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El 10% más rico de la población mundial es responsable de dos tercios del calentamiento global observado desde 1990 y del consiguiente aumento de fenómenos climáticos extremos.

Es la conclusión de un nuevo estudio publicado en Nature Climate Change que cuantifica las consecuencias climáticas de las desigualdades sociales.

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El estudio evalúa la contribución de los grupos con mayores emisiones dentro de las sociedades y descubre que el 1% más rico del mundo contribuyó 26 veces más que el promedio mundial a los aumentos de los extremos de calor mensuales (1 cada 100 años) a nivel mundial y 17 veces más a las sequías en la Amazonia.

La investigación arroja nueva luz sobre los vínculos entre la desigualdad de emisiones basada en los ingresos y la injusticia climática, ilustrando cómo el consumo y las inversiones de las personas adineradas han tenido impactos desproporcionados en los fenómenos meteorológicos extremos.

Estos impactos son especialmente graves en regiones tropicales vulnerables como la Amazonia, el Sudeste Asiático y el sur de África, todas ellas zonas que históricamente han contribuido menos a las emisiones globales.

“Nuestro estudio demuestra que los impactos climáticos extremos no son solo el resultado de emisiones globales abstractas, sino que podemos vincularlos directamente con nuestro estilo de vida y nuestras decisiones de inversión, que a su vez están vinculadas a la riqueza”, explica la autora principal, Sarah Schöngart, exalumna del Programa de Verano de Jóvenes Científicos (YSSP) de 2024, actualmente asociada a la ETH de Zúrich.

“Descubrimos que los emisores adinerados desempeñan un papel importante en el impulso de los extremos climáticos, lo que respalda firmemente las políticas climáticas orientadas a la reducción de sus emisiones”, añadió.

Utilizando un novedoso marco de modelado que combina datos económicos y simulaciones climáticas, los investigadores pudieron rastrear las emisiones de diferentes grupos de ingresos globales y evaluar su contribución a extremos climáticos específicos. Descubrieron que las emisiones del 10 % más rico de las personas, solo en Estados Unidos y China, provocaron un aumento de dos a tres veces en los extremos de calor en las regiones vulnerables.

Si todos hubiéramos emitido como el 50% más pobre de la población mundial, el mundo habría experimentado un calentamiento adicional mínimo desde 1990”, afirma el coautor Carl-Friedrich Schleussner, quien dirige el Grupo de Investigación Integrada sobre Impactos Climáticos del IIASA. “Abordar este desequilibrio es crucial para una acción climática justa y eficaz”.

El estudio también enfatiza la importancia de las emisiones inherentes a las inversiones financieras, más allá del simple consumo personal. Los autores argumentan que focalizar los flujos financieros y las carteras de las personas con altos ingresos podría generar beneficios climáticos sustanciales.

“Este no es un debate académico; se trata de los impactos reales de la crisis climática actual”, añade Schleussner. “La acción climática que no aborde las enormes responsabilidades de los miembros más ricos de la sociedad corre el riesgo de descuidar uno de los mecanismos más poderosos que tenemos para reducir los daños futuros”.

Los autores sugieren que sus hallazgos podrían motivar instrumentos de política progresistas dirigidos a las élites sociales, señalando que dichas políticas también pueden fomentar la aceptación social de la acción climática. Hacer que los ricos que contaminan paguen también puede contribuir a brindar el tan necesario apoyo para la adaptación y la gestión de pérdidas y daños en los países vulnerables.

Concluyen que reequilibrar la responsabilidad de la acción climática en consonancia con las contribuciones reales a las emisiones es esencial, no solo para frenar el calentamiento global, sino para lograr un mundo más justo y resiliente.



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