Ya se siente el inicio del invierno, cuando las condiciones climáticas cambian de golpe, y algunas mañanas nos sorprenden con la clásica llovizna y esa humedad que, cerca a la costa, se mete en la ropa, dándonos sensaciones más frías que en otras regiones del país.
En cualquier ciudad, debemos mantener buenas prácticas: abrigarnos correctamente usando medias gruesas, zapatos o zapatillas adecuadas y casacas que realmente protejan del frío.
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¿Por qué es tan importante esto? Porque así mantenemos nuestra homeostasis, que no es otra cosa que el equilibrio interno del cuerpo humano. Este equilibrio incluye mantener estable la temperatura corporal (alrededor de 37 °C) y el pH sanguíneo (7.4). Cuando estos parámetros se alteran, se quiebra la salud y aparecen las enfermedades.
¿Qué pasa cuando no nos abrigamos bien?
Un enfriamiento prolongado, como exponerse a temperaturas de 12 a 14 grados sin una vestimenta adecuada, puede alterar nuestra homeostasis. Entonces, el sistema inmunológico se debilita y permite que microorganismos (bacterias, virus) se activen y se multipliquen.
Esto genera inflamación en distintos tejidos del cuerpo, como los bronquios, por ejemplo, iniciando una patología conocida como bronquitis aguda, que se manifiesta con fiebre, decaimiento, tos productiva y, en muchos casos, dificultad para respirar.
Si no se trata a tiempo, puede evolucionar a una neumonía, una infección que llega hasta los alvéolos pulmonares —esa “pequeña playa” donde ocurre el intercambio gaseoso—, donde la sangre venosa se oxigena para transformarse en sangre arterial.
Un suceso así, en pocas horas, puede terminar en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) si no se recibe un tratamiento antibiótico adecuado.

Adaptarse rápidamente al cambio de temperatura es fundamental. Esto no solo evita perder días útiles de trabajo o estudio, sino que también previene el uso innecesario de medicamentos.
Los más vulnerables
Por nuestra geografía, las zonas altoandinas presentan una alta tasa de casos de neumonía, especialmente en niños, debido a temperaturas que llegan a cero o incluso bajo cero grados.
Lamentablemente, esta población muchas veces enfrenta dificultades para acceder rápidamente a atención médica, antibióticos o transporte, llegando más rápido a estados graves como distress respiratorio infeccioso severo o shock séptico.
Cómo prevenir complicaciones en esta temporada
Adaptarse rápidamente al cambio de temperatura es fundamental. Esto no solo evita perder días útiles de trabajo o estudio, sino que también previene el uso innecesario de medicamentos que, aunque ayudan, pueden tener efectos no deseados.
Es muy importante no automedicarse, para que los tratamientos que realmente necesitemos sean eficaces y precisos.
Además:
- Prioriza una alimentación con nutrientes no procesados, libre de azúcar, sodio y grasas saturadas.
- Esto fortalece tu respuesta inmunológica, sobre todo si estás atravesando un tratamiento, ya sea por vía oral, intramuscular o endovenosa.
Recibe el invierno con una bebida tibia y un abrigo adecuado. Y recuerda mantener buenos hábitos de adaptación frente a los cambios de clima. Tu salud y la de tu familia te lo agradecerá.