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Un sábado, hace tres semanas, el mundo de Diana Foronda se detuvo. La llamó la doctora. Le pidió que fuera al hospital… y que no fuera sola. “Quiero hablar contigo, trae a un familiar”, le dijo. Hasta entonces, Diana —cantante, diseñadora gráfica, activista, mujer de escenario y resistencia— había atribuido las hemorragias que tenía a un posible cambio hormonal. Pero una biopsia confirmó el diagnóstico: un tumor maligno en el útero de 6 centímetros, comprometido con otros órganos del cuerpo. “Antes lo tenía todo y no lo valoraba. Ahora siento que lo perdí todo”, dice con pesar.

A los 40 años, Diana no se rinde ni romantiza la lucha. “No quiero el papel de víctima, pero esta es la batalla más dura que me ha tocado. Me estoy reconstruyendo”, advierte.

Su departamento en Surquillo respira su esencia. Muñecos decoran los espacios principales, las cortinas negras enmarcan sus pinturas, las plantas le dan vida al lugar y un funko de Diana Foronda corona la escena. (Foto: Hugo Pérez)

Su departamento en Surquillo respira su esencia. Muñecos decoran los espacios principales, las cortinas negras enmarcan sus pinturas, las plantas le dan vida al lugar y un funko de Diana Foronda corona la escena. (Foto: Hugo Pérez)

/ HUGO PEREZ

Parar para sobrevivir

La vocalista del grupo de nu metal Área 7 no se detiene fácilmente. Pero esta vez, su cuerpo la obligó. Con hemorragias persistentes, bajones de presión y episodios de extrema debilidad, llegó al hospital sin saber que lo que venía cambiaría su vida radicalmente.

Pensé que era la premenopausia, un cambio hormonal. Pero un día me sentí tan mal, con náuseas y debilidad, que terminé en trauma shock. Me revisaron el útero y escuché a la doctora decir que veía algo raro”, recuerda. “Cuando me dijeron que tenía cáncer, me quedé en shock. Me reproché no haber ido antes al ginecólogo. Había postergado mi cita por trabajo, por viajes. Fui irresponsable. Mi cuerpo habló de la peor manera para decirme que parara”, se lamenta.

El diagnóstico llegó acompañado de urgencias. Diana no podía esperar semanas para una cita en el hospital público. El sangrado era tan fuerte que llegó a tener la hemoglobina en 7.3. “Yo ya me estaba muriendo”, señala.

Batalla física, emocional y económica

Cada etapa del tratamiento es dura, física y emocionalmente. Recibiré radioterapia diaria, excepto fines de semana, y quimioterapia. Empiezo la próxima semana. Después vendrá una fase de seguimiento o mantenimiento. Realmente, todo es incierto todavía”, explica.

Pero más allá del dolor físico, hay una lucha silenciosa: la económica. “El cáncer es carísimo. Mi seguro no lo cubre. Estoy organizando dos eventos con amigos músicos para recaudar fondos: uno a fines de julio y otro, tentativamente, para el 26 de septiembre. Mi mayor miedo es no recibir atención oportuna en una emergencia. Si me da una hemorragia y no hay cama disponible, me muero”.

A pesar del temor, Diana no pierde la claridad. “Yo no me quiero morir, pero sí me cansé porque he vivido mucho, me han pasado demasiadas cosas. Y sé que esta es la batalla más importante de mi vida”.

El duelo por lo que fue y ya no es

Desde su diagnóstico, Diana vive un duelo doble: por su salud y por la vida que tuvo que pausar. “Miro a mis amigos en reuniones, en conciertos, haciendo proyectos… y me digo: eso era lo que yo tenía. Me lo quité por descuido”.

No me gusta victimizarme, pero sí reconozco que necesito ayuda. Siempre resolví todo sola, fui independiente desde muy joven. Hoy, por primera vez, le pido ayuda a mi familia”.

Diana se cortó el cabello tras un ataque de ansiedad. Fue su forma de asumir lo que venía, de tomar el control antes de que la enfermedad se lo arrebate. “No me cuido el cabello, y como el tratamiento lo iba a hacer caer, decidí cortármelo. Fue como prepararme”, confiesa.

Música, familia, tatuajes y libertad

Desde los 14 años, la música fue su refugio. Creció en un hogar disfuncional, con una madre que la inscribió en clases de guitarra como vía de escape. “La música se volvió mi zona segura. Me ha salvado muchas veces. Ahora no tengo fuerzas para cantar, pero sigue siendo mi refugio emocional”.

Su banda, Área 7, continuará sin ella mientras enfrenta el tratamiento. “Les dije a las chicas que sigan. Buscaremos a alguien temporal, hombre o mujer. En el nu metal se necesita energía, performance. No quiero frenar a nadie”, confiesa.

Más allá del escenario, Diana también ha trabajado como diseñadora gráfica, pasó por la televisión, la radio, y hasta actuó en cine. “Si me voy, me voy feliz porque he hecho de todo. En Radio Capital, en ‘Papá Youtuber’, en eventos, en festivales. Siempre me metí en aventuras”, recuerda con una gran sonrisa.

Tiene más de 50 tatuajes. En las manos, se lee: «Libre de crueldad», y en el cuello se repite esa palabra que la define: «Libre.

Me han juzgado por mi imagen, por mi cabello, por los tatuajes. A veces me escondía porque la gente me gritaba cosas dolorosas en la calle y me sentía mal. En ocasiones, cuando salía con mi familia, sentía que los avergonzaba. Pero yo no soy satánica, como me gritan, yo hablo con Dios, con Jesús, con mis ancestros”, asiente.

En esta etapa difícil, Diana sueña con retomar la pintura, crear su marca de ropa, hacer música sin presión. Y, por ahora, mantenerse viva. “Voy a vivir un día a la vez”, subraya.

Diana Foronda tiene más de 50 tatuajes. En las manos, se lee: Libre de crueldad. En el cuello, una palabra que la define: Libre. (Foto: Hugo Pérez)

Diana Foronda tiene más de 50 tatuajes. En las manos, se lee: Libre de crueldad. En el cuello, una palabra que la define: Libre. (Foto: Hugo Pérez)

/ HUGO PEREZ



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