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En definitiva, lo que muchas veces comienza como una publicación inocente o una muestra de orgullo parental puede terminar generando efectos emocionales profundos en la vida de los hijos. En casos como este, los jóvenes llegan a terapia con síntomas graves de ansiedad y baja autoestima, lo que los lleva a atravesar por un proceso largo, pero necesario, para reconstruir su autoconfianza, establecer limites saludables con sus padres y procesar el dolor de sentirse ridiculizado públicamente.

En esta era de hiperconexión e inmediatez, es fundamental que como padres nos preguntemos: ¿Estamos realmente considerando cómo se sienten los niños al verse expuestos en redes? ¿Qué impacto tiene esta exposición en su privacidad, en sus relaciones y, sobre todo, en su salud mental?

¿A qué edad los niños son conscientes de su imagen pública?

Según el psicólogo, desde los 5 o 6 años los niños comienzan a notar que otras personas los observan y evalúan. Esta conciencia se profundiza alrededor de los 8 años, cuando se vuelven más sensibles al juicio social, especialmente con la interacción con sus pares en el colegio, lo que refuerza la importancia de su imagen pública. En esta etapa, los niños empiezan a preocuparse por cómo se visten, cómo actúan y qué muestran de sí mismos, lo que influye en su autoestima y en la manera en que se relacionan con los demás.

Por su parte, Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional, señaló que esta conciencia coincide con la etapa en la que los niños ya saben leer y escribir, lo que les permite interpretar los comentarios y opiniones externas que generan sus imágenes en las redes sociales.

Desde los 5 o 6 años, los niños empiezan a ser conscientes de cómo los perciben los demás. A los 8, esta percepción se intensifica, influyendo en su autoestima y relaciones. Por eso, es clave respetar su privacidad y evitar exponerlos sin su consentimiento.

Desde los 5 o 6 años, los niños empiezan a ser conscientes de cómo los perciben los demás. A los 8, esta percepción se intensifica, influyendo en su autoestima y relaciones. Por eso, es clave respetar su privacidad y evitar exponerlos sin su consentimiento.

“El derecho a la privacidad comienza a ser comprendido por los niños entre los 8 y 10 años, aunque su desarrollo continúa durante la adolescencia. En esta etapa inicial, reconocer la diferencia entre lo público y lo privado les ayuda a fortalecer su autonomía, confianza y respeto por sus propios límites, lo que contribuye a su bienestar emocional. A medida que crecen, esta comprensión se profundiza, permitiéndoles expresar sus deseos con mayor claridad, reforzar su autoestima y definir su individualidad. Este proceso es clave para la construcción de relaciones saludables en el futuro”, aseguró el psicólogo Alberto Alegre Bravo.

¿Cuál es el impacto emocional en un niño al ver contenido vergonzoso publicado por sus padres sin permiso?

El impacto emocional de ver fotos o videos vergonzosos compartidos por sus propios padres puede ser profundo y duradero. Como destacó el experto de Continental Florida University, esta exposición vulnera la privacidad del niño por parte de quienes deberían protegerla, generando sentimientos de vergüenza, inseguridad, confusión y pérdida de control sobre su propia imagen. Ciertamente, cuando este contenido se viraliza o provoca burlas y acoso escolar, el menor puede experimentar tristeza, rabia o retraimiento, afectando así su confianza tanto en los padres como en su entorno social.

“Esta situación puede condicionar la autoimagen del niño, ya que muchos interiorizan los comentarios recibidos en redes sociales como parte de su identidad y un reflejo de su propio valor. Esto debilita su autoestima y dificulta la construcción de una identidad sólida durante la adolescencia, una etapa clave para el desarrollo personal”.

El doctor Alegre mencionó que la exposición no consensuada puede fomentar el aislamiento como mecanismo de defensa y, a largo plazo, afectar la capacidad del niño para establecer vínculos sociales saludables y un autoconcepto positivo.

Ambos psicólogos coincidieron en que el impacto puede derivar en consecuencias más graves, como depresión, estrés social, fobia a la exposición pública e incluso trastornos de ansiedad. El niño puede sentirse humillado y rechazado, lo cual no solo daña su bienestar emocional, sino que también limita su desarrollo personal y social.

