Cada año, el cáncer transforma la vida de millones de personas en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tan solo en el 2022 se diagnosticaron más de 20 millones de nuevos casos a nivel global, una cifra que lamentablemente va en aumento y que impacta no solo en la salud física del paciente, sino también en su estabilidad emocional, familiar y social.
Sin duda, ante un diagnóstico tan impactante, es natural que surjan una serie de preguntas: ¿Qué va a pasar con mi cuerpo? ¿Cómo enfrento el tratamiento? ¿Qué puedo hacer para sentirme mejor? Y, en medio de un sinfín de emociones, hay una duda que aparece con fuerza: Y ahora, ¿qué debo comer?
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La alimentación durante el tratamiento oncológico es una de las mayores fuentes de incertidumbre. Muchas pacientes reciben consejos contradictorios de familiares, otros se sumergen en búsquedas en internet, y algunos terminan evitando alimentos sin saber si realmente es necesario.
En este contexto, la nutrición oncológica desempeña un papel cada vez más importante, ya que una alimentación adecuada puede mejorar la tolerancia a los tratamientos, aportar energía, ayudar a mantener el peso y, sobre todo, mejorar la calidad de vida. Comer bien no significa seguir reglas estrictas o complicadas, sino aprender a escuchar el cuerpo y adaptar la alimentación a cada etapa de la enfermedad.
¿Por qué es tan importante la alimentación durante el cáncer?
Según señaló el doctor Robinson Cruz, nutricionista clínico especialista en nutrición oncológica y presidente de la Asociación Peruana de Nutrición Clínica Oncológica (ASPENCO) a Bienestar, una alimentación adecuada representa un factor fundamental en la tolerancia y la respuesta del paciente tanto a los tratamientos como a la enfermedad.
“La desnutrición es una condición que puede afectar hasta un 70% de los pacientes oncológicos dependiendo del tipo y la localización del cáncer. Esto se debe a que la inflamación asociada con el cáncer provoca alteraciones metabólicas que reducen la biodisponibilidad de nutrientes y promueven la pérdida de masa muscular, lo que impacta negativamente en el pronóstico de la enfermedad”.
Aunque está claro que una buena alimentación es esencial, lo cierto es que no existe una fórmula única que se aplique a todos los casos. Tal como mencionó la nutricionista Andrea Windmueller, de ALIADA Centro Oncológico, las necesidades nutricionales deben adaptarse a cada paciente, considerando factores como el tipo y estadio del cáncer, el tratamiento recibido, la edad, el sexo y otras condiciones de salud.
“En términos generales, se recomienda priorizar una dieta que incluya proteínas adecuadas (entre 1.2 y 1.5 g/kg/día), carbohidratos complejos, frutas y grasas saludables como el aceite de oliva, la palta y los frutos secos”, indicó Marilyn Montejo, decana adjunta de la carrera de nutrición y dietética de la Universidad Científica del Sur.
Primeros pasos tras el diagnóstico: ¿cómo y por dónde empezar a comer mejor para sentirte bien?
Recibir un diagnóstico de cáncer, en definitiva, marca un punto de quiebre, y uno de los pilares fundamentales en el tratamiento es la alimentación. Sin embargo, comer mejor no significa improvisar, sino comenzar con una evaluación profesional que oriente cada decisión de forma individualizada.

Tras conocer el diagnóstico, es vital una evaluación nutricional individualizada. Conservar la masa muscular, establecer horarios, elegir proteínas de calidad y sumar alimentos con grasas saludables son claves para sentirse mejor desde el inicio.
Como explicó la nutricionista Giulianna Saldarriaga, de Clínica Internacional, el primer paso es someterse a una evaluación que permita determinar el estado nutricional general del paciente y definir sus requerimientos individuales. Además, es clave analizar el contenido de masa muscular y su funcionalidad.
“La masa muscular es uno de los componentes corporales que más rápidamente se deteriora durante la enfermedad. Su pérdida no solo debilita físicamente al paciente, sino que también reduce la producción de mioquinas, sustancias que ayudan a combatir la inflamación y la progresión del cáncer. Por eso, se recomienda iniciar con una valoración específica de la masa muscular como parte del abordaje nutricional desde el primer momento”, sostuvo Windmueller.
A partir de esta evaluación, el objetivo será implementar una alimentación que contribuya a conservar esa masa muscular y, al mismo tiempo, modifique ciertos hábitos perjudiciales. Por eso, se deben tener en cuenta aspectos como: establecer horarios de tiempo de comida, asegurar una correcta manipulación y cocción de los alimentos, y garantizar un aporte adecuado de proteínas de alta calidad (provenientes de pescado, huevo, legumbres o lácteos) e incluir alimentos ricos en fibra y grasas saludables como el omega 3 y 6.
