Imagínate que estás en medio de una caminata tranquila por la playa. La brisa y el sonido del mar te acompañan mientras te sumerges en tus pensamientos. Al principio, todo parece ir bien, hasta que comienzas a sentirte extraño, incluso ansioso. Entonces lo notas: no llevas tu celular contigo. De pronto, una serie de pensamientos intrusivos se apoderan de tu mente: ¿Y si alguien me escribió? ¿Y si pasó algo importante? ¿Y si me estoy perdiendo de algo?
Ese pequeño dispositivo se ha convertido, sin duda, en una extensión de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra vida. Está presente cuando nos despertamos, comemos, trabajamos, nos aburrimos e incluso cuando intentamos descansar. Y aunque muchas veces soñamos con apagarlo, guardarlo en un cajón y desconectarnos del mundo por un rato, algo dentro de nosotros no lo permite.
La realidad es que, más allá de la voluntad y las buenas intenciones, dejar el celular no es solo una cuestión de disciplina, sino también un desafío cerebral, pues sin darnos cuenta, estamos entrenando a nuestro cerebro para estar en alerta constante. Pero, ¿qué pasaría si, por 24 horas, hiciéramos una verdadera pausa digital?
Semana Santa: una oportunidad para desconectarse
Para muchas personas, Semana Santa representa un momento de pausa: una excusa perfecta para salir de la rutina, mirar hacia adentro y reconectar con los demás. Como explicó la psicóloga Francis Angélica Vilela Tragodara a Bienestar, es una época especialmente propicia para soltar el teléfono, ya que se asocia tradicionalmente al recogimiento, la reflexión y la conexión familiar o espiritual. La pausa en las actividades laborales y escolares, junto con la posibilidad de sumergirnos en un ambiente festivo o cultural, crea el contexto ideal para desconectarnos del mundo digital y volver a habitar el presente.
“Esta fecha tiene un valor simbólico poderoso: dejar el celular por unas horas o un día completo puede ser una oportunidad para reconectar con el silencio, la espiritualidad y las relaciones humanas, fortaleciendo así el bienestar emocional y el sentido del propósito. Además, muchas personas ya se encuentran en contextos más tranquilos o naturales durante estos días, lo que facilita una desconexión que no solo es posible, sino potencialmente transformadora”, aseguró Juan José Soza, docente y psicólogo de Continental Florida University.
¿Por qué nos cuesta tanto dejar el celular?
El celular nos conecta con los demás, con información constante y con estímulos que producen gratificación inmediata. Desvincularse, incluso por un corto período, puede generar una sensación de desconexión social que se percibe como amenazante o ansiógena. Además, su multifuncionalidad (trabajo, entretenimiento, organización personal y validación social) refuerza la idea de que no podemos prescindir de él, alimentando una ilusión de productividad que provoca culpa al intentar desconectarse. Esta combinación convierte al celular en una herramienta emocionalmente indispensable.
Básicamente, el núcleo de esta dependencia se encuentra en el sistema de recompensa cerebral, particularmente en la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer. Soza refirió que cada notificación o mensaje inesperado activa este sistema, generando una recompensa impredecible que refuerza el uso compulsivo del celular. Este patrón, conocido como refuerzo intermitente, es altamente adictivo y comparable al que se observa en conductas como el juego patológico. Con el tiempo, el cerebro necesita más estímulos para obtener el mismo nivel de gratificación, lo que lleva a una pérdida de control y dificultad para autorregular el uso.

La adicción al celular está relacionada a la gratificación instantánea que proporcionan las redes sociales y las aplicaciones. Las recompensas (por ejemplo, recibir un “me gusta” o un mensaje) puede hacer que nuestras mentes busquen constantemente esa gratificación, dificultando el desapego.
“El celular no es adictivo por sí solo, sino por su imprevisibilidad, que activa las mismas rutas cerebrales que las adicciones clásicas. El refuerzo intermitente —la posibilidad de recibir una notificación placentera en cualquier momento— convierte el uso del celular en una conducta difícil de controlar. Estudios de neuroimagen han mostrado que las zonas cerebrales activadas por la tecnología son similares a las que se activan con drogas adictivas. Esta sobreestimulación, según la Universidad de California, puede incluso llevar a una fatiga del sistema de recompensa, haciendo que necesitemos cada vez más estímulos para obtener la misma satisfacción”, sostuvo el doctor Luis Alfonso López, especialista en neurociencias y docente de la carrera de Medicina Humana de la Universidad Científica del Sur.
Por su parte, Kia-Rai Prewitt, psicóloga de Cleveland Clinic, destacó que, el síndrome FOMO (Fear of Missing Out o miedo a perderse algo) es una de las razones que contribuye significativamente a la dependencia a este dispositivo. Este miedo genera ansiedad al pensar que podríamos estar perdiéndonos información o eventos importantes. La necesidad constante de estar conectados para no quedar fuera o sentirnos excluidos refuerza el uso del celular, incluso cuando somos conscientes de que necesitamos un descanso digital.
¿Cómo afecta el uso constante del celular a nuestro cerebro y salud mental?
