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La ducha, ese momento íntimo y revitalizante, es para muchos más que un simple hábito de higiene. Entre el ajetreo y el estrés del día a día, sin duda, se convierte en un espacio único dentro nuestra rutina, ya que nos permite iniciar cada mañana con un shot de energía o terminar el día con una sensación de calma absoluta después de una jornada agotadora. Sin embargo, más allá de esa activación o relajación inmediata, ¿alguna vez te has preguntado si es mejor ducharse con agua fría o caliente?

Aunque pueda sonar un tanto curiosa esta inquietud, lo cierto es que la temperatura del agua que usamos a diario influye más de lo que imaginamos. Desde cómo nos sentimos física y emocionalmente, hasta cómo reacciona nuestra piel, cabello y sistema circulatorio, ya que cada tipo de ducha activa diferentes procesos en el organismo.

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Samanta Alva

Si bien nuestras preferencias y los hábitos que hemos ido adoptando a lo largo del tiempo son determinantes en la decisión de cómo nos bañamos, también es importante considerar que la temperatura del agua puede jugar un papel clave según los objetivos que tengamos para nuestra salud y bienestar. Ya sea que busquemos reducir la inflamación, cuidar una piel sensible o mantener el cabello más brillante, elegir bien puede marcar la diferencia.

La ducha, más allá de ser un momento rutinario, puede convertirse en una verdadera aliada si sabemos usarla a nuestro favor.

¿Qué le pasa a tu cuerpo y mente cuando te duchas con agua fría o caliente?

Cuando eliges una ducha fría, tu cuerpo entra en modo de alerta. Según explicó el doctor Christopher Babiuch, médico de familia de Cleveland Clinic a Bienestar, esto se debe a que se produce una vasoconstricción, es decir, los vasos sanguíneos se estrechan para conservar el calor, lo que provoca un choque inicial, seguido por un aumento en la circulación sanguínea hacia los órganos vitales.

Esta reacción activa el sistema nervioso simpático, lo que eleva la frecuencia cardíaca y respiratoria. Como refirió Glenda Escalaya, dermatóloga y docente en la maestría de medicina estética de la Universidad Científica del Sur, esta respuesta también estimula la liberación de noradrenalina y endorfinas, sustancias que mejoran el estado de ánimo, aumentan la energía y, según algunos estudios, pueden ayudar a reducir síntomas leves de depresión.

Además, la exposición breve al agua fría puede fortalecer el sistema inmunológico, reducir la inflamación y favorecer a la recuperación muscular después del ejercicio, agregó Marita Ramos, médica ocupacional de MAPFRE.

El agua caliente puede resecar la piel y dañar la cutícula del cabello, mientras que el agua fría ayuda a cerrar poros, calmar irritaciones y dar más brillo al pelo.

El agua caliente puede resecar la piel y dañar la cutícula del cabello, mientras que el agua fría ayuda a cerrar poros, calmar irritaciones y dar más brillo al pelo.

En cambio, las duchas calientes generan un efecto opuesto. La vasodilatación —expansión de los vasos sanguíneos— promueve la relajación y la sensación de bienestar. Escalaya señaló que este tipo de baño estimula el sistema nervioso parasimpático, que induce a la calma y reduce el estrés.

“El agua caliente también puede favorecer al sueño si se toma antes de acostarse. En personas con hipertensión leve pueden ayudar a reducir la presión arterial, así como también relajan los músculos y alivian tensiones”, destacó el doctor Juan Ramírez, cardiólogo de Clínica Internacional.

¿Qué tipo de agua es mejor para tu piel y tu cabello?

Agua caliente: beneficios y riesgos

Según la dermatóloga, Elba Naccha, ducharse con agua caliente puede alterar la barrera cutánea, dejándola más vulnerable frente a las agresiones del ambiente. “Básicamente, pierde o disminuye su función de defensa, y también puede despojar a la piel de sus aceites naturales, conocido como cebo, provocando sequedad, mayor sensibilidad y en casos más severos descamación”. Además, el calor puede activar moléculas inflamatorias como citocinas, lo que genera picazón o irritación en la piel.

En cuanto al cabello, la doctora Ramos mencionó que el agua caliente puede abrir la cutícula del pelo, facilitando la limpieza, pero también haciéndolo más poroso y propenso al frizz y la deshidratación.

