Desde hace un tiempo, Sofía, de 12 años, no para de revisar su teléfono cada dos minutos. Poco a poco, comenzó a trasnochar mirando las notificaciones y a distraerse en clase pensando en lo que ocurría en línea. Incluso hace unos días se le cayó el celular en la ducha porque estaba viendo si “pasaba algo importante” en el chat de su grupo de amigas.
Situaciones como estas no suceden por simple curiosidad, sino que parten de un fenómeno psicológico conocido como FOMO digital, el cual como explicó Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional a Hogar y Familia, describe la ansiedad o preocupación que tiene una persona por no estar al tanto de las redes sociales, videojuegos o eventos.
“Viene del inglés Fear of Missing Out que significa miedo a perderse algo. En el mundo digital se refiere a esa ansiedad por no estar al tanto de lo que pasa: quién publicó qué, qué conversación está activa o qué evento está ocurriendo. Es como si los chicos sintieran que, si no están conectados, se están perdiendo algo importante”, agregó.
El problema ya no es aislado. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un estudio en 44 países, advirtió que 1 de cada 10 adolescentes presenta un uso problemático de redes sociales, el 34% juega videojuegos todos los días y el 22% dedica al menos 4 horas diarias a jugar. El informe alertó que, en menores, la vulnerabilidad a este tipo de adicciones es mayor porque su cerebro aún está en desarrollo, lo que dificulta el control de impulsos y emociones.
En la práctica, el FOMO digital puede comenzar a manifestarse desde los 8 o 9 años, cuando, como señaló la psiquiatra Genon Wicina, de Cleveland Clinic, los niños empiezan a interactuar más con la tecnología. Sin embargo, en la etapa de 12 a 16 años —la más vulnerable, según varios especialistas— la presión por la aceptación social y la necesidad de “estar al día” en redes y juegos se intensifica.
“En niños se manifiesta más en la necesidad de estar al tanto de conversaciones grupales de amigos, juegos en línea o tendencias virales de su edad. Mientras que, en adolescentes tiende a centrarse en redes sociales, interacciones en tiempo real y validación social (likes, comentarios y/o visualizaciones)”, destacó la psicóloga clínica Ana Ramírez.
Aunque el fenómeno es transversal, en algunas investigaciones se ha visto que las niñas suelen experimentar más ansiedad vinculada a la pertenencia social y la imagen, a diferencia de los niños que pueden manifestarlo más en el terreno de los videojuegos competitivos y logros online.

Eventos exclusivos, notificaciones constantes y conversaciones interminables alimentan la idea de que hay que estar conectados todo el tiempo.
En definitiva, el riesgo no es menor. Según Liseth Paulett, decana de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur, basta con que un niño tenga acceso libre a un dispositivo sin supervisión para que aparezcan conductas asociadas al FOMO digital, especialmente por la noche, cuando debería estar descansando. Esto puede derivar en irritabilidad, aislamiento, cambios bruscos de ánimo e incluso reacciones agresivas al sentir que se han “quedado fuera” de lo que ocurre en línea.
La trampa invisible de las plataformas
De acuerdo con la doctora Ramírez, las plataformas son el escenario perfecto para que el FOMO digital crezca. Redes como Instagram, TikTok o Snapchat se basan en la actualización constante y en mostrar solo lo más atractivo o llamativo de la vida de los demás, lo que hace que los niños y adolescentes piensen que el resto siempre están viviendo algo más emocionante que ellos.
Mientras que, en el mundo gamer, títulos como Fortnite, Roblox o Minecraft en modo multijugador lanzan eventos y recompensas exclusivas que desaparecen si no estás conectado. Incluso las aplicaciones de mensajería, como WhatsApp o Discord, refuerzan la idea de que hay que “estar siempre disponible” para no perderse chistes, planes o conversaciones de grupo.
“Un ejemplo habitual es el de un niño que recibe un meme en el chat de la clase una hora después que los demás: aunque la broma ya no tenga relevancia, puede sentirse fuera de lugar. Lo mismo ocurre con un adolescente que pasa una tarde sin entrar a un chat grupal y, al volver, se encuentra con decenas de mensajes. Esa avalancha de conversaciones pendientes puede despertar ansiedad por “ponerse al día” y no quedar desfasado”, sostuvo la experta.
¿Cómo detectarlo en casa?
