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Apagas la luz, te acomodas en la cama y cierras los ojos con la esperanza de sumergirte en un sueño profundo y reparador. Sin embargo, apenas el silencio se instala, tu mente se activa y comienza a correr a mil por hora. Una frase dicha en la mañana, una conversación pendiente, un correo que no respondiste, ese eterno “¿y si…?” que nunca llega a ningún lado y una serie de pensamientos que van uno detrás de otro. Lo que debería ser un momento de desconexión se convierte, de pronto, en una tormenta mental que parece no tener fin.

Lo cierto es que, muchas personas atravesamos por este mismo ritual noche tras noche: el cuerpo agotado pide dormir, pero la mente se resiste. Pensamientos repetitivos, las preocupaciones anticipadas, las listas mentales y hasta los recuerdos incómodos que resurgen sin previo aviso. Es como si el silencio y la oscuridad de la noche diera permiso a todo lo que evitamos durante el día para hacerse escuchar.

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Samanta Alva

Este fenómeno, conocido como ansiedad nocturna, no es un diagnóstico clínico, pero sí una experiencia abrumadora para millones. Pero, ¿por qué nuestro cerebro decide sabotear el descanso justo en el momento más inoportuno? ¿Qué mecanismos se activan para que, en lugar de relajarnos, empecemos a repasar errores o imaginar los peores escenarios? Y lo crucial: ¿cómo podemos finalmente romper este ciclo y recuperar la paz en nuestras noches?

¿Qué es la ansiedad nocturna y cómo se manifiesta?

La ansiedad nocturna no es un trastorno en sí, sino un conjunto de síntomas que aparecen o se intensifican al caer la noche. Según señaló Susan Albers, psicóloga de Cleveland Clinic a Bienestar, “se trata de un patrón de ansiedad vinculado a la dificultad para desconectar del ritmo mental del día”. Por ello, es común que surjan pensamientos intrusivos sobre el futuro, la salud o el trabajo.

La psicóloga clínica Ana Ramírez explicó que esta forma de ansiedad suele reflejar la presencia de un trastorno subyacente, como la ansiedad generalizada o incluso el estrés postraumático. Aunque no es un diagnóstico independiente, se manifiesta en un momento específico del día, y sus síntomas pueden incluir insomnio, palpitaciones, hasta tensión muscular y esa sensación de que los pensamientos simplemente no cesan.

Por su parte, la licenciada Patricia Cortijo, neuropsicóloga de Clínica Internacional añadió que durante estos episodios el cuerpo puede liberar adrenalina, lo que intensifica los síntomas físicos como la aceleración del pensamiento, la preocupación excesiva, la sensación de falta de aire y la dificultad para dormir. De hecho, diversos estudios han demostrado que la ansiedad nocturna no solo alarga el tiempo para conciliar el sueño, sino que también provoca despertares frecuentes a lo largo de la noche.

Evitar lo que sentimos durante el día solo pospone el problema: en la noche, todo lo reprimido regresa con más fuerza.

Evitar lo que sentimos durante el día solo pospone el problema: en la noche, todo lo reprimido regresa con más fuerza.

¿Por qué pensamos tanto justo antes de dormir?

De acuerdo con Cortijo, este patrón ocurre porque durante el día estamos inmersos en un sinfín de actividades, estímulos y responsabilidades que mantienen nuestra mente ocupada. En cambio, en la quietud de la noche, sin esas distracciones externas, el cerebro finalmente encuentra el espacio para procesar emociones o preocupaciones no resueltas.

Es precisamente en ese momento cuando se activa la red neuronal por defecto (RND), asociada a la autorreflexión y al pensamiento interno. La neuropsicóloga destacó que, según estudios publicados en Nature Reviews Neuroscience, esta red tiende a volverse hiperactiva en personas con ansiedad o depresión, intensificando los pensamientos intrusivos nocturnos.

Además, en este proceso intervienen poderosos mecanismos de evitación emocional. “Evitar es un mecanismo de defensa”, subrayó la experta. “Cuando evitamos sentir o procesar emociones durante el día —por ejemplo, al no hablar de lo que nos molesta, distraernos constantemente o ignorar señales internas— esas emociones no desaparecen, solo se desplazan o se guardan. Y en la noche, cuando todo se calma, esas emociones reprimidas aparecen con más fuerza”. Desde la psicología cognitivo-conductual, se sabe que evitar el malestar solo refuerza la ansiedad a largo plazo.

Por su parte, Alexandra Sabal, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, reforzó esta idea al agregar que la oscuridad y el silencio favorecen la introspección. “Durante el día, solemos silenciar pensamientos incómodos, pero por la noche, al desaparecer los estímulos externos, estos pensamientos emergen con fuerza. Es como abrir una caja de Pandora mental: lo que no tuvimos tiempo o energía para procesar, ahora reclama atención”.

¿Cuál es el impacto del sobrepensamiento antes de dormir?

