La picazón vaginal es una de esas molestias que casi todas las mujeres han sentido alguna vez. Incomoda, interrumpe la rutina y, para colmo, suele ser un tema difícil de conversar. Apenas aparece, muchas piensan de inmediato: “seguro es candidiasis”. Y aunque este hongo es una de las causas más comunes, no siempre es el verdadero culpable.
El problema surge cuando, por vergüenza o apuro, recurrimos a la automedicación con cremas o remedios caseros sin un diagnóstico previo. El resultado suele ser confusión y síntomas que no mejoran. Por eso, aprender a reconocer las señales, diferenciar la candidiasis de otras afecciones y saber cuándo acudir al médico no solo ayuda a aliviar la picazón, sino que también evita complicaciones y recurrencias.
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¿Qué es la candidiasis y por qué aparece?
La candidiasis vaginal es una infección provocada por el crecimiento excesivo del hongo Candida albicans. Como explicó la doctora Oluwatosin Goje, obstetra y ginecóloga de Cleveland Clinic a Bienestar, este microorganismo vive normalmente en pequeñas cantidades dentro de la vagina y, en equilibrio con las bacterias protectoras, no genera problemas. Sin embargo, cuando ese balance se rompe, el hongo se multiplica y aparecen síntomas como irritación, ardor y un flujo característico.
“Entre un 10% y 20% de las mujeres en edad reproductiva pueden tener colonización de Candida sin presentar síntomas”, aseguró Rolando Hernández, ginecólogo obstetra y docente de la carrera de Medicina Humana de la Universidad San Ignacio de Loyola.
Por su parte, la doctora Paola Marín, docente de la carrera de obstetricia de la Universidad Científica del Sur, señaló que ciertos factores aumentan el riesgo: uso de antibióticos de amplio espectro, diabetes no controlada, embarazo, inmunosupresión, VIH, anticonceptivos con estrógenos, ropa interior ajustada o sintética, permanecer mucho tiempo con humedad (como con ropa de baño mojada), jabones perfumados y duchas vaginales que alteran el pH natural.
“Es importante saber que la candidiasis no es una ITS, aunque los síntomas puedan confundirse. Tampoco está relacionada con la falta de higiene; de hecho, el exceso de lavados o el uso de duchas vaginales son los que alteran el pH y predisponen a la infección. Otro mito común es pensar que toda picazón vaginal es candidiasis, cuando pueden existir otras infecciones o problemas dermatológicos con síntomas similares”.

Flujo blanco y grumoso, ardor al orinar y dolor en las relaciones son síntomas clásicos de candidiasis. Pero algunas mujeres pueden tener la infección sin presentar molestias evidentes.
Más allá de la picazón: síntomas claros o silenciosos
Cuando se habla de candidiasis, la primera imagen que viene a la mente es la picazón intensa en la zona íntima. Y no es casualidad. Según la doctora Goje, este prurito suele ser constante y tan molesto que llega a interferir con el descanso, la vida diaria y la intimidad sexual.
“Muchas mujeres buscan atención médica precisamente por esta incomodidad que, aunque pueda aliviarse momentáneamente al rascarse, en realidad empeora la irritación y el enrojecimiento de la piel”.
Pero la picazón no llega sola. El ginecólogo Renato Sánchez, de la Clínica Ricardo Palma, recalcó que también son frecuentes el flujo vaginal espeso, blanco y grumoso, enrojecimiento, hinchazón, ardor al orinar, dolor en las relaciones sexuales e incluso, en algunos casos, pequeñas fisuras alrededor de la vulva que aumentan la molestia.
“El aspecto del flujo es, de hecho, tan característico que muchas pacientes lo describen de la misma manera: “se parece al yogurt o al queso cottage”. Y esta comparación no es exagerada, sino una realidad ampliamente reconocida. El flujo por candidiasis es blanco, grumoso y sin olor fuerte, lo que lo diferencia de otras infecciones vaginales que presentan secreciones más líquidas, de color variado o con mal olor”, detalló Angélica Landauro, ginecóloga de Clínica Internacional
Ahora bien, no todo es tan evidente. Aunque la picazón y el flujo llamativo son las señales más conocidas, no todas las mujeres presentan síntomas claros. Algunas pueden tener molestias muy leves o incluso ser completamente asintomáticas. Esto significa que la candidiasis puede estar presente sin que la paciente se dé cuenta de inmediato, lo que refuerza la importancia de no minimizar los cambios, por pequeños que parezcan.
¿En qué se diferencia de otras infecciones vaginales?
Cuando hablamos de infecciones vaginales, es común que muchas mujeres piensen de inmediato en la candidiasis. Sin embargo, no todas las molestias íntimas tienen el mismo origen ni se manifiestan de la misma manera.
