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Durante décadas, el coeficiente intelectual (CI) fue considerado como el máximo referente del talento humano. En los colegios, los niños que resolvían rápido un problema matemático, memorizaban con facilidad o destacaban en las pruebas de rendimiento, si duda, eran vistos como los más inteligentes. Incluso la historia está llena de ejemplos de grandes personalidades, como Albert Einstein o Marie Curie, cuyo éxito ha estado asociado a su capacidad cognitiva.

Sin embargo, hoy esa visión ha cambiado gracias a las altas capacidades intelectuales (ACI), las cuales van más allá de obtener buenas notas o resolver ecuaciones complicadas. Un niño con ACI puede aprender a leer antes que sus compañeros, pero también mostrar una curiosidad insaciable, una sensibilidad emocional profunda o un perfeccionismo que lo frustra con facilidad.

Aquí es donde los padres cumplen un rol fundamental, ya que reconocer estas señales a tiempo y comprender qué hay detrás de ellas es clave para acompañar su desarrollo, no solo académico, sino también emocional y social. Solo así es posible ayudarles a crecer felices y desplegar todo su potencial.

¿Qué son las altas capacidades intelectuales?

Las personas con altas capacidades intelectuales, conocidas también como AACC o ACI, no se limitan a “ser muy inteligentes” o “sacar siempre buenas notas”. Según explicó Vania Marquina, psicóloga especializada en neurociencia educacional y directora científica de Cortex a Hogar y Familia, son individuos con un potencial intelectual excepcional, reflejado en un cociente intelectual significativamente superior al promedio y con habilidades destacadas en razonamiento lógico, resolución de problemas complejos, y creatividad.

“Este concepto es un diagnóstico paraguas, ya que incluye superdotación (capacidad intelectual general muy alta), talentos específicos (muy altos en un área en particular) y precocidad (desarrollo adelantado en edades tempranas). En el Perú, además, las ACI están reconocidas dentro de las Necesidades Educativas Especiales (NEE) y pueden recibir apoyo a través de programas como SAANEE y PANETS”

Por su parte, José Manuel Delgado, docente de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur, investigador y especialista en altas capacidades, agregó que estas pueden expresarse en lo cognitivo, creativo, artístico, académico, psicomotriz o en el liderazgo, y están muy influenciadas por la motivación y el entorno que estimule el aprendizaje.

Esto significa que un estudiante con ACI puede aprender con mayor rapidez y profundidad, incluso en temas que no corresponden a su grado escolar. Pero si no se le identifica o se le brinda un entorno retador, es común que aparezcan el aburrimiento, el aislamiento o incluso un bajo rendimiento académico.

“En la práctica, esto puede verse en un niño que entiende conceptos con una sola explicación, recuerda detalles de conversaciones lejanas o utiliza palabras poco comunes para su edad. Sin embargo, esto no garantiza buenas calificaciones: un niño con ACI puede aburrirse en clase o incluso enfrentar dificultades de aprendizaje como la dislexia, lo que afecta su rendimiento. A la inversa, un estudiante muy aplicado y con apoyo familiar puede tener notas sobresalientes sin necesariamente presentar altas capacidades”, aclaró Patricia Cortijo, neuropsicóloga de Clínica Internacional.

¿Cómo identificar a un niño con altas capacidades?

De acuerdo con Marquina, no existe un rasgo aislado que permita identificar a un niño con altas capacidades intelectuales (ACI). Más bien, se trata de un conjunto de indicadores que varían según la etapa del desarrollo y que conviene observar con atención.

Detectar las altas capacidades desde la infancia permite potenciar talentos y evitar frustraciones. El reto es mirar más allá del simple 'es inteligente'.

Detectar las altas capacidades desde la infancia permite potenciar talentos y evitar frustraciones. El reto es mirar más allá del simple ‘es inteligente’.

Preescolar (4–6 años)

  • Lenguaje y curiosidad avanzados
  • Juego simbólico complejo
  • Aprendizaje rápido
  • Memoria destacada
  • Alta sensibilidad emocional/sensorial
  • Hiperfoco en intereses
  • Aburrimiento constante en tareas repetitivas o de baja estimulación

Primaria

  • Preguntas altamente curiosas
  • Pensamiento lógico, poco emocional
  • Busca retos
  • Perfeccionismo
  • Alta capacidad para aprender de forma independiente
  • Preferencia en trabajar con adultos o niños mayores
  • Aprenden rápido
  • Puede aparecer subrendimiento si no hay ajuste (se desconecta o “parece distraído”)
  • Necesitan apoyo en el ámbito académico y social para evitar frustraciones.