Agua fría: una aliada para calmar, cerrar y proteger

El agua fría puede aportar varios beneficios tanto para la piel como para el cabello. Babiuch indicó que ayuda a cerrar los poros, reducir la inflamación y mejorar la apariencia de la piel, especialmente si está irritada o con exceso de grasa. También tiene un efecto calmante, ideal para quienes tienen pieles sensibles.

“Respecto al cabello, el agua fría ayuda a cerrar la cutícula, lo que permite retener mejor la hidratación, aporta brillo y reduce la producción de sebo en el cuero cabelludo”.

Agua tibia: el equilibrio ideal para pieles sensibles

Si tienes la piel muy seca, sensible o con afecciones como dermatitis atópica o acné, la mejor opción es evitar los extremos. La dermatóloga Glenda Escalaya recomendó optar por agua tibia, ya que el agua caliente puede empeorar la inflamación. Para el cabello, también sugirió el agua tibia o fría, sobre todo, si está seco o tratado químicamente, ya que de esta manera se evita la agresión térmica y ayuda a mantener el equilibrio del cuero cabelludo.

¿Cómo influye la temperatura del agua en tu circulación y salud cardiovascular?

La temperatura del agua que usamos al ducharnos puede tener un impacto directo sobre nuestra circulación y salud cardiovascular, especialmente si existen antecedentes de hipertensión o enfermedades cardíacas. Según el cardiólogo Juan Ramírez, “los vasos sanguíneos reaccionan de forma distinta frente al agua fría o caliente, y esa respuesta puede influir positiva o negativamente en el sistema circulatorio dependiendo del estado de salud de cada persona”.

El agua fría mejora el retorno venoso, alivia piernas cansadas, reduce edemas y es ideal en casos de várices.

El agua fría mejora el retorno venoso, alivia piernas cansadas, reduce edemas y es ideal en casos de várices.

Cuando nos exponemos al agua fría, ocurre una vasoconstricción que reduce el flujo sanguíneo hacia la piel y las extremidades, lo que puede elevar momentáneamente la presión arterial. En personas sanas, esto estimula la circulación y favorece el retorno venoso, especialmente útil para aliviar piernas cansadas o hinchadas. Además, al finalizar la exposición al agua fría, se produce una vasodilatación reactiva, que favorece aún más la circulación de retorno, ayudando a reducir el edema, el dolor y el enrojecimiento.

Sin embargo, en personas con hipertensión no controlada o enfermedades coronarias, el efecto vasoconstrictor del agua fría puede ser riesgoso, ya que puede provocar un aumento súbito de la presión arterial o incluso desencadenar episodios de angina de pecho, al elevar la demanda de oxígeno del corazón.

Por otro lado, el agua caliente genera una vasodilatación, lo que mejora el flujo de sangre hacia los tejidos, reduce la presión arterial y favorece la oxigenación. “Este efecto puede resultar beneficioso para quienes padecen hipertensión leve o buscan aliviar la tensión muscular”, señaló el experto de Clínica Internacional. No obstante, en pacientes con enfermedades cardiovasculares, esta caída de presión puede resultar excesiva y provocar mareos, desmayos o incluso isquemia cardíaca.

“En casos de várices o enfermedad venosa periférica, el agua caliente puede generar congestión venosa, hinchazón y sensación de pesadez en las piernas. En cambio, el agua fría es más recomendable porque mejora el retorno venoso y reduce el edema”.

Un punto interesante que destacó el cardiólogo es el uso terapéutico de los contrastes de temperatura, conocidos como duchas de contraste. Esta práctica consiste en alternar la exposición al agua caliente y fría durante períodos breves de tiempo.

“Se utiliza desde hace muchos años en fisioterapia y medicina deportiva, ya que aporta varios beneficios. A nivel circulatorio, las duchas de contraste favorecen un mejor retorno venoso gracias al llamado efecto de bombeo vascular, que se produce por la acción cíclica de la vasoconstricción (provocada por el agua fría) y la vasodilatación (generada por el agua caliente). Esta alternancia estimula la microcirculación, mejora el drenaje de líquidos acumulados y puede aliviar síntomas como la hinchazón o la pesadez en las piernas”, sostuvo Ramírez.

