Te ha pasado que, llegas a casa agotada o estás tan concentrada en una tarea que, sin darte cuenta, son las 10 u 11 de la noche y aún no has cenado. Abres la refrigeradora, eliges lo primero que ves y comes sin mucha hambre mientras miras Instagram o TikTok. Sin embargo, cuando llega la hora de dormir, te cuesta conciliar el sueño. Das mil vueltas en la cama hasta que finalmente lo logras, aunque al día siguiente amaneces cansada, inflamada y sin energía.
Durante años, la conversación sobre la alimentación ha girado en torno a qué y cuánto comemos; no obstante, hoy los expertos en nutrición están poniendo cada vez más énfasis en una nueva variable igual de importante: cuándo comemos.
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Ahí es donde entra la crononutrición, una disciplina emergente que sostiene que no basta con comer sano o controlar las porciones, ya que la hora en la que comemos puede marcar una gran diferencia en nuestra salud. ¿La razón? Nuestros órganos, hormonas y funciones vitales trabajan en ciclos de 24 horas —llamados ritmos circadianos— que se sincronizan con la luz y la oscuridad.
“Cuando comemos en sintonía con ese ciclo natural de nuestro organismo, se ha demostrado que se optimiza la digestión, el metabolismo y la regulación hormonal”, explicó Diana Nieto, nutricionista y docente de la carrera de nutrición y dietética de la Universidad Científica del Sur a Bienestar.
Asimismo, la nutricionista Paola Rodríguez-Paiva, directora de la carrera de nutrición y dietética de la Universidad San Ignacio de Loyola destacó que, estos ritmos también influyen en nuestras decisiones alimentarias, en cómo manejamos el apetito emocional, en nuestra salud mental y en el riesgo de desarrollar trastornos metabólicos.
Por eso, no se trata de una teoría aislada. En países como el Perú, donde las cenas suelen ser abundantes y, a veces, muy tardías, los horarios alimentarios irregulares se han convertido en un factor silencioso que contribuye al aumento de casos de obesidad y diabetes. “Adaptar la crononutrición a esta realidad es clave para prevenir enfermedades crónicas”, agregó Nieto.

Nuestros órganos funcionan en ciclos. Comer cuando el cuerpo está en “modo ahorro” —como en la noche— puede aumentar la acumulación de grasa y el riesgo de enfermedades.
Aunque elegir una ensalada en lugar de una hamburguesa sigue siendo importante, también lo es si te la comes a la 1 p. m. o a las 11 p. m. En definitiva, la crononutrición nos invita a mirar el reloj, no solo el plato. Y a entender que, a veces, el desorden no está en lo que comemos, sino en la hora en que lo hacemos.
¿Qué le pasa a tu cuerpo cuando comes a deshoras?
Según Jenny García, nutricionista y jefe de SANNA Nutrición a Domicilio, con la crononutrición se establecen tres dimensiones diferentes de la conducta alimentaria: el momento, la frecuencia y la regularidad de las ingestas. Los relojes circadianos coordinan las variaciones del metabolismo energético y el comportamiento alimentario, de tal manera que, durante el día el cuerpo está diseñado para reponer energía, mientras que, en la noche entra en modo de ahorro y reparación.
Por esta razón, comer a deshoras o saltarse las comidas interrumpe este equilibrio, afectando procesos como la liberación de insulina y la digestión de grasas. Por ejemplo, como señaló Nieto, cenar muy tarde, retrasa la oxidación de lípidos, lo que favorece su almacenamiento en lugar de su uso como fuente de energía, aumentando así el riesgo de resistencia a la insulina.
“Comer sin horarios definidos, como saltarse el desayuno de forma habitual, puede inducir un desajuste hormonal que afecta la manera en que el cuerpo regula la glucosa. El organismo, al no recibir alimento, recurre a sus reservas, lo que puede provocar un aumento de insulina y, a largo plazo, contribuir al desarrollo del síndrome metabólico”, indicó Carlos Guerreros, endocrinólogo de Clínica Internacional
El sueño también se ve comprometido. La nutricionista Tania Alfaro advirtió que, alimentarse en horarios irregulares puede interferir con la producción de melatonina, la hormona del sueño, manteniendo al cuerpo en un estado de alerta metabólica justo cuando debería estar preparándose para descansar.
