El primer año de vida de un bebé está lleno de momentos mágicos que parecen suceder de la noche a la mañana. Un día abre los ojos tratando de enfocar tu rostro, y al siguiente te sorprende con una sonrisa que deja a un lado cualquier cansancio. Más adelante, sus manos empiezan a estirarse para alcanzar un juguete, o sus balbuceos se convierten en intentos de comunicación que llenan de ternura a toda la familia.
Sin duda, cada pequeño avance, desde sostener la cabeza hasta dar los primeros pasos, es un recordatorio de lo asombroso que es el desarrollo humano en tan poco tiempo. Para los padres, estos cambios traen mucha alegría, pero también dudas: ¿es normal que duerma tanto?, ¿ya debería intentar sentarse?, ¿qué puedo hacer para ayudarlo sin presionarlo?
La buena noticia es que la mayoría de los bebés avanzan a su propio ritmo, y lo más valioso que pueden recibir de sus padres es paciencia, amor y un entorno seguro que los invite a explorar. Aun así, es importante tener una noción general de los hitos del desarrollo: no para comparar ni presionar, sino para estar atentos a posibles señales de alerta y consultar con un especialista si algo genera preocupación. De esta manera, los padres pueden disfrutar cada etapa con tranquilidad, sabiendo que acompañan a su bebé de la mejor manera.
0-3 meses
Los primeros tres meses de vida son una etapa de cambios intensos y rápidos, donde el bebé comienza a dar sus primeros pasos en el desarrollo físico, sensorial y emocional.
En el área motora, como explicó Mariana Guevara, coordinadora de Salud y Bienestar de Pacífico Salud a Hogar y Familia, durante el primer mes el bebé mueve brazos y piernas de manera espontánea, aunque todavía sin coordinación. Hacia el segundo mes puede levantar la cabeza y cuello brevemente cuando está boca abajo gracias a la mejora del tono muscular, y hacia el tercer mes ya controla mejor los movimientos, logrando girar la cabeza hacia sonidos o estímulos visuales.
“Se recomienda ofrecerle períodos cortos de tummy time varias veces al día para estimular la fuerza de cuello y espalda”, aconsejó la experta.
En cuanto al desarrollo de los sentidos, la vista evoluciona de forma progresiva: al nacer percibe luces y sombras, a los dos meses comienza a seguir objetos con la mirada y muestra preferencia por rostros humanos, y hacia los tres meses puede enfocar mejor y seguir movimientos más complejos.
Por eso, para estimularla es importante:
- Mantener un contacto visual frecuente, sobre todo al amamantar o acunar (20-30 cm de distancia).
- Usar juguetes de alto contraste o colores intensos (rojo, amarillo, azul).
- Colocar móviles sobre la cuna, siempre fuera de su alcance, pero dentro de su campo visual.
- Ofrecer espejos seguros, ya que los bebés disfrutan observarse.
El oído también muestra avances notables. Según Guevara, desde el nacimiento ya percibe sonidos, pero su capacidad de discriminarlos mejora con el tiempo. A los dos meses reacciona a voces familiares y sonidos fuertes, y hacia los tres meses comienza a emitir gorgoteos como respuesta a estímulos auditivos.

El contacto piel a piel, las caricias y las miradas amorosas son la mejor herramienta para conectar y estimular sus sentidos en esta etapa tan vulnerable.
Para reforzar esta área, se recomienda hablarle con frecuencia usando un tono suave, cantar canciones infantiles, ofrecer juguetes sonoros suaves, reproducir sonidos naturales y hacer ejercicios de localización sonora, colocando sonidos en distintas direcciones.
El sueño es otro aspecto central. De acuerdo con Noah Schwartz, pediatra de Cleveland Clinic, en esta etapa los bebés duermen entre 14 y 17 horas al día, en intervalos cortos de 2 a 4 horas, ya que aún no diferencian entre el día y la noche. Hacia los tres meses, algunos logran consolidar tramos más largos de sueño nocturno.