El impacto es profundo, pues cuando la mente se llena de pensamientos repetitivos e intrusivos al final del día, se activa un estado de alerta que impide la relajación necesaria para conciliar el sueño. Según Karin Domínguez Ayesta, psicoterapeuta y subgerenta de Modo USIL de la Universidad San Ignacio de Loyola, esto genera un desgaste emocional y físico al activar el sistema de estrés justo cuando el cuerpo debería desconectarse. La persona quiere descansar, pero su mente no se detiene, lo que provoca una sensación de impotencia y hace que la noche se perciba como un momento angustiante en lugar de reparador.

“Este tipo de pensamiento activa la amígdala y eleva los niveles de cortisol, interfiriendo con la producción de melatonina. Esta desregulación emocional y cognitiva puede derivar en insomnio, despertares frecuentes y, en casos más intensos, ataques de pánico nocturnos”, expresó Ana Ramírez.

Albers también enfatizó que este patrón genera una sensación de vulnerabilidad e incluso aislamiento, lo que alimenta un ciclo perjudicial para la salud mental y emocional.

Para quien padece ansiedad nocturna, la cama puede dejar de ser un refugio y transformarse en un detonante de angustia.

Para quien padece ansiedad nocturna, la cama puede dejar de ser un refugio y transformarse en un detonante de angustia.

¿Qué tipo de pensamientos tienden a aparecer en la noche?

Estos pensamientos nocturnos no son aleatorios; suelen seguir patrones específicos que la ansiedad nocturna amplifica. Según la neuropsicóloga de Clínica Internacional, estos son los tipos de pensamientos intrusivos más comunes:

  • Problemas no resueltos: Desde conflictos laborales o discusiones con la pareja hasta cualquier situación que hayamos dejado pendiente durante el día, ya que la mente se obsesiona con encontrar una solución.
  • Preocupaciones por el futuro: Temas económicos, incertidumbre laboral, o cualquier escenario incierto que genera ansiedad sobre lo que está por venir.
  • Autoevaluaciones negativas: Esas voces internas que nos reprochan. Pensamientos como “No hice bien mi trabajo” o “Pude haber hecho mejor mi examen” se intensifican, magnificando los errores percibidos.
  • Temores existenciales o de salud: Preguntas profundas o miedos irracionales como “¿Y si tengo una enfermedad grave?” que, en el silencio de la noche, parecen cobrar una dimensión aterradora.

“Estos patrones no son infrecuentes. Un estudio del Sleep and Health Research Program de la Universidad de Arizona reveló que más del 70% de las personas con ansiedad nocturna tienen pensamientos centrados en la autocrítica o el miedo al futuro”, aseguró Cortijo.

La psicóloga Domínguez complementó esta visión explicando que estos pensamientos están relacionados con nuestras vivencias, valores y preocupaciones más profundas. “Este contenido mental no es señal de algo malo, sino una expresión natural de una mente activa que busca protegernos o prepararnos”.

¿Qué rasgos de personalidad predisponen al sobrepensamiento nocturno?

De acuerdo con Susan Albers, ciertos rasgos de personalidad como el perfeccionismo, la autoexigencia y la necesidad excesiva de control son algunos de los principales detonantes. Las personas con estas características suelen repasar mentalmente cada detalle del día, cuestionando si hicieron lo correcto o si podrían haberlo hecho mejor. Este hábito de evaluación constante activa un estado de alerta mental que dificulta desconectarse y relajarse.

A esto se suma una baja tolerancia a la incertidumbre. Quienes sienten la necesidad de tener todo resuelto antes de dormir tienden a experimentar más ansiedad, especialmente cuando no pueden anticipar lo que ocurrirá al día siguiente. En lugar de entregarse al descanso, su mente intenta llenar los vacíos con pensamientos catastróficos, como una forma de “prevenir” posibles problemas.

¿El cerebro puede interpretar la cama como una amenaza?

Aunque parezca contradictorio, el cerebro de una persona con ansiedad puede llegar a interpretar la cama o la hora de dormir como una amenaza. Básicamente, esto ocurre porque el cerebro ansioso permanece en modo de supervivencia, constantemente en busca de señales de peligro, incluso en entornos seguros. Así, la cama —que debería ser sinónimo de descanso— se asocia con ansiedad, rumiación y pensamientos intrusivos. Con el tiempo, este patrón se convierte en un ciclo donde la persona anticipa el malestar antes de acostarse, lo que refuerza la ansiedad nocturna.

“Esta respuesta tiene una base evolutiva: el cerebro está diseñado para mantenerse alerta frente a posibles amenazas. Sin embargo, en la actualidad, donde los peligros inmediatos son menos frecuentes, esta alerta se convierte en una distorsión cognitiva que alimenta la preocupación excesiva justo antes de dormir”, mencionó Albers.