De acuerdo con el doctor José Alejandro Dioses Flores, neurólogo de la Clínica San Felipe, el uso constante o no regulado del celular puede traer efectos perjudiciales tanto a nivel funcional como emocional. Recibir notificaciones de redes sociales y mensajes de forma continua interfiere con la atención y la memoria de trabajo, dificultando la concentración en tareas que requieren un foco sostenido. Esto se traduce en una menor capacidad para completar actividades laborales o académicas. Además, puede generar ansiedad y fomentar comparaciones sociales que afectan la autoestima.
En el plano cerebral, Marita Ramos, médico ocupacional de MAPFRE, detalló que áreas como la corteza prefrontal —responsable del control de impulsos, la toma de decisiones y la atención— pueden debilitarse, dificultando el autocontrol y la concentración. El sistema límbico, que regula las emociones, junto con la amígdala, involucrada en la ansiedad y las respuestas emocionales, se activa de forma excesiva ante notificaciones e interacciones constantes. El hipocampo, esencial para la memoria y la gestión del estrés, también puede verse alterado. Además, el estriado ventral y otras áreas del sistema de recompensa refuerzan la conducta adictiva al generar gratificación inmediata. Algunos estudios también señalan cambios en la corteza cingulada anterior, involucrada en la regulación emocional y el conflicto interno, añadió la doctora Vilela.
“El bombardeo constante de estímulos digitales sobreestimula el sistema nervioso, reduce la tolerancia al aburrimiento y puede aumentar la irritabilidad y los síntomas de ansiedad. También se observa una disminución del mindfulness o atención plena, lo que afecta la conexión con uno mismo y con el entorno. En jóvenes, cuyo cerebro aún está en desarrollo, estas alteraciones pueden ser más pronunciadas, afectando funciones ejecutivas clave como la atención sostenida, la regulación emocional y el autocontrol”, señaló el psicólogo de Continental Florida University.
Por otro lado, Gino Felandro, médico internista de la Clínica Ricardo Palma, advirtió que la conexión permanente interrumpe el ritmo circadiano, ya que facilita la comunicación a cualquier hora. A esto se suma el uso prolongado de redes sociales y el “scroll infinito”, especialmente antes de dormir, lo que altera la producción de melatonina debido a la luz azul de las pantallas. Esta interrupción del sueño repercute en una menor productividad, fatiga física y malestar general durante el día.
¿Qué pasa cuando dejamos el celular por 24 horas?
Dejar el celular durante 24 horas puede generar una serie de cambios significativos tanto a nivel mental como neurológico. En un primer momento, muchas personas experimentan ansiedad, irritabilidad, aburrimiento o una sensación de vacío e incluso síntomas que reflejan una forma de síndrome de abstinencia digital debido a la dependencia psicológica hacia el dispositivo. Según el doctor López, estas reacciones son esperables porque el cerebro está acostumbrado a una alta estimulación, y en estudios se ha observado que incluso pueden presentarse síntomas físicos como tensión muscular o inquietud.
Sin embargo, a medida que pasan las horas, el cuerpo y la mente comienzan a adaptarse. Juan José Soza explicó que el sistema nervioso se regula, mejorando la capacidad de concentración, disminuyendo la ansiedad basal y reactivando funciones como la atención sostenida, la memoria y la introspección. Se produce lo que él denomina como un “reinicio neurológico”, que facilita el descanso mental y la percepción del tiempo.

Un día sin celular puede reducir el estrés, mejorar el sueño, disminuir la fatiga mental y fomentar la introspección. También puede reactivar el contacto emocional con otras personas y con uno mismo. Se facilita una reconexión con el entorno natural, el cuerpo y los ritmos internos.
Este proceso también impacta positivamente en el bienestar emocional. Al dejar de estar expuestos a la sobrecarga de información, comparaciones sociales o noticias negativas, muchas personas reportan sentirse más tranquilas y conectadas con su entorno. Dicho esto, Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional, mencionó que este tipo de pausas digitales permite reconectar con pensamientos y emociones que solemos ignorar en la rutina diaria.
Desde una perspectiva neurobiológica, el especialista de la Clínica San Felipe enfatizó que al suspender la estimulación constante del sistema de recompensa cerebral y reducir la multitarea digital, mejora la calidad del sueño. En esa línea, Prewitt agregó que la desconexión permite restaurar el equilibrio dopaminérgico del cerebro, ayudando a regular el estado de ánimo y reduciendo la ansiedad.
“La desconexión fomenta la interacción cara a cara y fortalece los lazos afectivos, promoviendo una reconexión con uno mismo, con los demás y con los ritmos naturales del cuerpo. En definitiva, un solo día sin celular puede representar un descanso reparador, que no solo reduce el estrés y la fatiga mental, sino que también fortalece circuitos cerebrales asociados con la autorregulación y nos permite reflexionar sobre nuestros hábitos digitales”, afirmó Soza.
¿Cómo hacer una pausa digital realmente efectiva?
