¿Alguna vez has notado que, al día siguiente de una fiesta, además del cansancio físico, sientes un vacío o un agotamiento emocional? La resaca física es fácil de reconocer: dolor de cabeza, cansancio y la sensación de haber gastado más energía de la cuenta. Sin embargo, existe una resaca menos visible, y mucho más común de lo que creemos: la resaca emocional.
Imagina esto: sales a una reunión con amigos, disfrutas de la conversación, te ríes, compartes anécdotas y; sin embargo, al llegar a casa sientes un peso extraño. No estás triste ni enojado, pero tampoco con la energía que esperabas después de un buen rato. Al día siguiente, lejos de sentirte renovado, amaneces agotado, sin ganas de hablar con nadie y con la mente cargada.
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¿Qué es realmente la resaca emocional?
La resaca emocional es mucho más que estar cansado: es ese agotamiento profundo que aparece después de vivir una experiencia intensa y sientes que algo dentro de ti quedó vacío porque diste demasiado en muy poco tiempo.
Como explicó Madeli Santos, psicóloga clínica y experta en relaciones conscientes y gestión emocional a Bienestar, no surge solo por el desgaste físico, sino por la enorme inversión de emociones. Puede aparecer tanto tras momentos positivos —como la alegría, la euforia o la ilusión— como después de experiencias difíciles marcadas por la tristeza, el miedo o la angustia.
Según la psicóloga Mary Castro, de la Clínica Ricardo Palma, a diferencia de la resaca física, que se supera relativamente rápido, la emocional puede prolongarse durante días, ya que responde a una carga de energía emocional importante.

Ya sea una fiesta que se alargó, una reunión tensa o el simple acto de querer encajar en un grupo, estas situaciones pueden robarte más energía de lo que crees.
“Incluso en situaciones sociales agradables podemos terminar drenados, ya que el cuerpo permanece en un estado de “alerta emocional”, liberando hormonas como el cortisol o la dopamina; y cuando ese pico baja, aparece un vacío mental y físico”, aseguró Marita Ramos, médica ocupacional de MAPFRE Perú.
No obstante, como recordó el doctor Eduardo Cortina, psiquiatra de Clínica San Felipe, es importante diferenciar la resaca emocional de un cuadro de ansiedad o de estrés acumulado. La primera es transitoria y surge tras un evento puntual, mientras que el estrés sostenido es la suma de múltiples tensiones a lo largo del tiempo y puede requerir ayuda profesional.
¿Por qué nos pasa?
El cansancio emocional no es casual. Detrás de esa sensación hay factores físicos, sociales y emocionales que se combinan.
Algunos de los escenarios más frecuentes son reuniones familiares con tensiones acumuladas, eventos laborales (como presentaciones o actividades de networking), fiestas largas y ruidosas por la sobrecarga de estímulos o los compromisos sociales a los que acudimos “por obligación”.
A esto se suma la presión de “dar la talla” a nivel social. Como señaló Liliana Tuñoque, psicóloga de Clínica Internacional, muchas veces sentimos que debemos ser simpáticos, encajar o divertirnos “porque toca”. Sin embargo, esa actuación constante nos aleja de la autenticidad y nos desgasta mucho más de lo que pensamos, generando un verdadero “esfuerzo social” que desemboca en agotamiento.
“Sin duda, la socialización implica un alto gasto cognitivo y emocional: cada conversación y cada gesto requieren que nuestro cerebro regule emociones y se adapte al entorno. Este esfuerzo impacta especialmente a personas introvertidas o altamente sensibles, aunque incluso los más extrovertidos pueden acabar agotados tras un evento largo o tenso. Si además llegamos con estrés acumulado, el efecto se multiplica”, agregó Ramos.
Tampoco podemos olvidar lo físico, pues como advirtió el psiquiatra, dormir poco, exponerse a ruidos, luces intensas o al alcohol también intensifica la resaca emocional, ya que al final, el cuerpo y la mente funcionan en conjunto: “cuando uno se agota, arrastra al otro”.
Otro factor determinante es la hiperconexión actual que alarga aún más este cansancio. “Antes de la tecnología podíamos desconectarnos; sin embargo, hoy los chats, fotos y mensajes posteriores prolongan la exposición social. Asimismo, en ocasiones, no es el evento en sí que influye en nuestra energía, sino las personas: amistades críticas o ambientes cargados de negatividad. Por eso, es necesaria una ‘higiene emocional’: aprender a poner límites y dosificar el contacto”, sostuvo Santos.

