El nacimiento de un bebé es, para muchas mujeres, un momento de inmensa alegría y realización. Sin embargo, detrás de esa imagen idealizada de la maternidad que vemos, especialmente en redes sociales, se esconde una realidad a menudo silenciada: el posparto como un período de profunda vulnerabilidad psicológica. Contrario a la expectativa de una felicidad ininterrumpida, hasta el 80% de las mujeres experimentan alteraciones emocionales en esta etapa, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta “montaña rusa emocional”, como la describió la psicoterapeuta Liliana Tuñoque, de la Clínica Internacional a Hogar y Familia, se debe a una compleja interacción de factores.
Imagina este escenario: una madre que, en un momento, se siente sobrecogida por el amor hacia su recién nacido y, al siguiente, llora desconsoladamente sin una razón aparente mientras intenta amamantar. Está agotada por la falta de sueño y abrumada por la enorme responsabilidad de este nuevo rol. Esta experiencia tan común ilustra claramente lo complejo y multifacéticos que pueden ser los altibajos emocionales del posparto.
Por un lado, como señaló Ana Ramírez, psicóloga clínica, hay una brusca caída hormonal de estrógeno y progesterona tras el parto, que impacta directamente en el estado de ánimo. Pero más allá de lo biológico, existe un componente psicológico significativo. “La teoría conductual refiere que el ánimo decaído surge de una pérdida de reforzadores: actividades que antes daban energía y bienestar, como ir al gimnasio o salir con amigos, se pausan para priorizar el cuidado del recién nacido”, explicó Antonella Galli, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma. Esta interrupción, sumada a la fatiga extrema, el dolor físico y el sueño interrumpido, genera un reajuste profundo en el cuerpo, la mente y las emociones de la mujer, transformando este período en un terreno fértil para el estrés emocional.
Es precisamente en este delicado equilibrio donde surgen dos fenómenos emocionales clave que, aunque a menudo se confunden, son distintos y requieren un abordaje particular: el baby blues y la depresión posparto.
¿Qué se entiende por baby blues?
De acuerdo con la doctora Erica Newlin, obstetra y ginecóloga de Cleveland Clinic, el baby blues es una respuesta emocional transitoria y leve que afecta aproximadamente al 70% de las nuevas madres. Suele aparecer entre el segundo y tercer día después del parto, alcanzado su punto máximo alrededor del quinto día, y puede durar hasta dos semanas.
Clínicamente, se considera parte del ajuste emocional natural del posparto y se caracteriza por llanto frecuente, irritabilidad, cambios de humor, ansiedad leve, fatiga y dificultad para dormir, pero sin afectar de forma significativa el funcionamiento diario de la madre.

El baby blues afecta a cerca del 70% de las madres. Es parte del ajuste emocional natural y suele desaparecer sin tratamiento, siempre que haya apoyo y descanso.
En la mayoría de casos, según Ramírez, el baby blues no requiere de tratamiento profesional, ya que es una condición autolimitada que mejora por sí sola en el transcurso de una o dos semanas. “Lo más importante en este período es que la mujer cuente con una red de apoyo comprensiva y presente, que le permita descansar, expresarse y sentirse acompañada”. No obstante, si los síntomas se intensifican o se prolongan más allá de las dos semanas, se debe considerar una evaluación psicológica.
Por ello, es fundamental estar atentos a las siguientes señales de alarma:
- Llanto frecuente, intenso y difícil de controlar.
- Sentimientos persistentes de desesperanza, vacío o inutilidad.
- Pérdida de interés o dificultad para vincularse emocionalmente con el bebé.
- Irritabilidad extrema o ansiedad que no desaparece con el tiempo.
- Aislamiento social o rechazo al contacto con otras personas.
- Problemas significativos para dormir o comer, incluso cuando el bebé descansa.
- Pensamientos negativos sobre una misma, la maternidad o el bebé.