“Para favorecer las rutinas de descanso desde temprano, es clave ofrecer un ambiente seguro, siempre boca arriba, en una superficie firme, sin almohadas ni objetos blandos en la cuna y acostarlos somnolientos pero despiertos, para que aprendan a asociar la cama con dormir”.
En definitiva, otro punto clave es el vínculo afectivo, el cual es tan esencial como la alimentación. Como refirió Ángel Samanez, pediatra neonatólogo y decano de la carrera de medicina humana de la Universidad Científica del Sur, el contacto piel con piel ayuda a regular la temperatura, la respiración y el ritmo cardíaco del bebé, brindándole calma y seguridad, además de fortalecer el apego y favorecer la lactancia. En esta misma línea, el doctor Jorge Mucha, pediatra de la Clínica Ricardo Palma resaltó que este contacto también contribuye a la maduración de las comunicaciones interneuronales, impactando de forma positiva en el desarrollo.
“Durante estos meses, es importante estar atentos a ciertos indicadores de un desarrollo sano, que incluyen que el bebé responda progresivamente al entorno: gana en promedio unos 700 gramos por mes, mantiene un buen ritmo de deposiciones, está activo, presenta movimientos espontáneos de brazos y piernas, reacciona a ruidos, hace sonidos (además de llorar), está lactando bien, fija la mirada, sonríe alrededor de los 2 meses y ríe hacia los 3 meses. Pueden tener hipo, sobresaltos, pujo y esto es normal, no hay que asustarnos”, aseguró Carlos Lastarria, pediatra de Clínica Internacional.
4-6 meses
Entre los 4 y 6 meses, el bebé comienza a sorprender con avances cada vez más visibles y emocionantes. Según el pediatra de Cleveland Clinic, en este periodo muchos logran sostener la cabeza con firmeza, se impulsan con los brazos cuando están boca abajo e incluso empiezan a voltearse de la barriga hacia la espalda o viceversa. Estas nuevas destrezas muestran un mayor control postural, que más adelante le permitirán sentarse con apoyo.
También aparece un interés más marcado por el entorno: los bebés intentan agarrar objetos con intención, sonríen y ríen con facilidad, responden a estímulos sociales y disfrutan de la interacción con quienes los rodean.
“Un aspecto clave de este rango de edad es el control cefálico y del tronco, aunque a los 6 meses todavía muchos bebés necesitan apoyo para sentarse, ya deben mostrar fuerza suficiente para que su cabecita no caiga hacia los lados. Este hito es fundamental, porque marca el inicio de otra gran etapa: la alimentación complementaria”, afirmó el doctor Lastarria.
De acuerdo con Samanez, la introducción de sólidos suele recomendarse alrededor de los 6 meses, cuando se cumplen señales como mantener la cabeza erguida, sentarse con apoyo, mostrar interés por los alimentos, llevarse objetos a la boca y haber perdido el reflejo de empuje de la lengua, lo que facilita la deglución. Lastarria agregó que este paso debe hacerse de manera gradual, sin apuros, siguiendo siempre la guía del pediatra y ofreciendo opciones seguras como papillas o trocitos blandos.
Más allá de lo físico, el juego y la interacción social siguen siendo motores del desarrollo. El pediatra neonatólogo mencionó que objetos simples como sonajas, telas o espejos son suficientes para estimular la curiosidad, descubrir sonidos y texturas, y mejorar la coordinación ojo-mano. La interacción cotidiana también fortalece el vínculo emocional: hablarle mirándolo a los ojos, responder a sus gestos, sonreírle y jugar con sonidos o expresiones faciales le enseña al bebé a relacionarse y a repetir lo que observa en quienes lo cuidan.

Con cada nueva destreza, su mundo se expande. Es el momento perfecto para ofrecerle objetos seguros, responder a sus balbuceos y acompañarlo en sus nuevos logros.
