
«Yo he tendido la camisa al rocío para que me traiga amores y me libre del mal», dice la Sanjuanera 3. «Y yo tiraré todos mis alfileres al agua al rayar el alba; por cada uno que flota hay un año feliz», replica la Sanjuanera 1. Es una escena de la obra teatral La dama del alba (1944), del dramaturgo Alejandro Casona. Y estos dos personajes hablan, en efecto, de los rituales de la noche de San Juan, que será este próximo lunes, 23 de junio, dando paso al festivo 24. Hay que tomar nota. Y todo para atraer a la buena fortuna.
La de San Juan es una noche mágica, no cabe duda. Para empezar, porque es la más corta del año, con el día más largo, y marca el inicio del verano con todos su planes. Y el verano es sinónimo de sueños, en plural. Y después, porque nos empuja irremediablemente junto al fuego y a la orillita del mar, aunque sea con la recurrente imaginación. La velada es tan especial que incluso se le atribuye un carácter profético, siempre muy literario.
De hecho, la obra de Casona da muchas claves sobre estos sortilegios. Andrés, por ejemplo, asegura que «bañando las ovejas a medianoche se libran de los lobos». Las ovejas, obvio, también somos nosotros. Dorina añade: «Y la moza que coge la flor del agua al amanecer se casa dentro del año». La cuestión es que hay que estar preparados y abiertos al ritual. Un año más, las hogueras encenderán la magia sobre la arena para que se obre el milagro. Como hizo Zacarías, según los Evangelios, para conmemorar el nacimiento de su hijo, Juan, que luego sería el Bautista.
En este punto, Falín, otro personaje de La dama del alba, pregunta: «¿Por qué es milagrosa el agua esta noche?» Y Peregrina responde: «Porque es la fiesta del Bautista. En un día como este bautizaron a Cristo». A continuación, el texto se pone poético y leemos: «Esta noche todos los ríos del mundo llevan una gota del Jordán. Por eso es milagrosa el agua». Pero el asunto, como siempre, viene de mucho antes, perdiéndose en la noche de los tiempos, porque se enraíza en las más profundas tradiciones paganas, que celebraban el triunfo de sol en el día más largo del año, dando comienzo al ciclo en el que queda patente que somos naturaleza.
Nueve rituales para atraer la buena suerte, la fortuna y el amor
Aún se ve en Galicia, donde las meigas haberlas, haylas, y a lo largo del Mediterráneo, espectacular salpicado de fuego, prendiendo la línea de costa, porque aquí San Juan, y el solsticio de verano que va con él, es el umbral al paraíso y una auténtica fiesta. Porque así como otras tradiciones se han ido diluyendo con el tiempo, con esta no hay quien pueda. Pasando, como mandan los cánones, de generación en generación hasta llegar a nosotros. Te contamos nueve rituales de la noche de San Juan acumulados por la sabiduría popular para atraer, como si tuviéramos un imán, la buena suerte, lo cual incluye el dinero, poderoso caballero, y el amor.
1. El fuego purificador. Ya de por sí el fuego es hipnótico y nos devuelve a lo que somos, pero el que se enciende esta noche tiene el poder de echar a los malos espíritus, incluso a las brujas -eran otros tiempos- y convocar a los bondadosos. San Juan son, digámoslo así, sus hogueras. Es el momento de decir adiós para siempre a las energías negativas y abrazar las positivas. Tal cual. Es 23 de junio y, en cierto modo, todo vuelve a empezar.
El fuego es consustancial a San Juan como elemento purificador.
PEXELS/DAVUT ERDEM

2. Saltar la hoguera. Pero no solo basta con prender el fuego, sino que hay que proceder a saltar la hoguera para cumplir con el ritual. Cada uno en la medida de sus posibilidades. Porque, de no hacerlo, puede que se imponga la mala suerte, según el sentir popular. La tradición manda que se salten las llamas siete veces, como en Alicante, o nueve, como en Galicia, si lo que se busca es este renacer espiritual, el habitar nuestro reino interior, en plena fiesta. Sin heroicidades y con mucho cuidado.