- Culpa excesiva o sensación constante de estar fallando como madre.
- Pensamientos de hacerse daño o hacerle daño al bebé.
¿Qué es la depresión posparto?
“Estás exagerando”, “Pon de tu parte”, “Eso no existe”, “No te quejes, otras la pasan peor”. ¿Te suenan familiares estas frases? Si te han dicho que “solo es cansancio” o “ya se te pasará”, es crucial entender que la depresión posparto (DPP) es mucho más que una simple tristeza. En realidad, como recalcó la psicoterapeuta, es un trastorno del estado de ánimo que, puede afectar a hasta el 20% de las nuevas madres, según la OMS.
Desde una perspectiva clínica y emocional, Newlin precisó que, la principal diferencia con el baby blues radica en la duración, la intensidad de los síntomas y su impacto funcional. En otras palabras, mientras el Baby Blues es una sombra pasajera que se disipa rápido, la DPP es una tormenta persistente que se queda mucho más tiempo y puede sentirse abrumadora.
“Clínicamente, la DPP comparte criterios con la depresión mayor, como tristeza persistente, pérdida de interés, fatiga, alteraciones del sueño y pensamientos de inutilidad. Sin embargo, su contexto es específico: surge tras el nacimiento de un hijo y suele estar vinculada a los desafíos físicos, hormonales y emocionales del puerperio. Lo que la diferencia es el impacto particular que tiene sobre la relación con el bebé y la adaptación a la maternidad. También puede incluir ansiedad intensa o preocupación excesiva por el bienestar del recién nacido”, aclaró la psicóloga clínica.
Aunque muchas veces se presenta en las primeras 4 a 6 semanas después del parto, la depresión posparto puede aparecer en cualquier momento dentro del primer año de vida del bebé. Algunas mujeres comienzan a manifestar síntomas de forma inmediata, mientras que en otras el cuadro se desarrolla de manera progresiva, incluso meses después. Esto puede deberse a factores acumulativos como la falta de descanso, aislamiento, problemas de pareja o la presión social.
“Es importante no asumir que solo ocurre al inicio y mantener una vigilancia emocional durante todo el primer año. La aparición tardía no la hace menos seria ni menos tratable”, agregó Ana Ramírez.

A diferencia del baby blues, la DPP es un trastorno que puede durar meses y afectar gravemente el bienestar de la madre y su vínculo con el bebé.
¿Qué factores aumentan la probabilidad de desarrollar una depresión posparto?
La depresión posparto es un trastorno que no discrimina; sin embargo, hay algunos factores, tanto biológicos como psicosociales que pueden aumentar su probabilidad. Uno de los más importantes es tener un historial personal o familiar de depresión o trastornos de ansiedad. Por esta razón, si una persona ya ha batallado con esto antes, su vulnerabilidad es mayor y debe recibir un acompañamiento preventivo desde el embarazo.
Otros factores incluyen:
- Cambios hormonales intensos.
- Partos complicados o traumáticos.
- Embarazos no planificados.
- Falta de apoyo de la pareja o el entorno.
- Situaciones estresantes (económicas, laborales, etc.)
- Autoexigencia y perfeccionismo en torno a la maternidad.
¿Qué opciones de tratamientos hay disponibles?
La buena noticia es que la depresión posparto es una condición tratable, por lo que buscar ayuda es el primer paso hacia la recuperación. Las opciones de tratamiento suelen adaptarse a la intensidad de los síntomas y las necesidades individuales de cada madre.
Según la psicóloga Ramírez, en casos leves a moderados, la psicoterapia —especialmente la terapia cognitivo-conductual y la terapia interpersonal— suele ser efectiva. Mientras que, en casos moderados a graves, se puede combinar con tratamiento farmacológico. Los antidepresivos más utilizados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). La decisión de usar medicación debe tomarse siempre junto con un psiquiatra, valorando cuidadosamente los riesgos y beneficios para la situación particular.
