¿Evitas hablar en público por miedo a ser juzgado?: 13 maneras para superar la vergüenza y potenciar tu crecimiento personal | miedo al rechazo | autoestima |autocrítica | BIENESTAR
En nuestra vida cotidiana, pocas emociones son tan poderosas y persistentes como la vergüenza. Aunque puede parecer transitoria o menor, esta actúa como una sombra que puede frenar nuestras decisiones, limitando muchas veces la forma en que interactuamos con el mundo y, aún más importante, la manera en que nos percibimos a nosotros mismos. Según explicó la doctora Fanny Abanto, psicoterapeuta especializada en terapia de esquemas a Bienestar, la vergüenza está estrechamente relacionada con nuestro autoconcepto y nuestra identidad, provocando un cuestionamiento constante que afecta significativamente nuestro valor personal, autoestima y confianza. Desde la infancia, aprendemos a evitar ciertos comportamientos o situaciones para no sentirnos avergonzados, temiendo ser juzgados o rechazados. Sin embargo, esta evitación se va tornando en un patrón que persiste en la adultez, bloqueando oportunidades hasta el punto de restringir nuestro propio crecimiento personal. ¿Cuántas veces evitamos expresarnos libremente, intentar algo nuevo o asumir riesgos por miedo al “qué dirán” o a no ser lo suficientemente buenos? Sin duda, este tipo de temores, impulsados por la vergüenza, puede llegar a definir nuestras elecciones y alejarnos de nuestras metas, sueños y relaciones significativas. “Según Robert Plutchik, creador de la rueda de las emociones, la vergüenza es una emoción compleja y social que proviene de las emociones básicas, innatas y universales como el miedo y el disgusto. Básicamente, se activa ante situaciones en las que sentimos que hemos violado un estándar personal, moral y/o social y, está relacionada con la propia autoevaluación y autopercepción, ya que va acompañada de una sensación de insuficiencia o inferioridad, la cual puede llevar a sentimientos de humillación, incomodidad y deseo de ocultarse o escapar”. ¿Por qué la vergüenza es una emoción tan poderosa? La vergüenza es una emoción poderosa porque está profundamente conectada con nuestra necesidad de pertenencia y aceptación social. Alberto Alegre Bravo, coordinador académico de la carrera de psicología de Continental University of Florida, señaló que esta emoción provoca una autoevaluación negativa que puede disminuir nuestra autoestima y generar respuestas fisiológicas incómodas, así como también puede traer consigo una serie de consecuencias duraderas tanto en la salud mental como en las relaciones personales, intensificando así su impacto emocional. La vergüenza se origina a menudo en experiencias tempranas o en el miedo a la desaprobación social. Nos lleva a cuestionar nuestro valor y a sentir que hay algo fundamentalmente incorrecto en nosotros mismos, desencadenando pensamientos como «no soy lo suficientemente bueno». Asimismo, esta es una emoción que logra activar diversas partes de nuestro cerebro y cuerpo, generando una respuesta intensa que afecta cómo nos sentimos y actuamos. A nivel de nuestro sistema límbico, la vergüenza activa algunas regiones como el hipocampo, el cual ayuda a formar recuerdos emocionales y la amígdala, encargada de procesar las emociones, así como también provoca una reacción de “lucha o huida”. Esto significa que, al sentir vergüenza, nuestro primer impulso puede ser escapar de la situación o, a veces reaccionar con cierta agresividad, lo que explicaría por qué esta emoción puede hacernos sentir incómodos y ansiosos o incluso con la necesidad de escondernos, refirió Abanto. “Además, la vergüenza genera reacciones físicas en el cuerpo debido a la activación del sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, al sentir vergüenza, nuestro ritmo cardíaco se acelera, nuestras pupilas se dilatan, y las funciones digestivas se ven afectadas. Estas respuestas fisiológicas hacen que la vergüenza se sienta aún más fuerte y difícil de ignorar, lo cual intensifica la incomodidad. Igualmente, el córtex prefrontal, que es la parte del cerebro que usamos para tomar decisiones y controlar nuestras emociones, también se activa. Gracias a esto, aunque la vergüenza sea muy intensa, tenemos la posibilidad de calmarla y decidir cómo reaccionar”. ¿Qué factores pueden incrementar la susceptibilidad a la vergüenza? De acuerdo a Patricia Cortijo, neuropsicóloga de la Clínica Internacional, existen ciertos rasgos de personalidad, como la alta sensibilidad, el perfeccionismo y la baja autoestima, que pueden predisponer a una persona a experimentar la vergüenza. Del mismo modo, las experiencias de abuso o trauma pueden intensificar estos sentimientos y llevar a una devaluación personal. “Las experiencias de rechazo, humillación o críticas en la infancia tienen un impacto duradero en la sensibilidad a la vergüenza. En entornos familiares o culturales que valoran la conformidad y la aprobación, las normas sociales establecen expectativas sobre cómo deben comportarse las personas. Cuando alguien siente que no encaja con estas expectativas, es probable que experimente vergüenza. En sociedades donde se exalta la conformidad, el miedo al juicio social se convierte en un impulsor poderoso que afecta la autoimagen y las decisiones personales, priorizando la aceptación sobre la autenticidad”, sostuvo el doctor Alegre. Las normas sociales y las expectativas culturales también pueden influir en cómo los hombres y las mujeres experimentan y gestionan la vergüenza. Las mujeres, por lo general, la experimentan en contextos relacionales y sociales, mientras que, los hombres suelen relacionar la vergüenza con el fracaso y la competencia, optando así por la evasión o minimización de la emoción. Muchas personas caen en patrones de autolimitación debido a la vergüenza, lo que se manifiesta en pensamientos y comportamientos autoimpuestos. Estas autolimitaciones pueden llevar a rechazar oportunidades en el trabajo, evitar relaciones íntimas o dejar de expresar opiniones. ¿De qué manera la vergüenza limita el crecimiento personal? La vergüenza está directamente relacionada a voces críticas internas, a sentimientos de culpa y, en algunos casos, a la sensación de haber fracasado en algún aspecto de nuestra vida, lo cual puede llegar a neutralizarnos, limitarnos y condicionar nuestras decisiones, mencionó la experta en terapia de esquemas. Asimismo, esta emoción puede hacernos actuar en contra de nuestros propios deseos o metas al generar un miedo intenso al juicio o al fracaso. Como destacó Alberto Alegre, esto puede llevarnos a evitar oportunidades, conformarnos con expectativas ajenas y renunciar a lo que realmente queremos, priorizando la aprobación social sobre nuestras propias aspiraciones. La vergüenza también puede afectar negativamente la confianza en uno mismo y la autoestima al fomentar una autoevaluación crítica y sentimientos de insuficiencia. Al sentir que hemos fallado en cumplir con