Desde el punto de vista deportivo, ayudan a acelerar la recuperación muscular al reducir la inflamación y el dolor tras el ejercicio intenso. También pueden tener un efecto energizante, por lo que resultan útiles para personas con fatiga o problemas circulatorios leves.

Si buscas energía y activación, elige agua fría por la mañana; si necesitas relajarte y dormir mejor, opta por agua caliente por la noche.

Si buscas energía y activación, elige agua fría por la mañana; si necesitas relajarte y dormir mejor, opta por agua caliente por la noche.

Sin embargo, el médico advirtió que no se recomiendan en personas con una enfermedad cardíaca activa o presión arterial no controlada, a menos que lo indique un médico. “En estos casos, el estrés térmico podría generar más riesgos que beneficios”.

¿En qué casos es mejor evitar exponerse a temperaturas extremas?

Aunque pueden tener sus beneficios para la salud, hay cierto grupo de personas que deben tener especial cuidado con los cambios bruscos de temperaturas, ya que podrían agravar las condiciones médicas preexistentes.

De acuerdo con Christopher Babiuch las personas con hipertensión, diabetes, neuropatías periféricas o problemas circulatorios deben ser especialmente cautelosas. “Es recomendable evitar cambios bruscos de temperatura y consultar con un médico antes de incorporar duchas frías o calientes en la rutina diaria”.

Por su parte, la doctora Escalaya señaló que los pacientes con patologías cardiovasculares graves, como insuficiencia cardíaca o arritmias, aquellos con hipotensión severa, enfermedades vasculares periféricas avanzadas, hipersensibilidad al frío —como el fenómeno de Raynaud— o alteraciones del sistema nervioso autónomo, también deben evitar exponerse a temperaturas extremas.

¿Cómo elegir la ducha ideal para ti?

Temperatura

No existe una “temperatura ideal” que funcione para todos. Como recalcó el doctor Babiuch, esta elección depende de tus necesidades personales y tus objetivos de salud. ¿Buscas relajarte, activarte, mejorar tu circulación o simplemente mantener la higiene diaria? La temperatura adecuada varía en cada caso.

Por ejemplo, si hablamos de una ducha fría, no es necesario enfriar el agua más allá de lo que ya sale del grifo. “La temperatura ambiente sería la adecuada. No necesita enfriarse más, salvo en terapias específicas de recuperación o físicas donde se usa hielo”, específico Juan Manuel Jiménez, médico internista de la Clínica Ricardo Palma. En casa, una ducha fría suele estar entre los 20 y 25 °C, dependiendo del momento del día.

En cambio, si prefieres una ducha caliente, lo recomendable es no superar los 38 °C. “A partir de los 35 hasta 38 °C se pueden obtener los beneficios del agua caliente sin riesgos”, comentó Jiménez. Superar los 40 °C puede provocar irritación, resequedad o incluso dermatitis por calor excesivo. “El cuerpo humano considera fiebre cualquier temperatura mayor a 38 °C, así que exponer la piel a más de eso no es lo más saludable”, advirtió el experto.

Duración

Según el médico internista, la clave está en mantener un rango saludable de tiempo: entre 5 y 15 minutos. Ducharse por menos de cinco minutos puede no ser suficiente para una limpieza adecuada, mientras que exceder los 15 minutos no aporta más beneficios y sí aumenta el riesgo de resequedad en la piel, irritación dérmica o daño capilar.

Además, cada tipo de ducha tiene su tiempo ideal. Como detalló Glenda Escalaya, si eliges una ducha caliente, lo recomendable es que no dure más de 10 minutos, ya que el calor prolongado puede afectar la barrera cutánea. Si prefieres una ducha fría, bastan de 2 a 4 minutos para obtener un efecto estimulante sin arriesgarte a una hipotermia. Y si te inclinas por una ducha de contraste (alternar agua caliente y fría), lo ideal es hacerlo en ciclos: 30 segundos a 1 minuto de agua fría, seguidos de 1 a 2 minutos de agua caliente, repitiendo este proceso de 3 a 4 veces.

Momento perfecto

Para una ducha fría, Babiuch recomendó tomarla por la mañana o después de una actividad física intensa, ya que ayuda a activar el sistema nervioso, aumenta la circulación y proporciona un aumento en la energía y la claridad mental.

Por otro lado, las duchas calientes son más adecuadas por la noche, ya que ayudan a relajar los músculos, reducir el estrés y mejorar la calidad del sueño.



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