En “Mi Álbum Blanco”, Leoncio Villanueva vuelve sobre un territorio que ha recorrido durante toda su vida artística: la búsqueda de equilibrio entre lo racional y lo instintivo. La exposición, presentada en LA GALERÍA, reúne doce obras de mediano y gran formato en las que se mezclan figuras geométricas, trazos orgánicos y guiños surrealistas. “Mi alma está dividida —confiesa—, ama ambas partes y trata de reunirlo todo en un solo mundo, con colores vibrantes sobre grises que amortiguan el grito”.
Esa intuición, según el artista, es el punto de partida de toda su obra. No la entiende como improvisación, sino como una brújula interior que orienta el proceso creativo. “La intuición —menciona— es la cualidad que indica por dónde seguir el camino. Los antojos son impulsos que te llevan a ejecutar una obra, pero también interviene la reflexión. Lo que se intuye es algo permanente”.
El resultado es una pintura que respira desde la contradicción. Sus cuadros no buscan una armonía perfecta, sino la convivencia de fuerzas distintas: razón y emoción, forma y gesto, pensamiento y azar. En ese juego de opuestos, Villanueva construye un lenguaje propio que, más que resolver tensiones, las mantiene vivas sobre el lienzo.

Sin título, óleo, acrílico y collage sobre lienzo. 2025, 115 x 100 cm.
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Al estilo Beatle
El título de la exposición no es una metáfora casual. “Mi Álbum Blanco” remite directamente al disco doble de los Beatles, célebre por su diversidad y su aparente falta de unidad. Villanueva adopta ese espíritu para presentar una selección de obras que resumen distintos momentos de su carrera, piezas que, como canciones de un mismo álbum, se sostienen por su individualidad. “No hay un tema que marque la pauta —explica—, pero claramente se puede observar que, a pesar de las diversas temáticas, hay un estilo reconocible y que es mío”.
La muestra propone un recorrido por sus diferentes etapas sin convertirse en retrospectiva. Cada obra se comporta como una pista independiente: algunas vibran por su color, otras por la geometría contenida, todas por la necesidad de mantener el movimiento. Lo que une el conjunto no es una narrativa común, sino la continuidad de una mirada que no se repite.

Escenario V, acrílico sobre lienzo. 2025, 100 x 140 cm
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Villanueva rechaza la idea de cierre o de síntesis definitiva. Define Mi Álbum Blanco como un archivo en construcción, una bitácora abierta donde cada cuadro marca una posible dirección. Cita a Rodríguez Larraín y a Eielson como ejemplos de artistas que se negaron a quedar fijos en una imagen pública. “Eso es ser un artista cabal —enfatiza—, no ser prisionero del estilo.”
Quizás por eso esta exposición se siente abierta, como si no terminara en la sala. Cada obra guarda la expectativa de permanecer, de seguir dialogando con quien la observe en otro momento, bajo otra mirada. “Me gustaría que gusten de mi obra, que sea apreciada —concluye—, que no haya indiferencia frente a ella. Pero eso no depende de uno. El juez supremo es el tiempo, y los gustos cambian”. Como Bach, recuerda, muchos artistas son entendidos de otra forma con los años. “Así es que el deseo es que la obra de uno perdure”.