3. Bautismo de agua. Si el fuego es purificador, dentro de esta cosmovisión heredada, tanto o más lo es el agua, que ya de por sí nos limpia. De hecho, hay una combinación de ambos, porque son las playas, mediterráneas o no, las que en mayor número concentran las fogatas, cacharelas para los gallegos. Aquí lo que se impone es un chapuzón, pero no uno normal, sino a conciencia, con atención plena, a sabiendas de que será un antes y un después. Un bautismo en toda regla o, si se quiere, una bendición. Si se está lejos del mar, puede servir un lavatorio de pies, igualmente muy evangélico y propiciatorio.
4. Jugando con las olas. Jugando a saltarlas, además. Cambiando hoguera por olas y también hasta nueve veces consecutivas, porque así la noche de San Juan y el año que inaugura serán benéficos. Ahora bien, habrá que saltar estas nueve olas seguidas tras la medianoche, que así lo requiere la liturgia sanjuanera. Y, a poder ser, para hacerlo más rebuscado aún y despertar a la fertilidad, de espaldas.
5. Las hierbas mágicas. Sobre las hierbas hay, como suele suceder, distintas tradiciones. Está la que apunta a ritos ígneos en los que el fuego y el humo generado por la quema de hierbas y plantas sirven a tales fines. Y la que se refiere a los poderes curativos de las plantas recolectadas esa misma noche, que hay que dejar en agua a la intemperie para lavarse la cara con el ungüento mágico. No vale cualquiera. Entre las elegidas, el romero, el hinojo, la hierbaluisa y, por supuesto, la de San Juan.
6. Un ritual de belleza. Esta noche no solo está indicado purificarse el rostro con semejante cóctel vegetal, sino que también se prescribe hacerlo simplemente con el agua de mar y, de nuevo, a eso de la medianoche. Porque, de hacerlo, la belleza se mantendrá todo el año. Eso sí, evitando mirarse al espejo inmediatamente después porque esto podría romper, como en los mejores cuentos, el encantamiento. Cosas de la magia.
La noche de San Juan siempre es distinta junto al mar.
PEXELS/SEBASTIAN VOORTMAN

7. La queimada. Aunque no estemos en Galicia, su tierra, no viene mal ser esta noche un poco Merlín y enfrascarse en la elaboración de una queimada en cacharro de barro cocido, como tiene que ser. Algo que ya es un ritual de por sí, pues, además de orujo, azúcar, granos de café y corteza de limón, hay que echarle lo fundamental: el famoso conxuro. Es la manera de romper el maleficio, en su caso, de «buhos, lechuzas, sapos y brujas, demonios, duendes y diablos, espíritus de los nublados campos», y un largo etcétera. Este es un fragmento en castellano: «Y cuando este delicioso brebaje baje por nuestras gargantas, también nosotros quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento».
8. Quemar los deseos o los miedos. Es un clásico, pero en San Juan se vuelve casi obligado. Aquellos que quieran tener a la suerte de su parte tendrán que escribir sus deseos en un papel y arrojarlo a la hoguera, para posteriormente -hay quien dice que antes- saltarla tres veces. ¿Que no hay hoguera? Entonces con una vela. Pero también se puede hacer lo contrario: hacer un listado con todo lo negativo, miedos, malos recuerdos y demás, y tirarlo sin miramientos al fuego abrasador. Más allá del ritual, el simbolismo cobra mucha fuerza. Puestos a quemar, también se prescribe hacer lo propio con todo aquello que ya no queramos. Es la anunciada renovación.
9. Tres patatas debajo de la almohada. El colmo de la superstición ya es irse a dormir tras la fiesta con tres patatas debajo de la almohada. Una deberá estar tal cual, la otra a medio pelar y la tercera pelada por completo. Nada más levantarse hay que escoger una. ¿Has cogido la entera y verdadera? El año será favorable. ¿La que se quedó sin piel? Te espera un año difícil. ¿Y si es la pelada a medias? Imagínatelo: habrá un poco de cada en un luminoso equilibrio vital.
Ahora bien, teniendo siempre en cuenta, como recuerda Telva, personaje de Alejandro Casona, que «el fuego encandila el sentido, la gaita rebrinca por dentro como un vino fuerte…, y luego es peligroso perderse por los maizales calientes de luna». Palabras casi lorquianas por el embrujo de la luna, ahora en cuarto menguante. Y para rematar, también en boca de esta Telva, pecando tal vez de realismo (mágico): «Demasiados milagros para una sola noche».