Hace unas décadas, los amigos imaginarios eran un elemento casi omnipresente en la infancia. Hoy, ese escenario ha cambiado: muchos niños y adolescentes ya no solo conversan con personajes creados en su mente, sino también con inteligencias artificiales como ChatGPT. Este fenómeno, sin duda, abre un dilema que interpela a familias y educadores: ¿hasta dónde puede acompañar la IA sin reemplazar las amistades reales?
¿Por qué atrae tanto a los niños?
La fascinación no es casual. Como explicó Aída Arakaki, psicóloga de Clínica Internacional a Hogar y Familia, los niños y adolescentes atraviesan una etapa en la que la curiosidad es enorme: quieren explorar, probar cosas nuevas y, en ese contexto, la IA les resulta especialmente atractiva porque se sienten escuchados, reciben respuestas rápidas, sin juicios y con la sensación de tener siempre a alguien disponible.
En la misma línea, la psicóloga Carmen Bravo de Rueda, de la Clínica Ricardo Palma, señaló que los niños actuales son “cibernéticos”: desde pequeños buscan juguetes inteligentes o robots que interactúen con ellos, por lo que no les resulta extraño ver a ChatGPT como un “amigo” con quien conversar, resolver dudas o incluso hacer tareas.
Por eso, no sorprende que UNICEF reporte que el 71% de adolescentes entre 15 y 24 años ya utiliza las tecnologías digitales para aprender o interactuar, integrándolas de manera natural en su desarrollo.
Según Héctor Lazo, psicólogo de la Clínica SANNA San Borja, esto se intensifica especialmente en la adolescencia, ya que es una etapa marcada por emociones intensas y relaciones complejas. En ese camino de independencia y búsqueda de espacios privados, la IA termina convirtiéndose en una especie de “confidente digital” que refuerza la sensación de control y autonomía, como subrayó Madeli Santos, psicóloga clínica especialista en neuropsicología educativa con mentoría en crianza consciente.
“Al interactuar con la IA, los niños y adolescentes buscan cubrir necesidades emocionales y sociales como la escucha activa, la compañía, la aceptación y la orientación. Para algunos, ChatGPT representa un espacio seguro donde no sienten miedo a equivocarse o a ser rechazados, lo que revela una necesidad profunda de conexión, validación y seguridad emocional”, sostuvo Liseth Paulett, decana de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur.

ChatGPT puede imitar la escucha activa y la empatía, lo que genera “intimidad artificial”. Los niños incluso pueden atribuirle rasgos humanos y verla como un verdadero compañero.
La psicóloga Ruth Kristal agregó que muchos niños recurren a estas herramientas porque hay temas que no se atreven a conversar con sus padres o amigos. Sin embargo, advirtió que la empatía humana no puede ser reemplazada: “si la IA se convierte en el principal refugio, aparece el riesgo de desconexión con el mundo real”, coincidió Lazo.
Cuando la IA se siente como un amigo
Para los niños, una inteligencia artificial puede sentirse como algo más que una herramienta. Según Santos, a diferencia de un videojuego —que sigue reglas fijas— o de una red social —donde pesa la presión de otros usuarios—, la IA conversa “a la medida” de cada persona, adaptándose al estilo del usuario y ofreciendo atención constante que imita uno de los rasgos más valiosos de la amistad: la escucha activa.
“Plataformas como ChatGPT están diseñadas para recordar preferencias, sostener diálogos coherentes y ofrecer un tono empático, lo que genera una “intimidad artificial”, donde el usuario percibe reciprocidad y cercanía, aunque en realidad la IA no tenga emociones”, aseguró el psicólogo.
Para Liseth Paulett, si la IA responde de manera consistente, con humor o expresiones como “¡Me encanta ayudarte!”, los pequeños pueden interpretarla como “simpática” o “inteligente”.
“Estudios de la Universidad de Stanford (2020) muestran que los niños de entre 6 y 10 años tienden a atribuir rasgos humanos a la IA en función de su estilo comunicativo. Incluso investigaciones publicadas en Computers in Human Behavior (2021) señalan que, al usar frases emocionales o emojis, los niños de 7 a 9 años proyectan en la IA sentimientos que perciben como reales”.
Aunque para muchos este vínculo podría ser comparable al de un amigo imaginario, la neuropsicóloga educativa recalcó que, si bien ambos responden a la necesidad infantil de compañía y creatividad, la IA es una herramienta externa, programada para dar información, entretenimiento o educación.
Lo positivo: curiosidad, creatividad y habilidades
El uso de inteligencias artificiales como ChatGPT puede ser un poderoso motor para despertar la curiosidad y potenciar la creatividad, siempre que se emplee de manera intencional. Como indicó la experta de la Universidad Científica del Sur, esta herramienta ofrece un abanico de posibilidades para explorar ideas, recopilar información de calidad y construir una base sólida que permita desarrollar proyectos.