Si te sientes irritable, apático, necesitas aislarte o tienes dolores físicos, podrías estar sufriendo una resaca emocional.
¿Cómo podemos identificarla?
Más allá del simple cansancio, la resaca emocional tiene sus propias señales:
- Irritabilidad sin motivo aparente: Reaccionas de forma desproporcionada o te sientes mal sin una razón clara.
- Agotamiento físico y mental: Una sensación de cansancio profundo, como si hubieras hecho un gran esfuerzo físico.
- Dolores corporales: Dolores de cabeza o tensión en el cuello y la espalda, muy parecidos a una resaca física.
- Problemas para concentrarte: Se te hace difícil procesar información o tomar decisiones, incluso las más simples.
- Apatía o desconexión: Sientes una falta de interés o de motivación, como si estuvieras vacío.
- Necesidad de aislamiento: Te dan ganas de estar solo y evitas a los demás, incluso a tus seres queridos.
- Cambios de humor: Te sientes triste, ansioso o abrumado sin razón aparente.
¿Se puede prevenir?
Aunque no siempre podemos evitarla, sí es posible reducir su impacto. Lo primero, como aconsejó Mary Castro, es reconocer cuándo estamos sobrecargados y aprender a establecer prioridades. No significa dejar de lado a los demás, sino distinguir qué es urgente e importante y comunicarlo a nuestro entorno.
En esta misma línea, la psicóloga de Clínica Internacional añadió que llegar a los encuentros con una mentalidad más ligera —sin pretender agradar a todos ni estar siempre disponibles— ayuda mucho. Ser respetuosos y empáticos está bien, pero también es válido marcar límites.
“Decir “no” no significa rechazar a alguien, sino decir “sí” a nuestro bienestar. Podemos hacerlo con amabilidad y honestidad: “Hoy no voy a poder, necesito descansar. Pero gracias por pensar en mí”. Normalizar el autocuidado es la mejor forma de soltar la culpa y protegernos de esa resaca emocional”, recalcó Madeli Santos.
Otras estrategias que podemos considerar, es descansar bien la noche anterior, no llegar con hambre ni con un cansancio extremo, definir cuánto tiempo vamos a quedarnos y tener preparadas algunas salidas amables para situaciones incómodas.
¿Qué hacer después del evento?
Al terminar el evento
Lo más importante es regalarte un espacio para bajar revoluciones. Algunas acciones simples, pero muy efectivas, son:
- Tomarte unos minutos de silencio.
- Escribir en un cuaderno lo que sentiste.
- Respirar profundamente antes de dormir.
- Tomar una ducha relajante.
- Desconectarte de las redes sociales y el celular esa noche para descansar la mente.

La clave para volver a equilibrar tu energía y prevenir futuros bajones está en el descanso, el autocuidado y en aprender a poner límites.
Al día siguiente
El cuerpo y la mente siguen procesando lo vivido, por eso es clave cuidarte con rutinas que favorezcan la recuperación:
- Dormir un poco más si es posible.
- Caminar al aire libre.
- Comer ligero y saludable.
- Hacer algo que te dé placer, como escuchar música o leer.
Ten en cuenta que, una mala alimentación, poco descanso y falta de movimiento prolongan la recuperación. Por eso, para restablecer el equilibrio emocional y los niveles de energía, Madeli Santos recomendó hidratarse bien, consumir alimentos frescos, descansar lo suficiente y optar por ejercicio suave.
“En caso no tengas la posibilidad de descansar mucho—por ejemplo, si tienes que trabajar al día siguiente— puedes practicar a lo largo del día micro-pausas: respirar cinco minutos, escuchar música relajante, hidratarse y evitar sobrecargarte con reuniones innecesarias. Incluso pequeños respiros hacen la diferencia”.
¿Cómo resignificar la resaca emocional?
Más que un problema, la resaca emocional puede convertirse en una oportunidad de autoconocimiento y crecimiento. En lugar de verla como una debilidad, podemos convertirla en una señal de nuestros límites de energía y una herramienta para entender cómo reaccionamos al estrés y a las interacciones sociales.
De acuerdo con el doctor Cortina, cada experiencia que nos desafía emocionalmente genera un gasto de energía. Por ello, ir identificando cómo reaccionamos a estos eventos nos permite madurar emocionalmente y, con el tiempo, disminuir la intensidad de la resaca. Se trata de aprender a reconocer nuestras propias respuestas para poder gestionarlas de forma más efectiva.
Por su parte, Santos subrayó que atravesar por una resaca emocional no es un signo de debilidad, sino de humanidad. “Todas las personas tienen un límite de energía. Reconocer y escuchar estas señales es, en realidad, un acto de fortaleza. Normalizar la resaca emocional es clave: no somos máquinas, somos seres emocionales y sociales, y eso implica también saber cuándo parar”
Eso sí, si la resaca emocional ocurre con frecuencia, incluso tras eventos pequeños, o si el bajón se prolonga por más de un par de días, podría ser un indicador de ansiedad social, depresión o desgaste crónico. En ese caso, lo recomendable es buscar orientación profesional.