“Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir”, decía César Vallejo en sus inconfundibles versos. Aunque “Mistura” alude a la gastronomía peruana en su portada, su creador, Ricardo de Montreuil, dota al filme con poesía y un desamor. A través de los dulces ojos verdes de Bárbara Mori, el personaje de Norma Piet —una mujer conservadora, como la Lima de 1965— levanta la bandera del Perú desde la cocina, aunque su primera nacionalidad sea francesa. Así demuestra a una sociedad, clasista y desvergonzada, que su valor está en su fórmula personal de superar las adversidades de la vida.
Pasaron ocho años desde su último largometraje (“Lowriders”), pero Ricardo de Montreuil necesitaba los ingredientes perfectos para escribir su ‘carta de amor al Perú’, “Mistura”. Sumó al proyecto al productor peruano Iván Orlic, elogiado por la película biográfica de “Pelé” en 2016, y llamó a los protagonistas de su opera prima, “La mujer de mi hermano”, Christian Meier y Bárbara Mori, para llevar a cabo sus planes. En varios sentidos, ha sido su proyecto más logrado desde su último tránsito por festivales de cine.
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Alfonso Rivadeneyra analiza las series y películas que no puedes perderte, todos los jueves.

Bárbara Mori, actriz uruguayo-mexicana, es la protagonista de «Mistura». Esta es una foto en su papel de Norma Piet.
“Mistura” nos traslada a los años sesenta, donde Norma Piet (Bárbara Mori), una socialité, hija de un diplomático francés, solloza sin consuelo frente al Country Club de Lima. Su esposo Roberto Tapia (Christian Meier) acaba de abandonarla por otra mujer, dejando una casa hipotecada y su matrimonio en ruinas sin mayor explicación. Al inicio, las acciones ocurren en su mansión y alrededores de la capital. Después, el relato se sostiene en un restaurante que se convertirá en refugio, empresa y símbolo de resistencia para ella. Aunque el guion no siempre consigue cohesionar los distintos dramas individuales, el desenlace unifica a todos los personajes en torno a la pasión culinaria.
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El guion es un melodrama clásico, género amado por Latinoamérica, en el que los personajes parecen moverse entre tensiones de clase, amor y duelo. Al inicio, apenas sabemos que Norma creció bajo la influencia francesa de su padre embajador, pero lo fundamental ocurre dentro de su casa. Ella, una mujer blanca, aristocrática y aparentemente quebrada, se rodea de un mayordomo afroperuano (César “Pudy” Ballumbrosio), su cocinera (Hermelinda Luján) y un cocinero nikkei (Tomás ‘Toshi’ Matsufuji). Ese crisol funciona como metáfora de la diversidad peruana.
Pero la película se fortalece en sus imágenes, a cargo del director de fotografía Nicolás Wong, pues ofrece la textura de la Lima reconstruida con lentes Panavision antiguos. En el plano visual, la película brinda un despliegue notable. La reconstrucción de Lima de 1965 evita el cartón piedra y se siente natural gracias al uso de la tecnología Unreal Engine y a la asesoría histórica que recurrió, incluso a archivos de Diario El Comercio. Algunos pensarán que los periódicos de este medio son mero acompañamiento, pero los creadores de “Mistura” provocaron la sensación de historicidad en escenas clave; esto para subrayar cómo las críticas gastronómicas y anuncios en prensa definían la suerte de un restaurante en la época, como en esa página ficticia donde se informa que David Rockefeller comió anticuchos en el Rímac durante una visita diplomática.

César ‘Pudy’ Ballumbrosio es el coprotagonista en «Mistura».
En la cocina de Norma Piet, hay expectativa por las reseñas publicadas sobre su restaurante, que tanto trabajo y llanto le costó engendrar. Qué tal contraste con el peso de las opiniones actuales, donde las voces del TikTok se convierten en falsos críticos gastronómicos, a quienes los usuarios les creen, pero luego llegan al restaurante y le sabe a media sucia. En “Mistura”, todo siempre es elegante y tan relevante como un buen texto de un experto o experta que critica la sazón de un restaurante.
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Por otro lado, está la musa. Bárbara Mori es el eje de “Mistura” y, por lo menos, el 60% de su éxito. En vez de recurrir al histrionismo fácil de “Rubí” o “Treintona, soltera y fantástica”, la actriz encuentra fuerza en la contención de Norma, una mujer que resiste el dolor de la traición, con ciertos quiebres. Mori domina un acento limeño convincente, resultado del trabajo con su coach actoral Óscar Beltrán, y construye un arco de transformación que va de su actitud fría y controladora a la vulnerabilidad. Cuando su personaje descubre que su pasión por la comida era clave en su destino, se quita la máscara de aristócrata, y pues, siempre es hermoso ver a una mujer en ese proceso.

«Mistura» se estrena el 21 de agosto en los cines a nivel nacional.
A su lado, César “Pudy” Ballumbrosio sorprende en su debut en el cine. Su actuación encuentra un ritmo propio en la relación con Mori. Los actores son capaces de sostener el corazón de la historia con gestos y silencios más que con parlamentos. Piet encuentra su corazón en su mayordomo negro, amante de las noches de festejo con cajón y pescado en el almuerzo. Como coprotagonista, ‘Pudy’ se convierte en la voz de un Perú afrodescendiente que merece reconocimiento, y una época tradicional como aquella, no se lo daba. Hay un momento en que su personaje recita un poema sobre romper las normas, un gesto que resume el sentido de la película.
Christian Meier, en cambio, asume el rol del esposo infiel con una carga negativa y repugnante, inusual en su carrera. El peruano tiene pocas apariciones, pero esas demuestran que no hay galán de telenovela que no pueda convertirse en tal villano. Su hijo Stefano Meier funciona como contrapunto generacional en “Mistura”. Es un joven rebelde, sin problemas para tener sexo por la mañana, para usar jeans y tener el cabello despeinado, o ser el contraste del rock de la nueva ola con la música criolla de los sesenta.
El vestuario de Leslie Hinojoza contribuye a la verosimilitud del romance, contrastando la elegancia controlada de Norma con la rebeldía juvenil de su hijo (Stefano Meier), atrapado entre el rock de moda y la rigidez materna. En tanto, la banda sonora, a cargo de Tim Williams y Justin Moshkevich, combina música clásica europea con ritmos afroperuanos. Esa fusión es la traducción musical del concepto mismo de ‘mistura’.
A esa mezcla, se suma el chef de “Al Toke Pez”, ‘Toshi’ Matsufuji, que hace de un personaje secundario, casi un ‘cameo’. Pero aporta frescura y humor como el ‘sous chef’ de origen nipón que no sabe decir que no a un cliente amante del ceviche.
La puesta en escena de este drama romántico resalta por lo bien integrada que está la comida al relato. Los platos que se muestran —algunos híbridos, como el “estiradito”, referencia al tiradito peruano con influencia japonesa— reflejan el mestizaje de la cocina peruana. El detalle de Norma como símbolo de intervención francesa en esta mezcla culinaria aporta una lectura política interesante también, ya que la gastronomía cruza herencias extranjeras y resistencias sociales en su historia. Y bueno, tanta comida despertará el apetito a muchos en la sala. Pero el foco está en el lenguaje íntimo y la idea de comunidad. En un país donde la comida es identidad, pocas veces el cine había logrado capturar con tanto amor esa mezcla de pasiones humanas que definen al Perú.