“Esto no solo puede causar insomnio o malestar nocturno, sino también afectar la calidad del descanso, reduciendo la cantidad de sueño profundo”.
De igual manera, puede alterar hormonas claves. Como refirió María García, dietista de Cleveland Clinic, las comidas hipercalóricas elevan el cortisol nocturno, generando un estado de estrés metabólico. Este desajuste también incrementa la grelina (hormona del hambre) y reduce la leptina (hormona de la saciedad), lo que favorece el picoteo nocturno y el aumento de peso.

Seguir ritmos naturales favorece el sueño, regula el apetito, mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a controlar el peso.
¿Comer a deshoras puede aumentar el riesgo de enfermedades crónica?
De acuerdo con la nutricionista Isabel Ríos, diversos estudios e incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS), han señalado que los horarios de alimentación desorganizados, junto con una dieta malsana, son uno de los principales factores de riesgo para la carga global de morbilidad, especialmente en lo que respecta a las enfermedades no transmisibles.
Básicamente, como detalló María García estos desajustes se asocian con un mayor riesgo de:
- Obesidad: Comer en horarios irregulares, especialmente durante la noche, puede aumentar el apetito y favorecer el consumo excesivo de calorías. A esto se suma un menor gasto energético durante la noche, lo que contribuye a la acumulación de grasa corporal. Un estudio publicado en Cell Metabolism encontró que cenar tarde reduce la quema de grasa hasta en un 18 % en comparación con hacerlo más temprano.
- Diabetes tipo 2: Alterar los horarios de comida afecta la secreción y la sensibilidad a la insulina, lo que puede desencadenar resistencia a esta hormona y aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
- Trastornos cardiovasculares: Saltarse comidas o comer a deshoras se ha asociado con un aumento en la presión arterial, niveles elevados de colesterol y triglicéridos, todos factores de riesgo para enfermedades del corazón.
- Cáncer: Aunque aún se requieren más estudios concluyentes, algunas investigaciones sugieren que la alteración prolongada de los ritmos circadianos —como ocurre en personas que comen de noche de forma habitual o trabajan en turnos nocturnos— podría estar relacionada con un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer.
“También es importante tener en cuenta que el sistema digestivo funciona de manera más eficiente durante el día. Por eso, cenar tarde —especialmente después de las 21:00 horas—puede provocar reflujo, digestión lenta y malestar abdominal”, resaltó la dietista.
¿Qué beneficios puedes obtener al ajustar tus horarios de alimentación?
Según el doctor Gino Felandro, médico internista de la Clínica Ricardo Palma, adaptar tus comidas a los ritmos naturales de tu organismo puede aportar importantes beneficios:
- Mejor calidad del sueño, al evitar cenas tardías que interfieren con la producción de melatonina.
- Mayor control del peso corporal y reducción de la grasa abdominal.
- Mejor distribución de la energía a lo largo del día, evitando bajones.
- Mejora de la sensibilidad a la insulina y control más estable de la glucosa.
- Menor riesgo de enfermedades crónicas.
- Reducción de la inflamación sistémica y del estrés oxidativo.
- Mayor control del apetito y menor deseo de comer fuera de horario.
- Mejor estado de ánimo.
- Mejora del perfil lipídico.
¿Cuándo debes comer según tu reloj biológico?
Si queremos favorecer la digestión, el metabolismo y respetar nuestro ritmo biológico, según nutricionista de la Universidad Científica del Sur, estos son los mejores rangos horarios para cada comida del día:
- Desayuno: Entre las 6 y 8 a.m. con alimentos ricos en proteínas y carbohidratos complejos.
- Almuerzo: Entre las 12:30 y 2 p.m., siendo esta la comida principal del día y el punto más alto de digestión.