Durante los primeros días tras el diagnóstico, es común que la fatiga, el impacto emocional o la pérdida de apetito dificulten mantener una buena alimentación. En estos casos, Paige Welsh, dietista especializada en oncología de Cleveland Clinic, sugirió recurrir a alimentos densamente calóricos y fáciles de consumir —como batidos, cremas o snacks nutritivos— que ayuden a conservar el peso y la energía sin exigir demasiado esfuerzo al paciente.
Es importante recordar que cada tipo de cáncer plantea desafíos nutricionales distintos. Por ejemplo, en casos de cáncer de cabeza y cuello pueden requerirse alimentos blandos y energéticos debido a las dificultades para masticar; en el cáncer de colon, una dieta baja en fibra y fraccionada; y en el cáncer de páncreas, una dieta alta en calorías y controlada en grasas por problemas de malabsorción.
“Con respecto a los estadios de la enfermedad, en las fases iniciales se prioriza mantener el peso y la fuerza. En etapas avanzadas, especialmente con presencia de caquexia, se requieren estrategias intensivas. Además, los efectos secundarios de los tratamientos también modifican las recomendaciones. Por ello, la dieta debe ser siempre personalizada y en constante ajuste”, aseguró la especialista de la Universidad Científica del Sur.
Mitos y verdades: creencias comunes que confunden al paciente oncológico
Tras recibir un diagnóstico de cáncer, muchos pacientes se enfrentan a una avalancha de información contradictoria proveniente de familiares, amigos, redes sociales e incluso, en algunos casos, de profesionales de la salud. Esta sobreinformación puede generar confusión, ansiedad y llevar a decisiones nutricionales equivocadas.
Uno de los mitos más difundidos, según la nutricionista Andrea Windmueller, es la creencia de que consumir agua con limón o bicarbonato “alcaliniza la sangre” y ayuda a combatir el cáncer. Sin embargo, este tipo de afirmaciones carecen de base científica y pueden desviar la atención de lo realmente importante: seguir un tratamiento médico y nutricional adecuado.
Otro mito muy extendido es que “todo tipo de azúcar alimenta el cáncer” y que, por ello, debe eliminarse por completo de la dieta. Como refirió el doctor Cruz, aunque es recomendable reducir al máximo el consumo de azúcares simples, como la sacarosa o los productos altamente procesados que la contienen, no todas las formas de azúcar son perjudiciales.
“Por ejemplo, la lactosa presente en la leche o la fructosa de las frutas enteras son opciones saludables cuando se consumen en las porciones adecuadas. En cambio, la miel, la panela o la algarrobina, aunque sean consideradas “naturales”, generan un impacto similar al del azúcar refinada y también deben limitarse”.
También suele haber confusión respecto a las dietas basadas en plantas. Si bien los alimentos de origen vegetal son una fuente valiosa de nutrientes, no siempre son suficientes durante el tratamiento oncológico. La nutricionista de ALIADA Centro Oncológico precisó que los vegetales tienen una menor biodisponibilidad de proteínas y aminoácidos esenciales en comparación con los alimentos de origen animal.
En pacientes con alteraciones gastrointestinales o hiporexia, suele faltar el tiempo y las condiciones para adaptarse a una dieta 100 % vegetal. Por ello, si se opta por una alimentación basada en plantas, esta debe estar estrictamente supervisada por un profesional especializado, quien evaluará si es adecuada o si requiere suplementación para evitar deficiencias nutricionales.

La desinformación nutricional abunda, por eso es importante acudir a fuentes confiables para cuidar tu salud y evitar la ansiedad.
Otro error frecuente es seguir dietas restrictivas como el ayuno intermitente. De acuerdo con Paige Welsh, esta práctica puede ser perjudicial durante el tratamiento, ya que el cuerpo necesita un suministro constante de energía para enfrentar los efectos de la terapia y mantenerse nutrido. El ayuno puede contribuir a la pérdida de masa muscular, debilidad y un peor pronóstico nutricional. Lo más recomendable es una alimentación suficiente, equilibrada y adaptada a las necesidades y tolerancias del paciente.
Comer sin apetito: estrategias para nutrirte con poco deseo de comer
Cuando el apetito está disminuido, es fundamental implementar estrategias que permitan mantener una nutrición adecuada, prevenir la pérdida de peso y preservar la masa muscular. Según la nutricionista de Clínica Internacional, se pueden considerar las siguientes recomendaciones:
- Fraccionar las comidas: Consumir pequeñas porciones varias veces al día. Por ejemplo, cinco veces diarias puede facilitar la ingesta.