“Muchos ISRS han demostrado ser seguros durante la lactancia, ya que pasan en niveles mínimos a la leche materna. El médico o psiquiatra guiará para elegir el medicamento más adecuado que priorice la salud de la madre y la del bebé. Lo más importante es tratar la depresión para preservar tanto tu salud mental como el bienestar de tu bebé”.
¿Cuáles son las consecuencias de una depresión posparto no tratada?
Cuando la depresión postparto no recibe la atención que merece, sus efectos en la salud mental de la madre pueden ser devastadores. Como aseguró Ramírez, la DPP “puede cronificarse y convertirse en una depresión mayor. No estamos hablando de un simple “baby blues pasajero”, sino de una condición que puede erosionar el bienestar emocional a largo plazo, sumiendo a la madre en un ciclo de culpa, autoexigencia y aislamiento”. También, aunque menos frecuentes, el no tratar la DPP aumenta el riesgo de ideación suicida o pensamientos dañinos hacia el bebé.
Más allá de la salud mental de la madre, uno de los impactos más dolorosos se da en el vínculo temprano con el recién nacido. Este trastorno puede interferir en el desarrollo del apego, afectar la lactancia, la capacidad de cuidado y aumentar el riesgo de abandono emocional. En estos casos, la madre puede experimentar indiferencia, desconexión o incluso rechazo hacia su hijo, lo que genera sentimientos de angustia y culpa. Esta dificultad para establecer un lazo afectivo temprano puede impactar directamente en la sensación de seguridad del bebé y su desarrollo emocional futuro.
“A través de la lactancia les transmitimos a nuestros bebés lo que sentimos. Si estamos tristes, ansiosas o deprimidas, esa conexión se ve afectada. Una mamá emocionalmente abrumada puede tener dificultad para interpretar las señales del bebé, responder con sensibilidad o generar un apego seguro. Aunque esto no significa una falta de amor, sí revela un agotamiento emocional que dificulta la conexión”, resaltó Liliana Tuñoque.

El apoyo emocional marca la diferencia. Escuchar sin juzgar, ayudar con las tareas y validar lo que siente la madre puede aliviar su carga.
Diversos estudios han demostrado que los hijos de madres con depresión posparto no tratada pueden presentar mayores tasas de ansiedad, trastornos del sueño, dificultades de lenguaje o problemas de conducta. Esto se debe, ya que el entorno afectivo en el primer año de vida tiene un rol clave en el desarrollo emocional.
Asimismo, la dinámica de pareja y familiar puede verse seriamente comprometida. Ramírez advirtió que la depresión postparto sin tratamiento puede generar conflictos, distanciamiento e incomprensión en la relación de pareja. La falta de entendimiento sobre lo que está atravesando la madre añade una presión inmensa a un momento que ya es de por sí desafiante.
“La importancia de un tratamiento adecuado y oportuno es innegable. No tratar adecuadamente la depresión es como una herida que nunca cicatrizó bien: tarde o temprano, vuelve a abrirse. Esto significa que los síntomas de decaimiento y tristeza no desaparecen por completo y pueden resurgir con el estrés, afectando la calidad de vida de la madre a largo plazo y perpetuando el sufrimiento”, sostuvo Antonella Galli.
¿Qué papel tiene el entorno en el proceso de recuperación emocional?
El entorno cercano —pareja, familia y amigos— desempeña un rol fundamental en el proceso de recuperación emocional de una madre durante el posparto. Sentirse comprendida, escuchada y sostenida puede marcar una diferencia abismal entre atravesar este período con alivio o hacerlo desde la soledad, la culpa o el miedo.
Según la doctora Erica Newlin, el apoyo emocional es clave: escuchar sin juzgar, validar lo que la madre siente y colaborar con tareas del hogar no son gestos pequeños, sino actos profundamente terapéuticos. Saber que no tiene que cargar sola con todo alivia la presión, reduce el aislamiento y puede facilitar que busque ayuda profesional si lo necesita.