Preparar cuerpo y mente durante el día, crear rutinas relajantes y practicar técnicas como el mindfulness o la escritura terapéutica puede ayudarte a recuperar la paz mental y dormir mejor cada noche.

Preparar cuerpo y mente durante el día, crear rutinas relajantes y practicar técnicas como el mindfulness o la escritura terapéutica puede ayudarte a recuperar la paz mental y dormir mejor cada noche.

Por su parte, Patricia Cortijo explicó que esto se debe a un proceso de condicionamiento clásico, es decir, si repetidamente te sientes mal al acostarte, tu cerebro empieza a anticipar ese malestar, creando una asociación negativa con la hora de dormir.

¿Cuándo debemos preocuparnos por el sobrepensamiento nocturno?

Para Ana Ramírez, la señal más importante es cuando el sobrepensamiento interfiere con la vida diaria. “Si te está causando problemas de sueño significativos, te genera un estrés considerable o empieza a afectar tu funcionamiento social o laboral, es un claro indicador de que es hora de buscar ayuda profesional”.

A esto Patricia Cortijo añadió que, si el patrón ocurre varias veces por semana, dificulta el sueño y genera fatiga, irritabilidad o problemas de concentración, debe atenderse cuanto antes.

Ignorar el sobrepensamiento nocturno y la ansiedad asociada puede traer consigo una serie de consecuencias graves a largo plazo:

  • Psicológicas: Mayor riesgo de depresión, trastornos de ansiedad y agotamiento emocional. También puede llevar a una mayor irritabilidad y dificultades significativas de memoria.
  • Físicas: Aumento del riesgo de enfermedades crónicas, alteraciones hormonales y debilitamiento del sistema inmune.

“Diversos estudios han señalado que los trastornos del sueño sostenidos por el sobrepensamiento están asociados con un 40% más de riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles. El descanso no es un lujo, sino una necesidad biológica indispensable para nuestra salud integral. Por ello, abordar y tratar este patrón a tiempo es una forma proactiva de prevenir consecuencias más serias y proteger tu calidad de vida”, resaltó la neuropsicóloga de Clínica Internacional.

¿Cómo romper el ciclo del sobrepensamiento nocturno?

Superar la ansiedad nocturna y el sobrepensamiento es posible si adoptamos hábitos conscientes y estratégicos. Según las psicólogas la clave está en preparar a tu mente y cuerpo para el descanso, no solo cuando apagas la luz, sino a lo largo de todo el día.

Durante el día

  • Desarrolla una higiene del sueño: Mantén horarios regulares para acostarte y despertar, incluso los fines de semana. Esta constancia ayuda a regular tu reloj biológico.
  • Haz ejercicio con regularidad: Mover tu cuerpo no solo mejora el estado de ánimo, sino que también favorece un descanso más profundo. Eso sí, evita actividades intensas justo antes de dormir.
  • Procesa tus emociones a tiempo: No dejes todo el procesamiento emocional para la noche. Hablar de lo que te molesta, gestionar el estrés con técnicas como la meditación o el yoga, o simplemente tomarte tiempo para desconectar mentalmente de los problemas, evita sobrecargar tu mente.
  • Limita la cafeína y el alcohol: Estas sustancias pueden activar tu sistema nervioso y dificultar la relajación necesaria para conciliar el sueño.
  • Desconecta de pantallas: Evita la exposición a celulares, tablets o computadoras al menos una hora antes de dormir. La luz azul interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño.

Antes de dormir

  • Establece una rutina relajante: Crea un ritual pre-sueño. Esto puede incluir tomar una ducha tibia, leer un libro (no en pantalla) o escuchar música suave.
  • Practica la relajación muscular progresiva: Esta técnica implica tensar y luego relajar sistemáticamente los músculos de tu cuerpo. Ayuda a liberar tensiones físicas y mentales, preparando tu cuerpo para el descanso.
  • Practica mindfulness: Enfocarse en el momento presente, en tu respiración o en sensaciones corporales, te permite liberarte de los pensamientos intrusivos y reducir la hiperactividad mental.
  • Escribe tus preocupaciones: Antes de acostarte, anota tus preocupaciones, tareas pendientes o cualquier pensamiento que te ronde la cabeza en un diario de gratitud o de preocupaciones. Alexandra Sabal aseguró que esto es como “sacar las preocupaciones de ti”, liberando tu mente para descansar.
  • Respira profundamente: Unas cuantas respiraciones lentas y profundas pueden calmar instantáneamente tu sistema nervioso, reduciendo la ansiedad.

Si tras 20 o 30 minutos no puedes dormir, levántate. Haz algo relajante con poca luz y regresa cuando sientas sueño.

“Evita planificar o tomar decisiones importantes en la cama. Si el sobrepensamiento es recurrente o interfiere con tu vida diaria, la terapia cognitivo-conductual (TCC) es altamente efectiva para reestructurar estos patrones y recuperar el descanso”, concluyó Cortijo.



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