Shakira volvió a Lima y se reivindicó con creces. Tras la suspensión de uno de sus conciertos de su tour “Las mujeres ya no lloran”, en febrero, por una intoxicación alimentaria, anoche demostró —sin dejar un resquicio de duda— que la espera valió cada día. Desde el primer segundo en que pisó el escenario, acompañada de un cuerpo de baile enérgico y unos músicos que sostenían cada giro con solidez, quedó claro que venía a saldar “una deuda”. Y la saldó con un espectáculo que hizo viajar en el tiempo a todos sus seguidores.
Porque Shakira no solo regresó: se desplegó entera. Fue la rockera de guitarra en mano que ruge entre distorsiones, la diva pop de movimientos trazados con precisión, la loba que —entre aullidos— transforma en fuerza todo lo vivido. Y mientras ella cambiaba de piel, el Estadio Nacional se llenaba de espejos generacionales: decenas de jovencitas con pelucas moradas evocando “Las de la intuición”; mujeres que alguna vez compraron el casete de “Pies Descalzos” y se decantaron con “Antología”, y aquellas que aprendieron a mover monedas en la cintura después de verla girar en “Ojos así”.
También estaban quienes llegaron por sus himnos mundialistas —los del Waka Waka— y quienes la descubrieron en su etapa reguetonera, porque cualquier género que Shakira toca lo eleva. Estaban las que se reconocen en la loba herida que volvió a levantarse cantando su propia verdad. Shakira convocó a todas sus eras. Todos los tiempos que alguna vez nos acompañó. Y Lima, anoche, le respondió como si esa historia recién comenzara otra vez.

“Girl Like Me” encendió el estadio con su pulso rítmico; luego, como un guiño directo a las fans de larga data, llegó “Las de la intuición”. (Foto: Giancarlo Ávila/@photo.gec)
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A las 8:30, las luces se atenuaron y, minutos después, el Estadio Nacional quedó suspendido en un silencio eléctrico. Era el preludio del segmento “Camina con la loba”, y cuando las pantallas se abrieron, Shakira ingresó al escenario flanqueada por sus invitados e invitadas peruanos —entre los que destacó la presencia de Susy Díaz—, como si juntos invocaran un ritual de fuerza y renovación. Ese rito se encendió con “La fuerte”, un manifiesto de resistencia y el anuncio claro de que esa noche la colombiana venía a renacer.
“Buenas noches, Lima… qué recibimiento tan bonito, qué ganas tenía de volver al Perú”, dijo Shakira mientras una oleada de emoción subía desde las tribunas como un abrazo colectivo. Luego, casi a modo de confidencia, añadió: “De las caídas nadie se salva. Lo que sí sé es que cada vez que nos levantamos, lo hacemos un poquito más sabias, más fuertes, más triple M. Bienvenidos al tour Las mujeres ya no lloran”.
“Girl Like Me” encendió el estadio con su pulso rítmico; luego, como un guiño directo a las fans de larga data, llegó “Las de la intuición”, seguida de “Estoy aquí”, ese clásico que devolvió a todos a la Shakira que escribía desde la vulnerabilidad y el filo poético.
Entonces irrumpió la Shakira rockera: “Empire” abrió sus notas como un rugido y se fundió con “Inevitable”, ese viejo golpe al corazón que nadie puede cantar sin quebrarse un poco.
El tramo más reciente de su repertorio comenzó con “Te felicito” y “TQG”, himnos de ruptura que medio estadio entonó como si los hubiese escrito para sí mismo. Con “Don’t Bother”, reapareció la furia elegante; con “Acróstico”, el abrazo maternal que silenció las tribunas por unos instantes.

Shakira al ritmo de «Te felicito». (Foto: Giancarlo Ávila/@photo.gec)
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El concierto cambió de atmósfera al entrar en la secuencia latina: “Copa Vacía”, “La bicicleta” y “La tortura” desataron un baile colectivo que no distinguió edades. Pero el verdadero terremoto llegó con “Hips Don’t Lie”, donde todo el estadio pareció moverse al mismo tiempo.
La fiesta continuó con “Chantaje” y “Monotonía”. Luego, “Addicted To You” y “Loca” convirtieron el Nacional en un carnaval. El bloque urbano culminó con “Soltera”, que estalló entre miles de adolescentes repitiendo el trend de TikTok.

Más de 40 mil personas se dieron cita en el primer día del show de Shakira en el Estadio Nacional. (Foto: Giancarlo Ávila/@photo.gec)
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Después llegaron canciones que devolvieron al público a los inicios: “Cómo, dónde y cuándo” y “Última”, antes de que “Ojos así” encendiera el trance árabe que solo Shakira sabe convocar.
El tono nostálgico se profundizó con “Pies descalzos, sueños blancos”, “Antología” y “Poem to a horse”, un tramo casi confesional que unió generaciones.Y entonces llegó uno de los momentos más inolvidables de la noche:“La pared”, interpretada junto a la Orquesta Filarmónica de Lima, que envolvió el estadio en una atmósfera íntima y majestuosa, una pausa luminosa antes del siguiente estallido de energía.
La fuerza volvió con “Objection”, seguida por la celebración global de “Whenever, Wherever”.
El estadio terminó de rendirse ante “Waka Waka”, un himno que ya no pertenece a ningún país sino a todo el planeta.
Entonces, luego de retirarse durante unos minutos del escenario, llegó el tramo final: “La loba”, un estallido escénico marcado por aullidos, luces rojas y la figura inmensa de un lobo emergiendo desde el escenario. Era la Shakira que se sacude y se convierte.
Y para cerrar la inolvidable noche, la frase que todos esperaban: “A propósito de la siguiente canción… cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.
“BZRP Music Sessions, Vol. 53” cayó como un trueno. Mientras la cantaba, volaban billetes con su rostro, estallaban fuegos artificiales y el lobo gigante parecía tomar vida. Fue la catarsis final.

El tramo más reciente de su repertorio comenzó con “Te felicito” y “TQG”, himnos de ruptura que medio estadio entonó como si los hubiese escrito para sí mismo. (Foto: Giancarlo Ávila/@photo.gec)
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A las 10:40, tras tres horas exactas de concierto, Shakira se llevó la mano al corazón: “Los quiero mucho, gracias, mi gente”. Y se despidió, dejándole a Lima la sensación de haber sido testigo de algo más que un show: una artista que se reivindicó, que renació y que compartió con todos sus eras, sus heridas y su fuerza.