¿Cómo la sobreexposición puede dañar la relación padres-hijos?

La sobreexposición de los niños en redes sociales por parte de sus padres puede erosionar la confianza y la comunicación. De acuerdo con la psicoterapeuta, cuando los niños descubren que sus padres no respetaron su privacidad, pueden desarrollar desconfianza y sentirse emocionalmente distantes. Esto afecta su capacidad para establecer límites saludables en la adolescencia y adultez.

Asimismo, Alegre Bravo agregó que esta falta de respeto a la privacidad puede generar sentimientos de traición, dañando la seguridad emocional del niño y dificultando la comunicación abierta dentro del núcleo familiar. A largo plazo, esta herida puede afectar la manera en que los jóvenes construyen sus relaciones, llevándolos a dudar de la confianza y el respeto en sus interacciones futuras.

Publicar imágenes vergonzosas sin permiso puede generar resentimiento y afectar la relación padres-hijos. La sobreexposición en redes puede erosionar la confianza y dificultar la comunicación en la adolescencia y adultez.

Publicar imágenes vergonzosas sin permiso puede generar resentimiento y afectar la relación padres-hijos. La sobreexposición en redes puede erosionar la confianza y dificultar la comunicación en la adolescencia y adultez.

“La toma de conciencia sobre la falta de privacidad en la infancia puede provocar resentimiento y distancia emocional entre padres e hijos. En la adolescencia, etapa en la que la autonomía es clave, este antecedente puede intensificar conflictos familiares y generar inseguridad en la toma de decisiones, advirtió Soza Herrera.

Además, cuando los padres minimizan o ridiculizan la incomodidad del niño respecto alas publicaciones vergonzosas, el impacto es aún mayor. Como indicó Liliana Tuñoque, esto puede hacer que el niño se sienta incomprendido y desvalido. Sin duda, esta invalidación emocional puede llevar a que el menor reprima sus sentimientos o reaccione con rabia, comprometiendo así su sentido de seguridad emocional, añadió Soza.

¿Cuáles son los riesgos adicionales asociados a la sobreexposición de los niños en redes sociales?

La sobreexposición de los niños en redes sociales va más allá del impacto emocional, pues compartir imágenes e información personal en línea puede derivar en riesgos concretos, como el robo de identidad, el ciberacoso, el grooming y la manipulación digital. Además, las publicaciones pueden ser sacadas de contexto y reutilizadas por terceros con fines maliciosos, generando un perfil digital del menor sin su consentimiento, lo cual compromete seriamente su seguridad y protección.

“Es importante que como padres recordemos que, al publicar imágenes, videos o contenido de nuestros hijos se genera una huella digital permanente vinculada a sus datos personales, lo que indudablemente expone a los menores a una serie de amenazas digitales”, sostuvo la especialista de Clínica Internacional.

¿Qué pueden hacer los padres para evitar esta situación?

Los padres tienen un papel clave en la protección de la privacidad y el bienestar emocional de sus hijos en el mundo digital. Esto implica tres acciones fundamentales: educar, prevenir y reparar errores del pasado.

Educar: Enseñar a los niños sobre su huella digital

Para que los niños comprendan la importancia de su huella digital, los padres deben empezar por ser un ejemplo. Según Juan José Soza, si los adultos utilizan las redes sociales de manera responsable y respetuosa, los niños aprenderán por observación. Además, es esencial hablar desde temprana edad sobre la presencia en internet y explicar que todo lo que se publica puede permanecer en línea de forma indefinida.

También es clave fomentar el pensamiento crítico, animándolos a reflexionar antes de compartir contenido: ¿quién verá esta publicación?, ¿cómo me haría sentir si otros la comentan?, ¿me representa hoy y lo hará en el futuro? En este sentido, educar sobre la huella digital es también educar sobre respeto, empatía y autocuidado.

Los padres tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos sobre su huella digital, compartir con conciencia y, si es necesario, corregir errores del pasado eliminando contenido que pueda afectar su bienestar.