- Optar por alimentos blandos y fáciles de masticar: Esta elección disminuye la fatiga al comer y puede hacer que el momento de la comida sea más llevadero.
- Evitar beber grandes cantidades de líquido durante las comidas: Beber mucho líquido mientras se come puede generar sensación de llenura precoz y dificultar el consumo de alimentos.
- Enriquecer las preparaciones: Añadir ingredientes calóricos y nutritivos, como leche en polvo, aceite de oliva o frutos secos molidos mejora el valor nutricional sin aumentar el volumen del plato.
- Utilizar condimentos naturales: Especias como orégano, cúrcuma, romero y otras hierbas aromáticas ayudan a realzar el sabor de las comidas y pueden estimular el apetito sin necesidad de añadir sal en exceso.
- Elegir ambientes agradables para comer: Comer en un entorno tranquilo, con buena ventilación y, si es posible, acompañado, puede favorecer la alimentación y mejorar el estado de ánimo.
¿Cómo adaptar la alimentación a los efectos adversos del tratamiento?
Durante el tratamiento oncológico, es común que los pacientes enfrenten efectos adversos que influyan directamente su capacidad de alimentarse. Por ello, ajustar la dieta de acuerdo con los síntomas presentes puede marcar una gran diferencia en su bienestar general y en la continuidad del tratamiento.
Según la dietista oncóloga de Cleveland Clinic, cuando se presentan náuseas, lo más recomendable es optar por preparaciones suaves y fáciles de digerir, como galletas saladas, arroz blanco, puré de papas o compotas de frutas. También ayudan las bebidas a temperatura ambiente, como agua con limón o infusiones suaves.
En casos de mucositis (inflamación de la mucosa bucal), lo mejor es consumir alimentos fríos y blandos que no irriten, como helados de yogur, sopas cremosas o batidos nutritivos, evitando los cítricos, alimentos ácidos y condimentos fuertes.
Si el paciente experimenta diarrea o estreñimiento, es fundamental regular el consumo de fibra soluble e incrementar la hidratación: por ejemplo, la avena cocida o los purés suaves pueden aliviar el estreñimiento, mientras que el arroz blanco y los caldos ligeros son útiles en caso de diarrea. Además, si hay alteraciones en el gusto, Welsh recomendó el uso de hierbas aromáticas para mejorar el sabor de los alimentos sin recurrir a condimentos irritantes.
En esta misma línea, Nandy Vega, subdirectora Médica de MAPFRE sugirió algunos ejemplos de menús adaptados para cada momento del día, priorizando la tolerancia digestiva y el aporte nutricional:
- Desayuno: Avena cocida con frutas como arándanos o frambuesas y un puñado de nueces, acompañada de huevos sancochados como fuente de proteínas.
- Almuerzo: Una ensalada tibia de quinua con pollo a la parrilla y vegetales sancochados como brócoli, vainitas y pimiento rojo.
- Cena: Una crema de verduras suaves acompañada de carnes magras sancochadas y una infusión templada que favorezca la digestión.
¿Cómo influye el estado anímico en la alimentación?
El estado anímico influye profundamente en la alimentación de los pacientes con cáncer, ya que las emociones pueden alterar tanto el apetito como la calidad de las elecciones alimentarias. Según Windmueller, factores como el estrés por los cambios, la movilización dentro de la ciudad y la espera en las consultas afectan negativamente los hábitos alimentarios.
A esto se suma la presión emocional de enfrentar una enfermedad que puede provocar trastornos de la conducta alimentaria, como la vigorexia, y generar pérdida de apetito asociada a la disminución de la masa muscular y su potencial antiinflamatorio.

Cuando el deseo de comer disminuye, fraccionar las comidas, elegir preparaciones suaves y enriquecer los platos puede ayudar a mantener una buena nutrición y prevenir la pérdida de peso o masa muscular.
“El estado de ánimo es una variable clave en el abordaje nutricional, ya que muchos pacientes experimentan síntomas depresivos como respuesta al miedo y la incertidumbre del diagnóstico. Estas emociones pueden desencadenar trastornos como la ortorexia y dificultar el cumplimiento del plan de alimentación, especialmente cuando el paciente ha debido trasladarse desde su lugar de origen y se enfrenta a una cultura alimentaria distinta o a cambios bruscos en sus rutinas”, comentó el experto de la Asociación Peruana de Nutrición Clínica Oncológica.
Asimismo, las emociones también pueden llevar a un aumento del consumo de alimentos poco nutritivos como forma de afrontamiento. En este contexto, el apoyo emocional, la compañía familiar, un entorno acogedor y la orientación nutricional desempeñan un papel esencial para sostener la motivación y preservar un buen estado nutricional.
¿Qué alimentos y hábitos debes evitar?