7-9 meses
Entre los 7 y 9 meses, los bebés sorprenden con un gran salto en su desarrollo. En esta etapa suelen sentarse sin apoyo, girar con facilidad, empezar a gatear o desplazarse de distintas maneras e incluso ponerse de pie con ayuda. Todo esto abre la puerta a nuevas experiencias, pues el pequeño ya no depende solo de los brazos de sus cuidadores para explorar.
Su motricidad fina también avanza: agarra objetos con mayor precisión usando los dedos, se los pasa de una mano a otra y se divierte golpeando juguetes entre sí.
“El balbuceo se intensifica entre los 6 y 9 meses con sonidos como “ba”, “da” o “ma”, que el bebé repite en un intento de comunicarse. Aquí, el rol de los padres es clave: hablarle con frecuencia, responder a sus balbuceos como si fueran parte de una conversación, cantarle y nombrar los objetos de su entorno son estímulos que fortalecen la base del lenguaje”, recalcó Ángel Samanez.
En el plano social y sensorial, Mariana Guevara señaló que los bebés muestran un creciente interés por las personas y los objetos a su alrededor. Pueden responder a su nombre, imitar sonidos y gestos, y empiezan a mostrar preferencias por ciertos juguetes o actividades. Esta interacción no solo refuerza la comunicación, sino también el vínculo afectivo con quienes los rodean.
El juego se convierte en la principal herramienta de aprendizaje. De acuerdo con Samanez, actividades simples como cantar canciones con gestos, jugar a las escondidas con una tela, ofrecer objetos de distintas texturas o darles bloques y pelotas blandas permiten que ejerciten su motricidad, estimulen sus sentidos y, sobre todo, disfruten del tiempo compartido con sus cuidadores.
Sin embargo, con tanta movilidad, la seguridad se vuelve prioritaria. El doctor Schwartz advirtió que es fundamental colocar barreras en las escaleras, cubrir enchufes, asegurar cables y guardar lejos de su alcance productos peligrosos como medicinas o limpiadores. También se recomienda fijar los muebles a la pared para evitar accidentes y mantener la cuna libre de almohadas o juguetes blandos. Durante el juego, conviene dar objetos del tamaño adecuado para prevenir atragantamientos.
10-12 meses
En esta etapa, los bebés viven uno de los momentos más emocionantes de su desarrollo: comienzan a dar sus primeros pasos y a decir sus primeras palabras. Como indicó el doctor Carlos Lastarria, muchos pequeños logran caminar entre los 12 y 15 meses, aunque el rango es bastante amplio —puede ir desde los 9 hasta los 17 o 18 meses—, por lo que no existe una fecha exacta.
“Lo fundamental no es quién camine primero, sino que el niño haya pasado por etapas previas como el gateo, ya que esta experiencia fortalece su equilibrio, coordinación y seguridad. Para apoyar este proceso, se recomienda que caminen descalzos en casa dentro de un entorno seguro, porque así perciben mejor el piso y mejoran su pisada. Los zapatos, en cambio, deben reservarse para la calle y conviene que sean livianos y flexibles”.
Alrededor del año, los bebés también suelen pronunciar entre una y tres palabras con intención, como “mamá”, “papá” o “agua”, además de comunicarse con gestos —por ejemplo, señalando objetos o respondiendo cuando los llaman—. Lo verdaderamente importante, destacó el pediatra de Clínica Internacional, es que comprendan órdenes sencillas y que se comuniquen a través de gestos y balbuceos.

Los últimos meses del primer año traen consigo la emoción de los primeros pasos y las primeras palabras. Aunque el rango para estos hitos es amplio, lo importante es ver un progreso continuo.
“Si al cumplir un año aún no caminan solos o no dicen palabras claras, no necesariamente significa que exista un problema, siempre que se observe un progreso continuo: que intenten moverse, balbuceen, entiendan algunas instrucciones o reaccionen cuando se les llama”.