La IA estimula curiosidad, creatividad y habilidades comunicativas. Pero si se convierte en el “amigo principal”, puede generar aislamiento, dependencia y dificultades para relacionarse en la vida real.
En el terreno creativo, Madeli Santos resaltó que la IA no sustituye la imaginación de los niños, sino que la impulsa. “Cuando un menor pide ayuda para inventar una historia, no solo recibe ideas, sino que aprende a estructurar un relato, imaginar escenarios y personajes, e incluso plantear finales alternativos. Este proceso no solo estimula la creatividad, también fortalece habilidades cognitivas como la organización del pensamiento y la resolución de problemas”.
Además, Héctor Lazo destacó que un “amigo virtual” puede servir como espacio seguro para practicar habilidades comunicativas: ensayar discursos o preparar disculpas. El verdadero valor, sin embargo; se logra cuando esas prácticas se trasladan a la vida real.
Lo riesgoso: un “amigo que nunca falla”
El mayor peligro, según Arakaki, es el aislamiento: cuando un niño prefiere conversar solo con la IA y descuida amigos, juegos en grupo o momentos en familia, por lo que empieza a perder habilidades sociales básicas. De hecho, la American Psychological Association advierte que el exceso de interacciones virtuales aumenta la soledad y la ansiedad en adolescentes.
A este riesgo se suma lo señalado por la psicóloga Ruth Kristal: la “virtud” de la inmediatez de la IA puede volverse un arma de doble filo. “Al obtener siempre una respuesta rápida y acorde con lo que quieren escuchar, los niños desarrollan menor tolerancia a la espera y a la frustración. Esto no solo puede generar dependencia, sino también una peligrosa idealización: creer que todas las personas deberían reaccionar como un bot, lo que dificulta aceptar la diversidad emocional de las relaciones reales”.
Por eso, es importante que los padres estén atentos a ciertas señales: cuando el niño prefiere hablar con la IA en lugar de con personas, la defiende emocionalmente, se retrae de los planes sociales o pasa largas horas conversando con el bot. Estas conductas indican que la IA ha dejado de ser una herramienta para convertirse en un sustituto afectivo.
“Investigaciones muestran que algunos usuarios de programas de inteligencia artificial como Replika sienten más cercanía con su bot que con amigos humanos, llegando a experimentar duelo cuando el sistema se actualiza. Esto evidencia que la relación puede imitar vínculos reales, incluyendo dinámicas tóxicas”, alertó el psicólogo de SANNA.

No se trata de prohibir, sino de acompañar. Con límites de tiempo, curiosidad compartida y conversaciones abiertas, la IA puede ser una aliada sin reemplazar las amistades reales.
Consejos para un uso saludable
La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa en la vida de los niños, siempre que esté acompañada de límites claros y del interés genuino de los adultos que los rodean. No se trata de prohibir, sino de enseñar a usarla con equilibrio, con sentido crítico y sin que sustituya la riqueza del contacto humano.
En primer lugar, como precisó Paulett, es clave regular el tiempo de uso:
- Entre 6 y 8 años: Lo recomendable es que la interacción no pase de 30 a 60 minutos al día, divididos en sesiones cortas de 15 a 20 minutos.
- Entre los 9 y 12 años: Se puede extender un poco más, hasta 60 o 90 minutos diarios, siempre priorizando actividades educativas o creativas.
“Una buena idea es aplicar la llamada “Regla de los 20-20”: usar la IA por 20 minutos y luego dedicar otros 20 a una actividad no digital, como jugar, leer o conversar en familia. Esto ayuda a mantener el balance entre lo virtual y lo real”, recomendó la psicóloga.
Pero el tiempo no lo es todo. La presencia activa de los padres marca la diferencia. Acompañar a los hijos en sus primeras interacciones con la IA, preguntarles qué aprendieron o qué crearon, explorar juntos cómo hacer preguntas o incluso ver un documental sobre el tema abre la puerta a conversaciones valiosas.
“El objetivo no es vigilar, sino mostrar interés y dar un mensaje claro: “me importa lo que haces y quiero compartirlo contigo”, afirmó la especialista en crianza consciente”, recalcó Santos.
Asimismo, se debe reforzar el pensamiento crítico: la IA es un apoyo, no un sustituto de la vida social ni de las fuentes confiables de información. Conversar con los niños sobre la diferencia entre un chat con IA y una amistad real ayuda a poner límites claros: un amigo ríe, se emociona, abraza y comparte experiencias, algo que ninguna máquina puede dar.
Para transformar la curiosidad de los niños por la IA en una oportunidad para fortalecer sus vínculos, es clave usarla como una herramienta. Por ejemplo, pueden utilizar la IA para investigar un tema de interés familiar, como un destino de viaje o una receta.
Luego, la clave es pasar de la pantalla a la acción:
- Cocinen el plato juntos.
- Planeen la excursión.
- Visiten un lugar relacionado con la investigación.
Esto no solo refuerza el aprendizaje, sino que también crea experiencias compartidas, fomenta la comunicación y les enseña a equilibrar la tecnología con la interacción humana.
“Para un padre que se preocupa al escuchar a su hijo decir ‘ChatGPT es mi amigo’, lo primero es mantenerse tranquilo, pues no significa que el niño esté perdido, sino que está expresando su necesidad de compañía y exploración. El paso inmediato es validar: ‘Qué interesante que sientas que te acompaña. Cuéntame qué hablas con él’. Y luego, guiarlo suavemente hacia la reflexión sobre lo que solo los amigos reales pueden dar”, señaló la psicóloga clínica.
Al final, como resumió Liseth Paulett, ChatGPT es una herramienta útil para aprender y divertirse, pero no puede ser un amigo real. Las amistades verdaderas se construyen con personas que comparten momentos, risas y apoyo mutuo, y son ellas las que ayudan a desarrollar empatía y habilidades sociales esenciales para la vida.