En la misma línea, Ramírez destacó que la red de apoyo no solo acompaña, sino que contiene: la pareja, si está presente, debe involucrarse activamente en el cuidado del bebé y brindar un sostén emocional constante. Familiares y amigos también pueden ofrecer acompañamiento a consultas médicas, descanso, contención afectiva y, sobre todo, un espacio seguro donde la madre no se sienta juzgada por no “disfrutar cada segundo” de la maternidad. Porque, como ella misma señaló, la soledad agrava cualquier dificultad emocional.
Sin embargo, no todo el entorno actúa desde la empatía, y aquí radica una parte crítica del problema. Los comentarios, actitudes o silencios pueden ser tan determinantes como el apoyo activo. Frases como “pero si tu bebé está sano, ¿por qué estás triste?” u “otras lo han hecho sin quejarse”, lejos de ayudar, minimizan el sufrimiento y profundizan el aislamiento. Las comparaciones con otras madres, los juicios sobre cómo debería sentirse o comportarse, y las expectativas rígidas sobre la maternidad crean un clima de presión emocional.

Hablar de lo que se siente, pedir ayuda sin culpa y aceptar la imperfección son pasos clave para transitar el posparto con más equilibrio y menos juicio.
Liliana Tuñoque, desde su experiencia en el consultorio, aseguró que muchas madres evitan expresar su malestar por miedo a ser consideradas débiles o malas madres por su propio entorno. Escuchar cosas como “si amas a tu bebé, no puedes estar triste” o “la maternidad es lo más feliz del mundo” genera un conflicto interno doloroso.
“La realidad es que una madre puede amar profundamente a su bebé y, al mismo tiempo, sentirse triste, abrumada o vulnerable. No es falta de amor, no es debilidad: es humano y es normal. El problema es que, cuando el entorno invalida estas emociones, muchas mujeres optan por el silencio, y ese silencio puede volverse una carga emocional muy pesada”.
¿Cómo prepararse emocionalmente para el posparto y transitarlo de forma más saludable?
El posparto es una etapa tan poderosa como desafiante. Aunque no siempre es posible evitar por completo el baby blues o la depresión posparto, sí existen formas de prepararse emocionalmente para transitarla con mayor bienestar y menor riesgo.
Según Ana Ramírez, la prevención comienza con información, contención y escucha. Durante el embarazo, hablar abiertamente de las emociones, conocer los cambios que pueden aparecer y contar con una red de apoyo sólida son factores protectores fundamentales.
Por su parte, la experta de Cleveland Clinic destacó que, planificar el cuidado emocional en el posparto —al igual que se planifica el parto o la llegada del bebé— es una estrategia efectiva. Esto incluye conversar con la pareja o personas cercanas sobre la ayuda que se va a necesitar, dormir cuando sea posible, aceptar apoyo sin culpa y, sobre todo, permitirse no ser perfecta. “No exigirse perfección y hablar de lo que se siente” son, según Newlin, claves para vivir este período con mayor equilibrio.
Si existen antecedentes de salud mental, buscar acompañamiento psicológico desde antes del parto también puede marcar una gran diferencia. Como recalcó Tuñoque, pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de fortaleza. Y aunque suene simple, recordarse que “esto le puede pasar a cualquier mamá” ayuda a desactivar la culpa y el juicio.
En la práctica, cuidar la alimentación, dormir lo más posible, delegar tareas, mantener espacios de autocuidado y participar en grupos de apoyo también son herramientas valiosas. Pero más allá de las acciones concretas, como expresó Ramírez, “es esencial aceptar que no hay una forma perfecta de maternar y que sentirse vulnerable no significa estar fallando. A quienes hoy se sienten solas o incomprendidas: No estás sola, no estás rota y no estás fallando. Mereces apoyo, cuidado y escucha. Cuidarte a ti es también cuidar a tu bebé”.