Los padres tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos sobre su huella digital, compartir con conciencia y, si es necesario, corregir errores del pasado eliminando contenido que pueda afectar su bienestar.

Igualmente, los padres deben explicar la importancia de la privacidad y del respeto hacia uno mismo y los demás. Como señaló Alegre, compartir ejemplos concretos de casos en los que una huella digital mal gestionada ha tenido consecuencias negativas puede ayudar a los niños a entender los riesgos. Además, es fundamental enseñar habilidades prácticas, como crear contraseñas seguras, identificar sitios web confiables y evitar divulgar información personal en plataformas públicas.

“En cuanto a la publicación de contenido sobre los hijos en redes sociales, es recomendable que los padres pidan permiso antes de hacerlo. Aunque muchos asumen que pueden publicar libremente por tratarse de sus hijos, es esencial enseñarles desde pequeños que su imagen también les pertenece. Con los niños pequeños, se puede emplear un lenguaje sencillo para explicar qué se va a publicar y preguntar si están de acuerdo. En el caso de los adolescentes, se debe respetar su decisión de manera clara, ya que esto refuerza su autonomía y les muestra que sus emociones y privacidad son importantes”, precisó el psicólogo de Continental Florida University.

Prevenir: Compartir con responsabilidad

En plena era digital, muchos padres sienten la presión social de compartir contenido sobre sus hijos; sin embargo, para no comprometer su bienestar emocional, la clave está en la conciencia y el autocuestionamiento. Antes de publicar, es útil preguntarse: ¿Estoy compartiendo esto por amor o por validación social? ¿Estoy priorizando el bienestar de mi hijo o mi imagen pública? La infancia debe ser protegida también en el mundo digital, y la presión social nunca debería estar por encima de la seguridad y la privacidad de los niños.

Una opción es compartir momentos familiares sin exponer la identidad del niño o utilizar filtros de privacidad. También es completamente válido decidir no publicar nada, pero si se elige compartir, Soza herrera recomendó seguir algunas buenas prácticas:

  • Evitar mostrar el rostro completo del niño sin su consentimiento.
  • No publicar escenas íntimas o embarazosas, como momentos de llanto o enfermedad.
  • No revelar información personal como ubicación, colegio o rutina.
  • Configurar adecuadamente la privacidad de las publicaciones y limitar la audiencia.

“Lo más importante es preguntarse siempre: ¿Cómo se sentiría mi hijo si viera esta publicación en el futuro? ¿Qué pasaría si alguien más usara este contenido sin mi autorización? Mantener estos criterios ayuda a equilibrar el deseo de compartir con la protección de la privacidad infantil”.

Reparar: Actuar cuando ya hay daño

Si un niño pide la eliminación de fotos o videos, lo más importante es respetar su solicitud y hacer todo lo posible por eliminar el contenido de redes sociales y otras plataformas, tal como recalcó Alberto Alegre. También es recomendable contactar a quienes hayan compartido las imágenes para solicitar su eliminación. Aunque en algunos casos no sea posible borrar completamente la huella digital, es fundamental validar sus sentimientos y apoyar su derecho a la privacidad.Este proceso, más allá del resultado, fortalece la relación entre padres e hijos y ayuda a mitigar el impacto emocional de la exposición no deseada.

Por su parte, Soza enfatizó la importancia de escuchar con empatía y reconocer el malestar del niño. Además de eliminar el contenido disponible, es fundamental ofrecer una disculpa si este fue compartido sin consentimiento. El acto de remover lo publicado, aunque sea parcial, representa un esfuerzo simbólico que transmite respeto y reconocimiento hacia su derecho a decidir sobre su propia imagen.

“Cada foto o video que los padres suben de sus hijos forma parte de su historia personal y de su identidad futura. Lo que hoy parece inocente o gracioso, mañana podría convertirse en una fuente de vergüenza o malestar para ellos. La infancia merece cuidado, respeto y privacidad. Las redes no son un álbum familiar privado; son espacios públicos y permanentes. Enseñar a nuestros hijos a cuidar su imagen comienza cuando nosotros, como adultos, somos conscientes y respetuosos de la suya”, concluyó el psicólogo.



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