Una pausa digital realmente efectiva no se limita a apagar el celular, sino que implica un cambio consciente en la forma en que usamos nuestra atención y nos relacionamos con la tecnología. Como indicó la psicóloga Francis Vilela, se trata de establecer límites claros, dedicar tiempo a actividades desconectadas y practicar la atención plena, con el objetivo de cultivar una relación más equilibrada con el entorno digital.
De acuerdo con el neurólogo Dioses, esta desconexión permite alejarnos de los efectos perjudiciales del apego al celular y fomentar actividades que mejoran nuestra atención, concentración y calidad de vida, como hacer ejercicio, meditar, pintar o compartir tiempo con la familia y la naturaleza. También precisó que las pausas digitales voluntarias, a diferencia de las obligadas, son más beneficiosas porque al ser elegidas, reducen la ansiedad y favorecen el bienestar.
“Una pausa efectiva requiere reducir los estímulos digitales y participar en actividades analógicas que promuevan el descanso cognitivo y emocional, como leer, cocinar o conversar cara a cara. Este cambio de enfoque mental ayuda a calmar el sistema nervioso y a disminuir la ansiedad”, subrayó Marita Ramos.
Asimismo, Kia- Rai Prewitt destacó la importancia de realizar desconexiones completas del entorno digital para permitir que la mente se recupere. Por ello, se recomiendan pausas breves diarias de 20 a 30 minutos sin tecnología, así como pausas más largas una vez al mes, ya que estas prácticas fortalecen las relaciones interpersonales, mejoran el sueño y reducen el estrés.
Sin duda, la clave para que una pausa digital sea efectiva está en la regularidad y la preparación emocional. La plasticidad cerebral, como mencionaron Dioses y Vilela, permite que el cerebro se adapte a nuevas rutinas, reduzca la dependencia del celular y recupere la capacidad de concentración y autorregulación.

Actividades como practicar deporte, meditación, leer, disfrutar de la naturaleza o pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos pueden potenciar los efectos positivos de una pausa digital.
¿Cómo identificar cuándo se necesita una pausa urgente y cómo hacerlo?
Reconocer la necesidad de una pausa comienza por escuchar las señales que nuestro cuerpo y mente nos envían. Según Liliana Tuñoque, sentir ansiedad, irritabilidad o dificultad para dormir o concentrarse al dejar el celular indica que es momento de desconectarse. También lo son síntomas como fatiga mental, sueño de mala calidad, tensión ocular, dolores de cabeza y conflictos en las relaciones interpersonales.
Otros indicios importantes son la ansiedad por estar lejos del celular, la revisión constante sin motivo y la dificultad para “estar presente” en las actividades cotidianas.
Frente a estas señales, los especialistas coincidieron en que la desconexión debe hacerse de forma gradual y consciente, sin imponer cambios bruscos que generen ansiedad o culpa. Algunas estrategias prácticas recomendadas son:
- Comenzar poco a poco, con períodos breves sin celular (por ejemplo, 15 minutos al día) e ir aumentando gradualmente.
- Dejar el celular en otra habitación durante ciertas actividades o momentos del día.
- Establecer zonas sin pantalla, como el dormitorio o la mesa del comedor.
- Usar el modo “No molestar” o el modo avión, para reducir interrupciones y ansiedad por notificaciones.
- Practicar mindfulness o meditación, para reconectar con el momento presente.
- Reemplazar el tiempo en pantalla por actividades significativas.
- Utilizar aplicaciones que bloqueen redes sociales o limiten el tiempo de uso del celular.
- Comunicar a familiares y amigos la intención de desconectarse, para disminuir la presión de estar disponibles y contar con su apoyo.
- Establecer metas realistas y ser pacientes con el proceso de adaptación.
“El objetivo no es sufrir la desconexión, sino disfrutarla. Identificar las señales de alerta y aplicar estos cambios con amabilidad hacia uno mismo permite recuperar el bienestar sin culpa ni angustia”, sostuvo la psicóloga Francis Vilela.
¿Es posible lograr un equilibrio entre el uso del celular y el bienestar mental y cerebral?
Es posible, siempre que el uso del celular se convierta en una elección consciente y no en una reacción automática. Como señaló el especialista en neurociencias, el celular no es el enemigo, pero es importante evitar que controle nuestra atención. Para ello, se recomienda pasar de un uso impulsivo a uno deliberado, a través de una “higiene digital” diaria: apagar notificaciones innecesarias, revisar las aplicaciones en momentos específicos y establecer espacios libres de pantallas.
De acuerdo con Juan José Soza, es esencial que el celular sea una herramienta, no una fuente constante de gratificación emocional. Por esta razón, es importante reflexionar sobre el propósito del uso: ¿es para informarse, distraerse, sentirse acompañado o validado? Identificar esa motivación permite ajustar el uso con mayor claridad y responsabilidad.
“Lograr ese equilibrio implica establecer momentos definidos para el uso del celular, como limitarlo por las noches o reservarlo solo para cuestiones laborales. A partir de esos espacios libres, se recomienda potenciar actividades offline. Al incorporar progresivamente estos hábitos saludables, se puede mantener una relación funcional con la tecnología”, concluyó el doctor Dioses.