En esta etapa también aparece el juego simbólico, una forma de imitación que el doctor Samanez describió como “el inicio de la imaginación del niño”. Dar de comer a un muñeco, simular hablar por teléfono o usar bloques como si fueran comida son ejemplos de este juego que impulsa el lenguaje, la creatividad y la capacidad de resolver problemas. Los padres pueden fomentar esta habilidad ofreciéndoles objetos simples (muñecos, tazas, bloques), acompañando el juego con palabras y gestos, y sobre todo participando con entusiasmo, dejando que el bebé lidere la actividad.
Otro desafío común entre los 10 y 12 meses es la ansiedad de separación. El bebé comienza a comprender que sus padres existen, aunque no los vea, lo que puede generarle temor a quedarse solo. “Para manejarla, es importante despedirse siempre de forma breve y cariñosa —sin desaparecer a escondidas— y dejarles objetos que les brinden seguridad, como una mantita o un juguete favorito. Mantener rutinas claras y mostrar regresos consistentes ayudará a que aprendan, poco a poco, que mamá o papá siempre vuelven”.
Asimismo, Guevara sugirió practicar separaciones cortas que vayan aumentando de forma gradual, para que el bebé se acostumbre a pasar ratos sin sus padres en un ambiente seguro.
¿Cuáles son las señales de alerta deberían preocuparnos?
Algunas señales durante el primer año que requieren consulta con el pediatra son:
- No sostener la cabeza de forma firme después de los 4 meses.
- No sentarse sin apoyo hacia los 9 meses.
- No balbucear ni responder a sonidos.
- No mostrar interés por las personas o el entorno.
- No usar las manos para agarrar objetos.
- No hacer contacto visual o no sonreír socialmente.
- No intenta ponerse de pie cerca del año.
- Aparente tono anormal: muy rígido (hipertonía) o muy flácido (hipotonía) al mover el cuerpo.
De acuerdo con Samanez, detectar estas “banderas rojas” a tiempo permite una evaluación temprana y apoyo oportuno. Sin embargo, es importante tener cuidado con algunos mitos sobre el desarrollo que pueden generar preocupaciones innecesarias.
Por ejemplo, uno de los más comunes es pensar que todos los bebés deben caminar exactamente al cumplir un año. En realidad, el rango normal para dar los primeros pasos es entre los 9 y los 17–18 meses. Otro mito es que si el bebé no dice muchas palabras a los 12 meses ya hay un problema, cuando en esta etapa lo importante es el balbuceo intencional y la comprensión de palabras simples.
“También es común creer que no es necesario el tummy time porque el bebé duerme boca arriba, pero esta práctica es fundamental para fortalecer los músculos y prevenir retrasos motores. Conocer el rango normal de los hitos y la importancia de cada etapa ayuda a reducir la ansiedad de los padres y a enfocarse en un desarrollo saludable”, recomendó Noah Schwarz.
Algunas recomendaciones
- Responde a las señales del bebé: Tiempo de calidad y contacto corporal son más valiosos que llenar la agenda de actividades.
- Estimula de forma sencilla: Habla, canta, juega con objetos que pueda agarrar y deja que explore bajo supervisión.
- Evita la sobreestimulación: Prioriza momentos tranquilos y observa señales de cansancio o saturación.
- Confía en tu instinto parental: La observación constante y la respuesta afectiva son clave.
- Visitas periódicas: Mantén los controles pediátricos regulares y lleva al niño al especialista si persisten dudas o aparece alguna bandera roja.
- Registra lo necesario: Si te preocupa algo, documenta con apuntes o videos cortos para mostrarlo al pediatra, eso facilita la evaluación.
“El mejor consejo es recordar que el primer año no se trata de hacerlo “perfecto”, sino de disfrutar el camino. Confiar en el instinto, observar al bebé y responder a sus necesidades básicas de alimentación, afecto y seguridad es más que suficiente. Dar espacio para descansar, reír y compartir en familia permite que padres e hijos vivan este tiempo especial sin presiones y con la tranquilidad de que el amor y la presencia son lo más valioso para el desarrollo del bebé”, concluyó el doctor Ángel Samanez.