Adolescencia

  • Pensamiento lógico, poco emocional
  • Pensamiento abstracto avanzado
  • Intereses profundos
  • Proyectos autodirigidos
  • Prefiere trabajar solo
  • Alto riesgo de ansiedad, desmotivación o aislamiento si el entorno no acompaña

Sin embargo, la experta en neurociencia educacional advirtió que hay signos menos obvios, pero muy característicos en niños con ACI, como la sobreexcitabilidad (intensidad psicomotriz, emocional, intelectual, imaginativa y sensorial) que puede confundirse con “hiperactividad” o “terquedad”, así como la asincronía, es decir, un razonamiento avanzado acompañado de motricidad fina o funciones ejecutivas aún inmaduras. También suelen mostrar hipervigilancia hacia la justicia o los errores, lo que refuerza el perfeccionismo y la autocrítica.

“No existe una edad idónea para evaluar ACI, pero conviene hacerlo cuando el desarrollo precoz empieza a generar malestar o dificultades en la escuela: aburrimiento, conductas disruptivas o frustración. Desde los 5 años ya puede realizarse una evaluación a través de la observación y pruebas psicométricas”.

En esta misma línea, Rolando Barrera, psicólogo especialista en neuropsicología infantil del Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión encargado del área de evaluación y diagnostico en población neurodivergente, recalcó que los niños con ACI desarrollan sus habilidades de forma natural y precoz, a diferencia de un niño aplicado, cuyas competencias avanzan progresivamente gracias a la disciplina y estimulación en casa.

“Por ejemplo, ante una tarea nueva, el niño con altas capacidades suele resolverla de forma creativa, mientras que un niño aplicado tiende a usar únicamente lo que le enseñaron”, añadió la neuropsicóloga.

¿Cómo es el proceso de diagnóstico?

El diagnóstico de las altas capacidades intelectuales es un proceso complejo que requiere la mirada conjunta de distintos actores. Según Vania Marquina, deben participar los padres, los docentes, el psicólogo y, en muchos casos, un neurólogo pediatra para obtener una visión integral que considere tanto lo cognitivo como lo emocional y social.

La primera detección suele darse en el hogar o en la escuela. Como señaló el especialista en evaluación y diagnostico en población neurodivergente, los padres pueden observar las habilidades innatas de sus hijos, mientras que los profesores al comparar el rendimiento en el aula, pueden elaborar un informe pedagógico que describa las capacidades observadas y derivar al niño a un especialista.

El neuropsicólogo infantil, mediante un estudio detallado, emite un informe neuropsicológico que incluye la medición del CI y otros aspectos de la inteligencia. Según el psicólogo clínico Juan Pablo Castro, de MAPFRE Perú, las pruebas y evaluaciones más utilizadas son:

  • Escalas Wechsler de Inteligencia: Estándar internacional con versiones específicas según la edad (pre escolar de 2-7 años, escolar de 6 a 16 y de 17 a más) que ayuda a medir las capacidades cognitivas (razonamiento, memoria, comprensión verbal, etc.).
  • Escala de Inteligencia Stanford-Binet (5ª Edición): Es otra prueba de referencia que evalúa la inteligencia y las capacidades cognitivas en cinco factores.
  • Batería de Evaluación de Kaufman para Niños (KABC-II): Esta prueba es muy valorada porque diferencia habilidades de procesamiento mental de conocimientos adquiridos, lo que la hace más justa para diversos contextos socioculturales.
  • Evaluación cualitativa: El profesional no solo mira el puntaje final. Es crucial el análisis de cómo el niño resuelve los problemas: sus estrategias, su creatividad, su manejo de la frustración y su forma de razonar.
  • Información contextual: Se recopila información clave a través de entrevistas con la familia para recoger los hitos relevantes en el crecimiento del niño, así como con los docentes, ya que se revisan los trabajos escolares o portafolios de creaciones propias y, si es posible, se realizan observaciones en el aula.

“La evaluación integral busca entender el perfil completo de fortalezas y necesidades del niño, mucho más allá de un simple número o cociente intelectual (CI)”, recalcó Castro.

Muchos niños con altas capacidades sienten soledad, aburrimiento o incomprensión. Apoyarlos emocionalmente es tan importante como estimular su mente.

Muchos niños con altas capacidades sienten soledad, aburrimiento o incomprensión. Apoyarlos emocionalmente es tan importante como estimular su mente.

¿Cuál es la importancia del diagnóstico temprano?

Detectar las altas capacidades en la infancia es una intervención clave que determina cómo se desarrollará ese niño tanto académica como emocionalmente. De acuerdo con Patricia Cortijo, el diagnóstico temprano ayuda a que el niño se mantenga motivado, se adapte mejor a la escuela y evite frustraciones que, si no se abordan, pueden conducir a problemas serios como ansiedad, depresión o incluso abandono escolar.