La clave para diferenciar el FOMO digital de un uso normal de la tecnología en niños está en la frecuencia y la intensidad de la conducta. Como aseguró Paulett, no es lo mismo que tu hijo use la tablet para jugar o ver videos un rato al día, a que viva pendiente de la pantalla como si fuera “una extensión de su mano”.
Algunas señales de alerta que puedes notar en casa incluyen:
- Chequeo constante del teléfono incluso en momentos inapropiados, como en la mesa o durante las clases.
- Irritabilidad o cambios de humor cuando no puede conectarse o se pierde una interacción en línea.
- Sacrificar horas de sueño para seguir en redes o “ponerse al día” con mensajes.
- Pérdida de interés por juegos, deportes o actividades familiares que antes disfrutaba.
- Comparación constante con compañeros por lo que ven en redes.
Si además observas bajo rendimiento escolar, aislamiento social o dificultad para concentrarse en tareas offline, podría tratarse de algo más que un simple gusto por la tecnología. En cambio, si tu hijo regula su tiempo en línea, participa en actividades físicas y mantiene un buen equilibrio entre lo digital y lo real, probablemente no esté desarrollando FOMO.
¿Más que un problema de pantallas?
Según Leslie Spencer, psicóloga del programa Controla tu Red, de Fundación MAPFRE, cuando se mantiene en el tiempo, puede desgastar la mente y las emociones: genera inseguridad, fatiga mental, disminuye la concentración y hasta debilita las relaciones cara a cara, quitándole espacio a actividades tan esenciales como el deporte, el descanso o el pensamiento crítico.

Chequeo constante del teléfono, irritabilidad, sacrificar horas de sueño o aislarse de la familia son señales de que la tecnología puede estar controlando demasiado.
En esta misma línea, la psicoterapeuta de Clínica Internacional añadió que este miedo constante a perderse algo golpea directamente la autoestima: los menores se comparan con las vidas “perfectas” que ven en redes, sienten que la suya vale menos y empiezan a aislarse, dejando de lado sus responsabilidades y pasatiempos saludables.
“El FOMO digital mantiene a los menores en un estado constante de alerta, generando estrés, ansiedad y baja tolerancia a la frustración. Si no se interviene, puede derivar en una dependencia emocional de la conexión constante, con problemas como autoestima crónica baja, insomnio, depresión o aislamiento social. En casos extremos, la desconexión puede provocar crisis emocionales intensas y la pérdida de vínculos presenciales valiosos”, expresó Ana Ramírez.
¿Cómo puedo prevenir el FOMO digital?
Las especialistas coincidieron en tres estrategias efectivas y fáciles de implementar:
- Establecer momentos sin dispositivos desde temprano: No esperar a que haya un problema para implementar rutinas como comer sin pantallas, tener una hora de desconexión antes de dormir o dedicar tiempo a actividades offline en familia.
- Enseñar a los hijos a cuestionar lo que ven en redes: Ayudarles a entender que lo que se publica no refleja toda la realidad, y que no necesitan participar en todo para mantener sus amistades. Esto se puede hacer comentando juntos publicaciones y analizando qué hay detrás de ellas.
- Ofrecer alternativas atractivas fuera de lo digital: Deportes, arte, juegos de mesa, paseos y otras actividades que no compitan directamente con la pantalla, pero que sean igual de gratificantes. Cuando el niño o adolescente tiene experiencias positivas fuera del mundo digital, es menos probable que sienta que “se está perdiendo la vida” si no está conectado.
¿Qué hacer si mi hijo ya vive pendiente de no perderse nada?
Si ya notas que tu hijo vive pendiente de no perderse nada en el mundo digital, el primer paso no es apagarle el Wii-Fi, sino entender qué hay detrás de esa necesidad constante de conexión. Según Liseth Paulett, informarte y buscar la guía de un especialista te ayudará a comprender qué es el FOMO digital y cómo se manifiesta. Una vez identificado, haz ajustes en casa: reparte responsabilidades, busca momentos de descanso en familia y propón actividades que lo inviten a reconectarse con el mundo real, sin etiquetar su comportamiento como “malo”, ya que eso solo generará resistencia.
¿Cómo podemos reforzar su mundo offline?
La mejor forma de blindar a un niño frente al FOMO digital es fortalecer su vida fuera de la pantalla. Esto significa ayudarlo a construir una identidad sólida y satisfactoria en el mundo real, donde su autoestima no dependa de los “likes” o comentarios en redes. ¿Cómo? Ofreciéndole un menú variado de experiencias que lo reten y lo apasionen: deportes en equipo que enseñen cooperación y disciplina, actividades artísticas que despierten su creatividad y proyectos comunitarios que fomenten la empatía y el sentido de pertenencia.
