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En tiempo récord, el poderoso reino petrolero ha pasado de ser considerada una monarquía absolutista manchada de sangre a ser un mediador confiable capaz de balancear sus intereses estratégicos y poder conversar en la misma sintonía con Estados Unidos, Rusia y China. ¿Cómo lo logró?

En el 2018, la indignación colmó a la comunidad internacional tras el horrendo asesinato del periodista Jamal Khashoggi, un saudí crítico de la monarquía que escribía en “The Washington Post”. Muchas de las investigaciones apuntaron a un responsable: el príncipe heredero Mohammed Bin Salmán, quien habría ordenado su muerte.

Desde entonces, Bin Salmán, quien realmente dirige el país, se ha dedicado a limpiar la imagen del reino para convertirlo en un referente mundial. De hecho, los planes del príncipe heredero no se iniciaron con aquel infausto episodio. Formaba parte de un proyecto estratégicamente estudiado desde que fue elegido en el 2017 sucesor de su padre, con apenas 31 años, para acallar cualquier tipo de voces disonantes en el reino, y a la vez diversificar la economía para convertirlo en un centro económico, financiero y diplomático, tal como ya lo venían siendo Dubái y Qatar.

El plan Visión 2030 busca depender menos de la riqueza petrolera y apostar por inversiones estratégicas en infraestructura, tecnología, innovación, deporte y entretenimiento. Para ello, el príncipe ha neutralizado cualquier oposición dentro de su propia familia, ha desviado la atención de la represión hacia las mujeres y los derechos humanos, dando pequeñas pero significativas concesiones, y haciendo gala de un eficaz equilibrismo geopolítico.

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Mohamed bin Salman.

Mohamed bin Salman.

Como parte de esta estrategia también busca ser un actor neutral y confiable para mediar en conflictos internacionales, como el de Ucrania, y también ser un factor clave en el futuro de las relaciones israelí-palestinas.

“Arabia Saudita ha planteado una estrategia muy interesante para cambiar su imagen”, comenta a El Comercio el analista Jesús Ágreda Rudenko, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, en Bogotá. “El principal problema que tiene Arabia Saudita es la dependencia de recursos energéticos, pero lo que hemos visto en los últimos años es que está planeando su futuro, no solo como una potencia que exporta petróleo, sino como un centro financiero y de liderazgo internacional”, añade.

Para el internacionalista mexicano Arturo Ponce Urquiza, docente de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Anahuac, “los saudíes han preservado su cultura, su religión y sus pensamientos tradicionalistas, “pero entendieron que tenían la gran oportunidad de convertirse en un hub financiero, más allá de ser un país petrolero”. “Aprovecharon la riqueza por la venta de petróleo, pero también su importante posición en el Medio Oriente y ser un bastión de poder para la defensa estadounidense por las bases militares que están allí, y además estar en el recorrido del ‘collar de perlas’ que quiere establecer la República Popular de China desde el Pacífico hasta el Mediterráneo”, explica.

El amigo de todos

Fue el presidente de Estados Unidos quien señaló a Riad como la sede de las negociaciones sobre Ucrania. Pero esta predilección por los saudíes no es gratuita. De hecho, las buenas relaciones empezaron desde que Trump aún no entraba en política y era un millonario de bienes raíces, y continuaron en su primer mandato cuando eligió a Arabia Saudita como el primer país al que viajó como presidente.

Riad fue escenario esta semana de reuniones entre las autoridades diplomáticas de EE.UU., lideradas por el secretario de Estado, Marco Rubio, y las delegaciones de Rusia y Ucrania. En la imagen, la cita con los responsables de Kiev. (Foto: AFP)

Riad fue escenario esta semana de reuniones entre las autoridades diplomáticas de EE.UU., lideradas por el secretario de Estado, Marco Rubio, y las delegaciones de Rusia y Ucrania. En la imagen, la cita con los responsables de Kiev. (Foto: AFP)

/ SAUL LOEB

La delegación rusa sale del hotel Ritz-Carlton, en la capital saudí, al término de una reunión con los estadounidenses  para avanzar en un acuerdo para lograr el final de la guerra en Ucrania. (Foto: EFE)

La delegación rusa sale del hotel Ritz-Carlton, en la capital saudí, al término de una reunión con los estadounidenses para avanzar en un acuerdo para lograr el final de la guerra en Ucrania. (Foto: EFE)

/ RUSSIAN FOREIGN MINISTRY PRESS S

Los lazos, sin duda, se fortalecieron en sus cuatro años de gobierno y continuaron en los cuatro años que estuvo fuera de la Casa Blanca. El yerno de Trump, Jared Kushner, esposo de su hija Ivanka, también ha sido clave en el fortalecimiento de los lazos con Bin Salman y consiguió nada menos que una inversión de 2.000 millones de dólares del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí para su empresa de capital de riesgo.

