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El mundo entero reconoció su música antes que su nombre. Bastaban cinco notas para generar tensión, ritmo y memoria colectiva. Así empezaba la inolvidable melodía de “Misión: Imposible”, una composición que definió un género entero. Su autor, el argentino Lalo Schifrin (Buenos Aires, 1937), falleció este jueves a los 93 años en Los Ángeles, víctima de una neumonía.

Nacido como Boris Claudio Schifrin, comenzó como un niño prodigio del piano desde los seis años, bajo la tutela rigurosa de su padre. Pero no fue la música académica la que le robó el alma, sino el jazz, ese lenguaje prohibido por el régimen peronista, que él descubría en discos contrabandeados y tocaba a escondidas.

El legendario compositor dirige una orquesta sinfónica —la London Symphony Orchestra en el Barbican de Londres, en 2008— demostrando su maestría como director, más allá de sus célebres bandas sonoras. (Foto: Difusión)

El legendario compositor dirige una orquesta sinfónica —la London Symphony Orchestra en el Barbican de Londres, en 2008— demostrando su maestría como director, más allá de sus célebres bandas sonoras. (Foto: Difusión)

Ya en París, como estudiante del Conservatorio, su doble vida continuó: clases con Olivier Messiaen de día y jam sessions nocturnas en clubes bohemios. Regresó a Buenos Aires con un pie en cada mundo y fundó su propia big band. Entonces ocurrió el encuentro clave: Dizzy Gillespie, leyenda del jazz, lo escuchó y le propuso algo que cambiaría todo: tocar juntos. Schifrin aceptó. Se mudó a Nueva York en 1958, y entre 1960 y 1962 fue pianista y arreglista de Gillespie. “Tuve muchos maestros, pero solo un Dizzy”, diría más tarde.

En 1963, su historia viró hacia el cine. Se instaló en California y comenzó a componer para películas y televisión. Así empezó una de las carreras más prolíficas de la industria, con más de 100 bandas sonoras que atravesaron géneros y generaciones.

Un oído sin fronteras

Su huella más visible fue el tema principal de “Misión: Imposible”. Lo compuso en minutos, sin ver una sola imagen. El productor le pidió algo “emocionante”, y Schifrin respondió con un compás poco usual, un guiño jazzístico y una tensión lúdica que marcó época. Desde 1966 hasta hoy, el tema se escucha en series, películas, videojuegos y memes, convirtiéndose en un ícono de la cultura pop. “Quería algo que no se tomara demasiado en serio, pero que nadie pudiera olvidar”, recordaba Schifrin sobre el tema.

Sin embargo, reducirlo a una melodía sería injusto. Su trabajo incluye bandas sonoras para “Bullitt”, “Harry el sucio”, “Enter the Dragon”, “Cool Hand Luke”, “Starsky y Hutch”, “THX 1138” y “Tango”, entre muchas otras. Supo imprimirle swing a una persecución, nostalgia a un crimen y elegancia a una escena muda. A lo largo de seis décadas, trabajó con Bruce Lee, Clint Eastwood, George Lucas, Carlos Saura y hasta Billy Wilder. También dirigió orquestas sinfónicas, arregló piezas para los Tres Tenores, y grabó con Sarah Vaughan, Stan Getz y Count Basie.

Lalo Schifrin recibe su Oscar honorífico en 2018, entregado por su amigo y colaborador Clint Eastwood, en reconocimiento a una carrera que redefinió la música para cine.  (Foto: Difusión)

Lalo Schifrin recibe su Oscar honorífico en 2018, entregado por su amigo y colaborador Clint Eastwood, en reconocimiento a una carrera que redefinió la música para cine. (Foto: Difusión)

En 2018, la Academia de Hollywood le otorgó un Oscar honorífico. Clint Eastwood le entregó el premio con palabras que sonaban a deuda saldada: “Su estilo único, su integridad y su influencia transformaron la música de cine”. Schifrin, sonriendo, agradeció con su frase más cinematográfica: “Es una misión cumplida”.

Sus últimos años los pasó componiendo piezas de cámara y sinfonías que exploraban diversos ritmos. Fue el primer argentino con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Pero más allá del mármol y las medallas, su legado vive en cada acorde que evoca una persecución, un crimen o un salto al vacío. Como él mismo escribió en su autobiografía: “Las combinaciones posibles en la música aún no se han agotado”. Su vida fue la prueba.



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