“Identificar a tiempo permite que la familia y la escuela comprendan la manera particular de aprender y relacionarse del niño, evitando interpretaciones equivocadas (por ejemplo, “malcriado” o “hiperactivo”) y favoreciendo la construcción de una autoimagen positiva”, subrayó Delgado.

Beneficios inmediatos

  • Mejora de la motivación escolar y mayor compromiso con el aprendizaje.
  • Adecuación del entorno educativo a su ritmo y estilo de aprendizaje, lo que evita malentendidos y sanciones injustas.
  • Reducción de la frustración y de las conductas reactivas derivadas del aburrimiento o de tareas poco desafiantes.

Beneficios a largo plazo

  • Trayectoria educativa coherente: programas y desafíos adecuados que permiten desarrollar el potencial.
  • Prevención de problemas emocionales como baja autoestima, ansiedad o rechazo escolar.
  • Fomento de hábitos de estudio, autorregulación y sentido de pertenencia que fortalecen la identidad personal y el propósito.

Sin embargo, cuando no se detectan o no se acompañan correctamente, las consecuencias pueden ser profundas y duraderas. Entre los principales riesgos están: desmotivación crónica, fracaso escolar, baja autoestima, aislamiento social, riesgo de acoso, síntomas emocionales como ansiedad o depresión, y pérdida de talento. “El mayor riesgo no es no ser genio, sino no ser feliz siendo quien uno es”, destacó el especialista en altas capacidades.

¿Cuáles son los retos emocionales y sociales?

Cuando hablamos de altas capacidades no basta con enfocarnos en el potencial cognitivo. Estos niños también pueden atravesar por desafíos emocionales y sociales que, de no ser atendidos, afectan su bienestar y desarrollo integral.

Según Alexandra Sabal, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, uno de los principales retos es la soledad que experimentan al sentirse distintos o no encajar con sus pares. A esto se suma la ansiedad y un perfeccionismo extremo que los lleva a exigirse demasiado, temer equivocarse y evitar nuevos retos por miedo al fracaso. El aburrimiento escolar es otra dificultad frecuente, ya que no siempre encuentran un entorno académico estimulante, lo cual puede derivar en baja tolerancia a la frustración, cambios bruscos de ánimo o incluso rechazo a la escuela.

De igual manera, Juan Manuel Delgado resaltó como la asimetría entre lo cognitivo y lo emocional también pesa: un niño pequeño con pensamientos muy avanzados, por ejemplo, sobre la muerte, puede angustiarse porque aún no tiene los recursos emocionales para procesarlos ni la confianza para hablar de ello. Asimismo, suelen mostrar una sensibilidad y sentido de justicia intensos, reaccionando con fuerza ante lo que consideran injusto, lo cual a veces es malinterpretado como exageración o inmadurez.

En el plano social, pueden sentirse aislados o ser blanco de burlas, y algunos intentan ocultar sus diferencias para encajar, lo que daña su autoestima. A esto se añade la presión externa: muchos cargan con la expectativa de que siempre deben destacar, lo que genera estrés y desgaste emocional. Además, existe el riesgo de trastornos comórbidos como TDAH, dislexia, ansiedad o depresión, que complican el diagnóstico y requieren una mirada integral.

Por eso, para acompañarlos de forma adecuada, Sabal nos propone distintas estrategias como validar emociones (“veo que estás frustrado”) o practicar la exposición gradual al error para normalizar equivocarse y valorar el esfuerzo.

Delgado por su parte, recomendó algunos recursos visuales como:

Termómetro emocional (desde los 5 años)

  • Objetivo: Ayudar al niño a identificar y regular la intensidad de sus emociones.
  • Cómo se hace: Dibuja un termómetro con colores (azul = tranquilo, amarillo = molesto, rojo = muy alterado). Pídele que diga “¿en qué color estás ahora?” antes de reaccionar. Luego, juntos buscan formas de volver al azul: respirar, dibujar, caminar, etc.

Semáforo de decisiones

  • Objetivo: Identificar y frenar respuestas impulsivas o perfeccionistas.
  • Rojo: Me detengo (respiro).
  • Amarillo: Pienso (¿qué siento?, ¿qué necesito?, ¿qué opciones tengo?).
  • Verde: Actúo (escojo y pruebo una opción).
La clave está en el equilibrio: un hogar que estimule y un colegio que se adapte pueden marcar la diferencia en el desarrollo de estos niños.

La clave está en el equilibrio: un hogar que estimule y un colegio que se adapte pueden marcar la diferencia en el desarrollo de estos niños.

¿Qué hacer si el colegio no responde a las necesidades de tu hijo?