- Cena: Entre las 6 y 8 p.m., al menos 2 o 3 horas antes de dormir con preparaciones ligeras a base de verduras y proteínas magras, lo que favorece la digestión y el descanso.
Mientras que, las meriendas deben realizarse a las 10a.m. y 4p.m., con algo ligero como una fruta o frutos secos. Además, Isabel Ríos recomendó, mantener un intervalo de comidas de unas 10-12 horas al día. “Por ejemplo, si desayunas a las 7 a.m., procura terminar de comer a las 7 p.m. para respetar el reloj biológico”.

Procura concentrar tus comidas dentro de una ventana de 10 a 12 horas al día. Así ayudas a tu cuerpo a regular su reloj interno y optimizas la digestión y el metabolismo.
Sin embargo, en el caso de aquellas personas con horarios atípicos, como quienes trabajan en turnos rotativos o nocturnos, es importante que consideren lo siguiente:
- Hacer la comida más copiosa al inicio del turno.
- Evitar comidas pesadas antes de dormir (aunque sea de día).
- Mantener una ventana de alimentación de 10-12 horas, incluso en turnos rotativos.
- Priorizar comidas ligeras y fáciles de digerir al final del turno.
Asimismo, es fundamental tener en cuenta que la crononutrición puede variar según la edad, el sexo o ciertas condiciones. Por ejemplo:
- Embarazo y lactancia: Requieren un patrón alimentario más seguido, pero de fácil digestión. Es clave evitar ayunos largos.
- Menopausia: La crononutrición puede ayudar a mejorar el sueño, controlar el peso y regular el apetito.
- Adultos mayores: Suelen tener menor apetito en la noche, por lo que conviene hacer comidas más energéticas temprano.
- Deportistas: Necesitan sincronizar la alimentación, sobre todo, del consumo de carbohidratos con el entrenamiento para maximizar el rendimiento y la recuperación.
“La elección de alimentos también debe ajustarse al horario. Durante la mañana y el mediodía, el cuerpo digiere mejor los carbohidratos (como avena, pan integral o frutas), pero en la noche pueden favorecer el almacenamiento de grasa. Las grasas saludables, como la palta o los frutos secos, conviene moderarlas por la noche porque ralentizan la digestión. En cambio, alimentos con triptófano, como plátano, leche o pavo, favorecen el sueño al estimular la melatonina. Las proteínas como huevo, yogur o pollo son nutritivas y saciantes, y pueden consumirse tanto de día como de noche”, precisó la nutricionista de Clínica Internacional.
¿Cómo mejorar tus hábitos con la crononutrición?
Para empezar a aplicar la crononutrición y obtener todos sus beneficios de manera sencilla y práctica, las nutricionistas recomendaron lo siguiente:
- Establecer horarios regulares para las comidas, con un desayuno temprano y una cena ligera, incluso los fines de semana, ayuda a mantener un ritmo corporal estable.
- Priorizar una cena equilibrada y a una hora adecuada.
- Evitar alimentos pesados o ricos en azúcares y grasas antes de dormir favorece una mejor digestión y calidad del sueño.
- Reducir el consumo de cafeína, alcohol y nicotina en las horas previas al descanso, ya que estas sustancias pueden alterar el sueño y desajustar el ritmo circadiano.
- El ayuno intermitente puede ser una herramienta útil si se aplica en sintonía con el reloj biológico. Sin embargo, no es adecuado para todos. Mal implementado, puede provocar ansiedad, pérdida de masa muscular o desequilibrios hormonales, sobre todo en personas con estrés o trastornos del sueño. Por eso, debe aplicarse de forma personalizada y siempre bajo supervisión profesional
“La crononutrición no se trata solo del horario en el que comemos, sino también de la calidad de lo que comemos. No sirve de mucho respetar horarios si lo que se consume son alimentos ultraprocesados o desequilibrados. Lo ideal es integrar ambos aspectos: qué y cuándo comemos, para mejorar nuestra salud metabólica y calidad de vida”, concluyó el doctor Felandro.