“Cuando un niño descubre lo que le gusta y en qué es bueno sin necesitar validación online, el FOMO pierde fuerza”, afirmó la psicóloga clínica. También es fundamental que padres y docentes reconozcan los logros offline con palabras y tiempo compartido, y que el colegio promueva espacios sin pantallas, debates presenciales y educación digital. Así, el niño aprenderá que su valor está en lo que vive y construye cara a cara, no en lo que publica.
El reto cuando todos los amigos están conectados
Cuando un niño dice “todos mis amigos están conectados todo el día”, no está exagerando: está revelando un miedo genuino a quedar fuera del grupo. Según Ana Ramírez, el primer paso es validar ese sentimiento: no minimizarlo con frases como “no es para tanto” o “no te pierdes de nada”, porque para él sí es importante.
Después, se puede abrir un diálogo para identificar qué es lo que más teme perderse y ver si hay formas de participar sin estar conectado todo el día. Por ejemplo, acordar horarios para conectarse a las conversaciones más activas, proponer encuentros presenciales con uno o dos amigos cercanos.

La mejor forma de combatir el FOMO es llenando la vida offline de experiencias valiosas: deportes, arte, amistades cara a cara y rutinas que inviten a desconectarse.
Otra estrategia es explicar que tener menos restricciones no significa necesariamente un uso más saludable, y que lo que parece libertad en otros niños puede traer problemas que ellos no ven. “El objetivo es que el niño entienda que el valor de su amistad no depende de la cantidad de horas que esté en línea, y que puede construir lazos fuertes fuera del mundo digital”, recalcó la psicóloga.
“La estrategia debe ser honesta y empática, reforzando que el bienestar emocional está por encima de la necesidad de estar siempre conectado. Además, es importante que los padres y colegios alineen criterios sobre el uso saludable de la tecnología, para que los niños no perciban grandes diferencias con sus pares y se favorezcan alternativas de conexión social más sanas”, precisó la decana de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur.
Aliados contra la ansiedad digital
Los niños aprenden más por lo que ven que por lo que se les dice. Si observan que sus padres revisan el celular durante las comidas, contestan mensajes en medio de una conversación o interrumpen actividades familiares para mirar redes, asumirán que esa conducta es normal. Sin quererlo, los adultos pueden reforzar el FOMO en sus hijos al transmitir que “hay que estar siempre disponible” o que perderse un mensaje es grave.
“Un cambio poderoso es que los padres adopten rutinas de desconexión, como guardar el teléfono en una caja durante las comidas o evitar su uso en la última hora antes de dormir, y expliquen a sus hijos por qué lo hacen. De esta forma, envían el mensaje de que estar desconectado también es parte de una vida equilibrada”, mencionó la doctora Ramírez.
Para reforzar estas rutinas, existen herramientas que pueden ayudar a toda la familia a gestionar la ansiedad digital. Entre las aplicaciones, destacan
- Forest: Motiva a no usar el celular para “hacer crecer un árbol virtual”.
- Google Family Link: Permite gestionar tiempos de uso.
- Headspace for Kids: Ofrece meditación guiada adaptada a niños.
En cuanto a libros, la especialista recomendó:
- Pantallas y niños: Cómo lograr un uso equilibrado de Catherine L’Ecuyer.
- Reclaiming Conversation de Sherry Turkle (en inglés, con claves muy útiles).
También hay cuentos infantiles que abordan la dependencia digital de forma simbólica, como Unplugged de Steve Antony. Estos recursos pueden servir para iniciar conversaciones y trabajar juntos en la creación de nuevos hábitos.
Es importante tener en cuenta que, si un padre se siente culpable o perdido porque no sabe cómo manejar el uso digital de su hijo, debe recordar que nunca es tarde para actuar. La meta no es eliminar la tecnología —algo imposible y poco realista—, sino aprender a convivir con ella de forma saludable.
Cada pequeño cambio constante genera un impacto positivo. “Quizá el mensaje más poderoso que un padre puede transmitir es: “Estoy aquí para ayudarte a que la tecnología sea algo que te aporte, no que te controle”. Empezar hoy, aunque sea con un solo ajuste, ya es un paso enorme hacia un uso más equilibrado y consciente», concluyó la doctora Ana Ramírez.