los lugares ni todas las personas encajan con nuestra forma de ser, y eso está bien. “Es importante entender que no es nuestra obligación adaptarnos a cada entorno. A veces, simplemente no resonamos con ciertas personas o