De acuerdo con José Manuel Delgado, lo primero es evitar la confrontación y apostar por la colaboración. La mayoría de instituciones no ignoran el tema por desinterés, sino porque carecen de formación o protocolos claros, por lo que el rol activo y propositivo de la familia resulta clave.

“Un buen punto de partida es observar y documentar las conductas del niño: aprendizajes rápidos, intereses intensos, frustración o desmotivación. Con esa información, los padres pueden solicitar una reunión formal con el tutor o la coordinación y abrir el diálogo con preguntas como: “¿Han notado algo similar en clase?” o “¿Es posible adaptar alguna tarea o ritmo?”

Si ya cuentan con una evaluación profesional, conviene compartirla resaltando sus implicancias pedagógicas, no solo los resultados de CI. En caso contrario, es recomendable pedir orientación al psicólogo del colegio o acudir a un especialista externo. Además, sugerir ajustes realistas y alcanzables —como proyectos personales, tareas diferenciadas, uso de tecnología o actividades de mayor profundidad— ayuda a que el colegio vea posibles soluciones y no demandas abstractas.

Entre las medidas más utilizadas están:

  • Adaptaciones curriculares: Pequeños ajustes que aumentan la complejidad o creatividad de la tarea sin cambiar los objetivos generales.
  • Enriquecimiento curricular: La estrategia más central, que permite profundizar, ampliar y diversificar el aprendizaje mediante exploración, desarrollo de habilidades o proyectos propios.
  • Aceleración: Avanzar de nivel en determinadas áreas, ya sea de manera parcial, por compactación de contenidos o con doble escolaridad en paralelo.

Estas medidas no son excluyentes y pueden combinarse; sin embargo, lo esencial es que el niño reciba desafíos reales y significativos sin descuidar su bienestar emocional y social.

¿Cómo estimularlos en el hogar?

Una de las formas más efectivas de estimular a los niños con altas capacidades en casa es ofrecerles actividades que despierten su curiosidad y les permitan explorar diferentes áreas de interés. Algunas ideas prácticas como sugirió Vania Marquina, son los proyectos de investigación guiados por lo que más les motive, la lectura diaria de materiales variados, los juegos de estrategia que desarrollen sus funciones ejecutivas, así como la creatividad a través del arte, la música, la naturaleza o la experimentación.

También recomendó promover actividades extracurriculares relacionadas con sus pasiones —como ciencia, robótica, ajedrez, música o clubes de lectura y teatro— ya que combinan el reto cognitivo con la oportunidad de socializar y compartir con otros.

“Estimular no significa exigir ni sobrecargar. El papel del hogar no es hacer que los niños “hagan más”, sino que disfruten aprendiendo, se sientan acompañados y mantengan su bienestar. Para lograrlo, es clave responder a su curiosidad cuando surja, darles opciones en lugar de imponer actividades, elogiar su esfuerzo más que los resultados y, sobre todo, respetar su juego libre y su descanso. Compartir experiencias culturales o científicas en familia, sin convertirlas en “clases”, también enriquece su aprendizaje”, precisó José Manuel Delgado,

Además, no debemos olvidar que siguen siendo niños, con la misma necesidad de jugar, equivocarse, frustrarse y descansar que cualquier otro. El desarrollo de su talento debe ir de la mano del desarrollo emocional. Esto implica no anticiparse a todos sus intereses, dejar espacio para la imaginación sin objetivos externos, aceptar los errores como parte del crecimiento y cuidar su salud física y emocional. Como el experto lo resumió: el amor, la libertad y el disfrute son tan importantes como el talento.

¿Qué hago si sospecho que mi hijo tiene altas capacidades?

La doctora Rocío Sifuentes, psicóloga de SANNA Clínica El Golf, nos propone estos pasos concretos:

  • Habla con el profesor o tutor: Comparte tus observaciones y escucha cómo lo perciben en el colegio.
  • Consulta con un especialista: Un psicólogo o neuropsicólogo infantil puede orientar sobre la necesidad de evaluación.
  • Solicita una evaluación oficial: En Perú, acude al equipo de orientación educativa de tu comunidad (como el BEBEDSAR) para obtener un diagnóstico formal.
  • Colabora con el colegio: Trabaja junto a docentes y directivos para que se apliquen medidas de apoyo o programas de enriquecimiento.
  • Ofrece un ambiente estimulante en casa: Fomenta intereses en lectura, ciencia, arte, idiomas o viajes.
  • Equilibra estimulación y bienestar: Combina el aprendizaje con juego, descanso y tiempo en familia.
  • Busca redes de apoyo: Conversar con otros padres en la misma situación puede brindar ideas y acompañamiento.



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