De acuerdo con Andrea Windmueller, hay ciertos alimentos que deberían evitarse o consumirse en la menor medida posible, ya que pueden sobrecargar al hígado, un órgano que ya se encuentra exigido por la depuración de medicamentos y sustancias producidas por el cáncer:
- Frituras.
- Productos ultraprocesados y azucarados (como golosinas y mermeladas).
- Embutidos y encurtidos.
- Bebidas alcohólicas.
“Además, no se recomienda saltarse comidas. Mantener horarios regulares es esencial para conservar la energía y el estado nutricional. Si esto no es posible, se pueden emplear snacks diseñados para pacientes oncológicos o suplementos de nutrición oral”, añadió la nutricionista oncológica.
Métodos de cocción y preparación: ¿cuáles son más seguros?
Durante el tratamiento del cáncer es importante cuidar no solo qué se come, sino también cómo se prepara. Según Robinson Cruz, esto se debe a que ciertos métodos de cocción pueden generar sustancias nocivas que el cuerpo, especialmente en un estado debilitado, podría tener dificultad para procesar.
- Métodos de cocción a temperaturas bajas (menos de 180 °C) como hervidos, estofados, sudados, al vapor o guisos son altamente recomendables, ya que son seguros y no producen compuestos tóxicos. Si bien pueden provocar pérdida de algunos micronutrientes —como vitamina C o minerales como potasio y magnesio en el agua de cocción—, su seguridad los hace preferibles durante el tratamiento.
- Métodos de cocción a altas temperaturas (más de 180 °C) como horneados prolongados, frituras o parrillas, pueden conservar mejor ciertos nutrientes, pero también generan sustancias potencialmente dañinas como: aminas heterocíclicas aromáticas, hidrocarburos policíclicos aromáticos y acrilamida.
“Estas sustancias están asociadas a procesos inflamatorios y riesgo carcinogénico, por lo que se recomienda evitar este tipo de preparaciones durante el tratamiento”, expresó el especialista.
En cuanto a la conservación de los alimentos, es importante tener en cuenta lo siguiente:
- Descongelar los alimentos dentro del refrigerador.
- En pacientes con sistema inmune debilitado, puede ser recomendable hervir nuevamente los alimentos previamente cocidos y refrigerados.
- Si la comida solo ha estado unas horas refrigerada, basta con calentarla.
¿Cuánto líquido debes beber?
La hidratación cumple un rol esencial durante el tratamiento oncológico, ya que contribuye a prevenir complicaciones como la deshidratación o el estreñimiento, además de favorecer la tolerancia a terapias como la quimioterapia. Según la nutricionista Giulianna Saladarriga, una pauta general es consumir alrededor de 2 litros de líquidos al día, aunque lo más preciso es calcularlo multiplicando el peso corporal (en kilos) por 35 ml, distribuidos a lo largo del día.
“Las mejores opciones de hidratación incluyen agua, infusiones suaves, caldos sin grasa, jugos naturales colados y gelatinas. En cambio, deben evitarse las bebidas azucaradas y el alcohol”, agregó Montejo.
¿Cuándo es necesaria una suplementación nutricional?
La suplementación nutricional en pacientes con cáncer es necesaria cuando, tras una evaluación nutricional especializada, se determina que la alimentación por sí sola no es suficiente para cubrir los requerimientos de energía, proteínas, grasas, carbohidratos o micronutrientes esenciales.
“Esta evaluación permite identificar si es necesario incorporar productos que contribuyan no solo a mejorar el estado nutricional, sino también a fortalecer el sistema inmunológico, preservar la integridad del tracto gastrointestinal o estimular el apetito. La indicación de suplementos —así como su dosis, forma de administración y momento del día— debe ser individualizada en el contexto de una consulta profesional”, explicó el doctor Cruz.
Los suplementos más utilizados en pacientes con cáncer incluyen proteínas, ácidos grasos omega, vitamina D, B12 y hierro, y suelen ser indicados cuando existen factores como una baja ingesta de alimentos, efectos secundarios severos del tratamiento o problemas de malabsorción. Tal como señaló Marilyn Montejo, en estos casos pueden emplearse fórmulas hipercalóricas y proteicas listas para consumir, así como suplementos de micronutrientes específicos.
Como bien concluyó Saldarriga, “la nutrición es clave durante el tratamiento del cáncer, pues no solo ayuda a fortalecer el sistema inmunológico y recuperar el estado nutricional, sino que también mejora la calidad de vida y facilita que el paciente pueda continuar con su terapia sin interrupciones. Por eso, cuidar lo que se come es una forma de cuidar el cuerpo y acompañar el proceso de recuperación con más fuerza y bienestar.”