De acuerdo con Hernández, la vaginosis bacteriana está producida principalmente por la bacteria Gardnerella vaginalis y tiene un signo muy característico: un flujo grisáceo con un olor penetrante, descrito incluso como a “pescado podrido”. Algo totalmente distinto al flujo blanquecino y grumoso típico de la candidiasis.
Por otro lado, las infecciones de transmisión sexual (ITS) representan otro escenario. Enfermedades como clamidia, sífilis, VIH, VPH o herpes generan síntomas muy variados.
Por ejemplo, como explicó la experta de Clínica Internacional, la tricomoniasis, una ITS frecuente, se distingue por producir un flujo amarillento, espumoso y con ardor intenso. La candidiasis, en cambio, suele asociarse más a picazón y molestias durante o después de las relaciones sexuales.

No todo flujo es candidiasis. Solo un médico, con examen y pruebas, puede confirmar la causa real. Automedicarse puede complicar el problema.
“Las infecciones vaginales también pueden deberse a bacterias, parásitos o virus. Además, la inflamación del cuello uterino suele manifestarse con flujo vaginal, lo que cambia por completo el diagnóstico y el tratamiento”, enfatizó Fidel Quispe especialista en ginecología y obstetricia de SANNA Clínica El Golf.
Confirmar el diagnóstico: lo que no debes pasar por alto
Aunque los síntomas clásicos —como picor, enrojecimiento y un flujo blanco espeso— pueden orientar rápidamente al diagnóstico, quedarse solo en la intuición clínica puede ser un error. Según Oluwatosin Goje, para confirmarlo, el médico puede tomar una muestra del flujo vaginal y observarla al microscopio, lo que permite identificar el hongo y, sobre todo, descartar otras causas de vaginitis que se presentan con signos muy parecidos.
Paola Marín coincidió y subrayó que la evaluación clínica debe complementarse con pruebas de laboratorio: “El diagnóstico se basa en la observación microscópica de un frotis vaginal, y en casos de síntomas persistentes o recurrentes, se recomienda un cultivo para identificar la especie de Candida”. Esto es clave porque no todas las especies responden igual a los tratamientos.
Además, los especialistas advirtieron que la automedicación puede jugar en contra. Usar antifúngicos sin una confirmación médica no solo puede retrasar el diagnóstico correcto, sino que también aumenta el riesgo de resistencia, especialmente en especies no albicans, más difíciles de tratar.
Tratamiento: lo que funciona y lo que no
El tratamiento debe ser específico, constante y, sobre todo, supervisado por un profesional de la salud.
Según la docente de la Universidad Científica del Sur, las opciones más utilizadas son los antifúngicos locales —óvulos, tabletas vaginales o cremas con derivados azólicos como el clotrimazol— y los sistémicos, como el fluconazol por vía oral. En infecciones no complicadas, los tratamientos locales suelen ser muy efectivos y de acción rápida. Sin embargo, si los síntomas son intensos o hay recurrencias, el esquema oral puede ser más conveniente.
“Un punto clave es, sin duda, la constancia. Suspender la terapia antes de tiempo o automedicarse puede impedir la resolución completa de la infección y abrir la puerta a nuevas recaídas”, recalcó la doctora Goje.
¿Y qué ocurre cuando la infección se vuelve repetitiva? Paola Marín explicó que se considera candidiasis vulvovaginal recurrente cuando una mujer presenta cuatro o más episodios en un año. Esto suele estar relacionado con factores de base —como diabetes no controlada, alteraciones del sistema inmunológico o el uso de terapias hormonales—, aunque en ocasiones no se identifica una causa clara. En esos casos, el tratamiento se apoya en dos pilares:
- Control de factores predisponentes: Identificar y corregir las condiciones que favorecen la infección, como el control estricto de la glucosa en pacientes diabéticas, la revisión de tratamientos hormonales o la modificación de hábitos que alteren el pH vaginal.
- Tratamientos prolongados o de mantenimiento: Iniciar con una fase de erradicación mediante antifúngicos orales o tópicos, seguida de un esquema de mantenimiento durante varias semanas o meses para prevenir recaídas
Sin embargo, el escenario cambia en el embarazo. Durante la gestación, los cambios hormonales alteran el pH vaginal y favorecen la proliferación de Candida. “Si no se trata, la infección puede asociarse a complicaciones como parto prematuro, bajo peso al nacer o infecciones neonatales”, advirtió la experta. En estos casos, lo que funciona son los antifúngicos tópicos —óvulos o cremas con clotrimazol, miconazol o nistatina—, que son seguros para la madre y el bebé. Sin embargo, lo que no funciona —y puede ser riesgoso— es el uso de fluconazol oral o antifúngicos sistémicos.

Ropa interior de algodón, evitar duchas vaginales, controlar la humedad y mantener una dieta equilibrada ayudan a reducir el riesgo de infecciones y recurrencias.
