Escuchar música no solo acompaña nuestras rutinas, también tiene un impacto directo sobre el cerebro. Expertos en neuropsicología han identificado una conexión sólida entre la música y múltiples regiones cerebrales. Incluso cuando no se le presta atención consciente, la música estimula zonas involucradas en la memoria, las emociones y el pensamiento.
Una de las áreas más activadas es el sistema límbico, que regula las emociones. La música influye directamente en estructuras como la amígdala y la corteza prefrontal, vinculadas al procesamiento emocional. Según Roger Albornoz, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad María Auxiliadora (UMA), también puede tener efectos sobre la memoria verbal.
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“La música puede modular la consolidación de la memoria verbal, especialmente cuando se trata de contenido emocional. Estudios han demostrado que la exposición a piezas musicales activantes mejora el recuerdo de palabras emocionales tanto a corto como a largo plazo”, explicó el especialista.
Otra zona clave que responde a la música es el cuerpo calloso, un conjunto de fibras nerviosas que conecta ambos hemisferios del cerebro. Esto influye tanto en la coordinación de tareas como en la capacidad de integrar información.

Más allá de sus efectos inmediatos, la música también forma parte de nuestra construcción cultural y personal. Entre los 14 y 29 años se consolidan muchas de las preferencias musicales que perduran a lo largo de la vida.
El lo-fi como herramienta para la concentración y el bienestar
Uno de los géneros que más beneficios ha mostrado en contextos de estudio y productividad es la música lo-fi. Con ritmos pausados y sonidos relajados o nostálgicos, este estilo se caracteriza por sus repeticiones suaves, que ayudan a fijar información sin interferir con los sistemas cerebrales que almacenan palabras.
“La música lo-fi puede mejorar la productividad y el estado de ánimo al aumentar los niveles de serotonina y dopamina en el cerebro. Estos cambios químicos promueven la felicidad y la motivación, facilitando un mejor rendimiento cognitivo”, indicó Albornoz.
Más allá de sus efectos inmediatos, la música también forma parte de nuestra construcción cultural y personal. Entre los 14 y 29 años se consolidan muchas de las preferencias musicales que perduran a lo largo de la vida. En este proceso, la influencia de los padres también juega un rol importante, al transmitir géneros y estilos que terminan marcando nuestras elecciones musicales.
La música no solo nos acompaña: nos moldea, nos conecta emocionalmente y puede ayudarnos a ser más eficientes. Y en esa conexión silenciosa, el lo-fi se ha convertido en una herramienta poderosa para quienes buscan concentración, estabilidad emocional y una mente más activa.