Hace cuatro años, el mundo entero se enfrentó a uno de los eventos más inesperados y trascendentales: la pandemia de COVID-19, la cual logró marcar un antes y un después en la historia de la humanidad. Sin duda, este fue el epicentro de una revolución, pues lo que comenzó como un brote viral en una pequeña ciudad de China, rápidamente se convirtió en una crisis sanitaria global sin precedentes. Durante meses, la infección causada por el virus del SARS-CoV-2 se propagó de forma vertiginosa, paralizando al planeta entero y obligando a millones de personas a adaptarse a una “nueva normalidad” dominada por la incertidumbre, el miedo y la resiliencia, trayendo consigo un confinamiento masivo y un cambio radical en las dinámicas laborales y sociales. Asimismo, los sistemas de salud colapsaron y las ciencias y la tecnología avanzaron a pasos agigantados para desarrollar respuestas y soluciones, como las vacunas, que representaron un hito crucial en la lucha contra este enemigo invisible. Hoy, años después, nos encontramos en una etapa que muchos denominan como la “era post-COVID”; sin embargo, como aseguró el doctor José Luis Cabrera, neumólogo de la Clínica Internacional a Bienestar, su impacto sigue siendo profundo y multifacético, ya que, hasta el 31 de agosto del 2024, se han registrado 776 millones de casos confirmados y 7 millones de muertes. Aunque la fase aguda de la pandemia ha disminuido, el COVID-19 continúa siendo una preocupación de salud pública, puesto que cada vez más personas reportan síntomas persistentes y secuelas que afectan su calidad de vida, lo que ha llevado a la comunidad científica a estudiar estas nuevas amenazas. Una investigación reciente, publicada el pasado 21 de agosto en la revista académica JAMA Psychiatry, analizó los trastornos mentales asociados con el diagnóstico de COVID-19 según el estado de vacunación en pacientes hospitalizados y en la población general. Para ello, los autores examinaron los historiales médicos de tres grupos de adultos, con edades comprendidas entre 18 y los 110 años, diagnosticados con el virus entre enero de 2020 y diciembre de 2021. El primer grupo, compuesto por 18,6 millones de personas, fue diagnosticado antes de que las vacunas estuvieran disponibles. Los otros dos grupos incluyeron a 14 millones de personas vacunadas y 3,2 millones no vacunadas. En el artículo titulado “COVID-19 and Mental Illnesses in Vaccinated and Unvaccinated People”, se encontró que la incidencia de trastornos mentales, como la depresión, los trastornos de ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar, esquizofrenia, entre otros, fue significativamente mayor entre la primera y la cuarta semana posterior al diagnóstico de la infección de coronavirus, con un aumento más pronunciado en personas no vacunadas. Además, se determinó que los pacientes hospitalizados tenían un mayor riesgo de desarrollar trastornos mentales. En concreto, entre quienes contrajeron el virus antes de la disponibilidad de las vacunas, la incidencia de depresión fue 16.3 veces mayor en los pacientes hospitalizados, mientras que en aquellos que no requirieron hospitalización fue 1.22 veces mayor. El COVID-19 es una enfermedad infecciosa causada por el coronavirus SARS-CoV-2. Desde su aparición a finales de 2019, ha desencadenado una pandemia global, llevando a la implementación de medidas de contención que afectaron los sistemas de salud, educación y bienestar emocional de la población a nivel mundial. / JOEL SAGET ¿Cuáles son los factores de riesgo del COVID-19? De acuerdo a Julio Cachay, infectólogo de la Clinica Ricardo Palma, el COVID-19 es una infección producida por el SARS-CoV-2, un virus de características emergentes, razón por la cual, la población mundial no tenía una respuesta inmune previa, por lo que, al surgir, desencadenó una onda epidemiológica importante que dio lugar a una emergencia de salud global. Si bien esta enfermedad emergente no discriminada a nadie, como refirió el neumólogo, sí se observó una mayor tendencia entre las personas que presentaban los siguientes factores de riesgo: Edad avanzada: Las personas mayores, especialmente aquellas de 65 años o más, tienen un mayor riesgo de complicaciones graves. Enfermedades crónicas: Condiciones como enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión, enfermedad hepática crónica y enfermedades pulmonares crónicas (como EPOC o asma severo) aumentan el riesgo. Obesidad: Un índice de masa corporal (IMC) elevado se asocia con un mayor riesgo de complicaciones. Inmunosupresión: Personas con sistemas inmunitarios debilitados debido a condiciones,como VIH/SIDA, cáncer en tratamiento, trasplante de órganos o enfermedades autoinmunes. Fumar: El tabaquismo se asocia con un mayor riesgo de complicaciones severas en caso de infección. ¿Qué secuelas se observan en pacientes post-COVID? Esta infección viral afecta al organismo de manera generalizada, aunque su principal impacto se manifiesta en el sistema respiratorio. En su fase aguda, puede provocar embolias pulmonares de intensidad leve, moderada o severa. Como precisó el infectólogo, en los casos moderados a severos, pueden ocurrir alteraciones estructurales en los pulmones, lo que podría derivar en fibrosis pulmonar. “Las secuelas que experimentan muchos pacientes después de recuperarse de COVID-19, conocidas como “COVID prolongado” o “long COVID”, incluyen una amplia gama de síntomas persistentes. Estos pueden manifestarse como fatiga extrema, dificultad para respirar, niebla mental (problemas de concentración o memoria), dolor muscular, complicaciones digestivas, así como cefaleas y taquicardia. Se considera que una persona se encuentra en este estado post-COVID cuando la sintomatología permanece durante más de 4 a 12 semanas después de la fase aguda de la infección. Por ello, se destaca que, las personas no vacunadas pueden tener un mayor riesgo de desarrollar estos síntomas a largo plazo, especialmente si sufrieron una infección grave. La falta de vacunación no solo aumenta el riesgo de una enfermedad severa, sino también la posibilidad de padecer efectos prolongados, que pueden afectar diversos sistemas del organismo, incluyendo trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad, entre otros.” Por consiguiente, en el estudio publicado en JAMA Psychiatry, se encontró que la incidencia de la depresión en las cuatro semanas posteriores al diagnóstico de COVID-19, fue 1.93 veces superior en las personas que habían contraído la infección antes de la vacunación, 1,79 veces superior entre el grupo no vacunado y 1,16 entre los vacunados. Por otro lado, el riesgo de