El ‘soft power’ de Bin Salman

Una de las estrategias saudíes ha sido la apuesta por el deporte, el entretenimiento y el turismo con el fin de diversificar su economía, sus ingresos y sus inversiones, pero sobre todo limpiar la imagen de un país fundamentalista y rigorista que no respetaba los derechos humanos. Si ya habían abierto la billetera a lo grande para contratar a estrellas como Cristiano Ronaldo o Neymar, y así sacar del sótano a su liga de fútbol, ahora serán los encargados de organizar el Mundial en el 2034, tal como lo hizo Qatar en el 2022.

“El ‘soft power’ es fundamental”, señala Ponce Urquiza, haciendo referencia al ‘poder blando’, ese término tan usado en geopolítica que señala la influencia de los países sin necesidad del uso de la fuerza. El príncipe Mohammed Bin Salmán lo ha sabido entender y por eso no ha cesado de invertir en equipos de fútbol europeos o ser anfitriones de finales de campeonatos.

Ágreda Rudenko también señala que las reformas en el reino han sido limitadas, como en el caso del respeto a los derechos humanos o de mayor igualdad para las mujeres, “pero han servido para decir al mundo que se ha avanzado, entre tanto se desviaba la atención hacia el deporte, por ejemplo, y mostrar que es un país más inclusivo que antes”.

El turismo es otra de sus apuestas. Si antes se centraban en el turista religioso que buscaba llegar La Meca, la ciudad sagrada del islam, desde hace unos años empezaron a suavizar restricciones hacia los visitantes que quieran pasar sus vacaciones en el país. Así, están invirtiendo en resorts, hoteles de lujo y megaproyectos de entretenimiento. Uno de ellos es el primer parque de atracción gigante dedicado a Dragon Ball que tendrá nada menos que 500 mil metros cuadrados.

 

Al iniciar su segundo mandato, el príncipe heredero le prometió a Trump que estaba dispuesto a invertir 600 mil millones de dólares en Estados Unidos durante su gestión. Pero no solo se trata de dinero. El presidente valora, de parte del reino, el pragmatismo y la búsqueda de resultados.

Con Rusia, el príncipe heredero también alentó sus propios intereses, pero convirtiéndose en un interlocutor serio y confiable para Vladimir Putin. Así, Bin Salman no aceptó los pedidos de la administración Biden para aumentar la producción de petróleo en el 2022, tras la invasión de Ucrania, y siguió colaborando con Moscú a través de la OPEP+.

Y Ucrania también lo ve con buenos ojos pues ha encabezado conferencias internacionales para llevar ayuda humanitaria y ha apoyado la integridad territorial del país, garantizándose una posición como mediador neutral y anfitrión de confianza para facilitar el diálogo.

“Al ser un hub geopolítico, Arabia Saudita necesita jugar con aliados y no aliados”, explica Ponce Urquiza. “Por ejemplo, los saudíes requieren tener una comunicación clara con Rusia, que además tiene una buena relación con Irán”. Teherán, como sabemos, es el gran rival de Arabia Saudita en el Golfo Pérsico.

De otro lado, está China, otra de las potencias que tiene al Medio Oriente como punto estratégico y a Riad como socio confiable. “China sabe del poder económico en la región, y ellos se han acercado con donaciones e inversiones, sobre todo en infraestructura y tecnología. Empresas chinas como Huawei han puesto toda la instalación de la red 5G en Arabia Saudita y a un precio bastante accesible”, precisa Ponce Urquiza.

“Arabia Saudita se posiciona como un país que no busca enemigos en el mundo, sino como un actor que puede hablar con todos gracias a su superioridad económica. Es decir, se buscó cambiar la imagen del país para lograr cierta imagen de neutralidad sustentada en su gran músculo financiero y económico”, añade Ágreda Rudenko.

Con sus millonarias inversiones, su malabarismo geopolítico y su posición neutral Arabia Saudita se ha ganado la confianza de los pesos pesados del planeta para ser un actor internacional serio, que incluso le ha movido al piso a las potencias europeas. Por ahora, sigue sumando puntos. Si es que otra tragedia como la de Khashoggi no interfiere en su camino.



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