¿Cómo impacta en la vida íntima?
La candidiasis no solo es molesta por sus síntomas físicos, también puede tener un impacto directo en la vida íntima y en la dinámica de pareja. Según Angélica Landauro, las relaciones sexuales pueden volverse dolorosas, lo que lleva a que muchas mujeres pierdan el deseo, se sientan incómodas e incluso vean afectada su autoestima.
“Los síntomas como picazón, ardor, inflamación o sequedad vaginal generan incomodidad durante el acto sexual y frustración en la pareja. Esto, sumado a la ansiedad o la vergüenza que provocan los episodios recurrentes, puede hacer que la mujer tema que se interprete como un problema de higiene o, peor aún, como una infección de transmisión sexual, cuando en realidad no lo es”, precisó Marín.
Aunque la candidiasis vulvovaginal no se considera una ITS, la pareja sí puede influir en su recurrencia. El hongo puede colonizar el glande y causar balanitis, favoreciendo reinfecciones. Por eso, si el compañero presenta síntomas (enrojecimiento, picazón o placas blancas) es importante tratarlo, y en casos recurrentes se recomienda que ambos reciban tratamiento.
¿Cuándo es un signo de alerta?
La candidiasis vaginal no suele ser una amenaza grave para la salud, pero hay señales que no deben pasarse por alto. Cuando los episodios son frecuentes —cuatro o más al año— o no mejoran con el tratamiento habitual, puede ser un indicio de que algo más serio está ocurriendo en el organismo.
De acuerdo con Paola Marín, en estos casos podría tratarse de una diabetes no controlada, un estado de inmunosupresión (como sucede en personas con VIH, en quimioterapia o bajo uso prolongado de corticoides) o incluso un trastorno hormonal. Por eso, no basta con tratar la infección: es clave investigar y corregir la causa de fondo.
“Si no se aborda a tiempo, la infección puede volverse recurrente, lo que obliga a tratamientos más largos y complejos. En personas con las defensas comprometidas, incluso existe el riesgo de que la candidiasis se disemine y se convierta en una infección sistémica, con consecuencias graves”.
Oluwatosin Goje agregó que, aunque la candidiasis vaginal no tratada rara vez genera complicaciones mayores, sí mantiene síntomas persistentes que afectan la calidad de vida, la intimidad sexual y el bienestar emocional. “Solo en los casos de candidiasis invasiva —cuando el hongo llega a órganos internos— puede haber complicaciones severas e incluso mortales, aunque este escenario corresponde a un cuadro diferente al vaginal”
Hábitos que ayudan de verdad
Los especialistas recomendaron adoptar ciertas rutinas de higiene y cuidado íntimo para prevenir la candidiasis y mantener una microbiota vaginal saludable:
- Usar ropa interior de algodón y preferir prendas holgadas, ya que permiten la ventilación y reducen la humedad.
- Secarse bien después de bañarse, porque la humedad favorece el crecimiento del hongo.
- Lavar solo la parte externa de la vagina, una vez al día, utilizando agua o en algunos casos, jabones neutros de glicerina.
- Evitar los productos perfumados como desinfectantes, sprays íntimos, protectores diarios perfumados y desodorantes vaginales, ya que alteran el pH natural y la microbiota.
- No realizar duchas vaginales, porque eliminan bacterias protectoras y facilitan la proliferación de Candida albicans.
- No permanecer con ropa húmeda (trajes de baño, ropa deportiva), ya que retiene calor y humedad, condiciones ideales para el hongo.
- Evitar prendas muy ajustadas o de materiales sintéticos, que favorecen la irritación y la sudoración excesiva.
- Mantener una higiene adecuada antes y después de las relaciones sexuales, usando agua para limpiar suavemente la zona externa.
- Limpiarse siempre de adelante hacia atrás después de usar el baño, para evitar la transmisión de bacterias del ano a la vagina.
- No excederse con la limpieza, ya que el lavado excesivo también puede ser contraproducente: elimina bacterias protectoras y desequilibra la flora vaginal.
Asimismo, como destacó Marín, la Candida forma parte de la microbiota intestinal y vaginal, por lo que un desequilibrio intestinal puede favorecer su proliferación. Una dieta rica en azúcares y carbohidratos refinados estimula el crecimiento del hongo, especialmente en mujeres con diabetes no controlada.
“Por eso, se recomienda mantener una alimentación equilibrada, reduciendo el consumo de azúcares simples, aumentando la ingesta de fibra, frutas, verduras y alimentos con probióticos naturales (como yogurt sin azúcar o kéfir), que ayudan a preservar el equilibrio de la microbiota intestinal y vaginal. Aunque la dieta por sí sola no causa ni cura la candidiasis, sí influye de forma importante en su prevención y en la reducción de recurrencias”, concluyó la experta.