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Dentro del espacio de LA GALERÍA, la introspección y la memoria coexisten en dos salas paralelas. “La Arquitectura del Ser”, de Daniel Defilippi, y “Remembranzas”, de María Fe Florez Estrada, respiran a su propio ritmo, pero se rozan en la distancia. Ambas dejan constancia del acto de habitar —un lugar, un recuerdo, una emoción— como una forma de recomenzar, resignificar y permanecer.

Para Defilippi, la dualidad fue parte de una herencia que parte desde su abuelo: la arquitectura. Su propuesta visual, definida por un equilibrio inestable entre control y caos, funciona como un rompecabezas en construcción continua. “Yo soy parte esencial de mi trabajo —afirma el artista— Soy una persona extraña y emocional que puede ocultar esos sentimientos detrás de una pared de concreto imaginario”. Desde allí, su obra se vuelve un campo de batalla entre el arquitecto que busca ordenar y el artista que acepta fluir. El resultado es una urbe mental que se expande con cada trazo, su “enigmático caos nacido de esa necesidad de construir constantemente”.

Las piezas de “La Arquitectura del Ser” —una suerte de skyline introspectivo— dialogan con la Lima que lo formó. No con la postal, sino con la Lima fragmentada, donde cada barrio y cada trazo parecen hablar otro idioma. “Me enamoró esa belleza del caos, del desorden. Esa identidad limeña que es un rompecabezas de esencias culturales”. En ese espejo roto, Defilippi proyecta estructuras que no existen pero que, curiosamente, se sienten familiares. “A simple vista causa desconcierto, pero con el tiempo, al igual que con Lima, te vas enamorando de entender esos detalles”.

Recuerdo de un eclipse, 60 x 66 x 8 cm (Foto: Cortesía LA GALERÍA)

Recuerdo de un eclipse, 60 x 66 x 8 cm (Foto: Cortesía LA GALERÍA)

Evocar la memoria

En la sala contigua, María Fe Florez Estrada presenta una memoria viva. Su muestra “Remembranzas” es un ejercicio de reconstrucción personal y afectiva. Usando foil sobre acrílico y esculturas que rinden homenaje a Mariella Agois, la artista propone un lenguaje visual que combina nostalgia y futuro. “Cada cuadro revive recuerdos de distintos aspectos de mi vida. Es una mezcla de algo del pasado con el presente”, dice. A través de sus tramas, la artista construye puentes emocionales que remiten a la infancia, a su maternidad, a tardes familiares de tejido que ahora replican sus hijos.

Tres de sus obras llevan los nombres de sus hijos: Nisso, Rafael y Sienna. “He escogido colores acordes a ellos que reflejen la esencia de cada uno. Es una forma de homenajear a estos seres maravillosos”. El juego sensorial —reflejos, movimientos, sutilezas— busca crear una conexión inmediata con el espectador. Las obras invitan a moverse, a mirarlas desde varios ángulos. En ese vaivén visual, algo se activa: una emoción, un recuerdo, un gesto mínimo que, como una hebra, puede tirar de toda una historia.

En la SALA I se encuentra "La arquitectura del ser" y en la SALA II está la exposición "Remembranzas". (Foto: Cortesía LA GALERÍA)

En la SALA I se encuentra «La arquitectura del ser» y en la SALA II está la exposición «Remembranzas». (Foto: Cortesía LA GALERÍA)

“Cada formato corresponde a una realidad, a una vivencia. Con las formas y tramas busco crear historias paralelas con las que el espectador pueda reflexionar”, explica la artista sobre ese tejido simbólico y literal, donde lo íntimo se vuelve colectivo.

“La Arquitectura del Ser” y “Remembranzas” no se cruzan físicamente, pero comparten una inquietud profunda: ¿de qué está hecha una identidad cuando el tiempo, la ciudad y la memoria se superponen como capas de pintura o hilos enredados? La respuesta no es única, ni estable. Pero está ahí, suspendida en el espacio, lista para ser habitada.

Sobre las exposiciones

“La Arquitectura del Ser” y “Remembranzas”

Ambas muestras estarán abiertas al público hasta el 5 de julio en LA GALERÍA, de lunes a viernes de 11 a.m. a 7 p.m. y sábados de 3 a 7 p.m.



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