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Fue él, André Carrillo, uno de los cinco jugadores con los que Oscar Ibáñez tuvo una charla privada, hace unas semanas, para preguntarle cómo está. Cómo ha mirado el proceso tortuoso de estos dos años. Cuánto está dispuesto aún a pelear por la selección. La respuesta le dio al entrenador la certeza sobre qué hombros reconstruir a su equipo: “Ponme donde me necesites”, le dijo.

Entonces le entregó la llave de la selección contra Bolivia. Lo sacó de los extremos, lo puso más cerca de Tapia y le dio más libertad para que, con ese físico ya recuperado de sus largas vacaciones en Arabia, pudiera ir donde quisiera. El 3-1 de locales en Lima tuvo toda su influencia en dos goles. La única jugada de peligro real ante Venezuela fue a partir de ese slalom que terminó en la mano de Reyna y que en la historia del fútbol peruano fue sello: Perico, Oblitas, Carrillo. Un signo del pura sangre que todavía queda en él. Más 10 que 11, es decir, más Cueva que Carrillo, el futbolista de Corinthians abrió así una discusión que, me parece, tiene ya una sola respuesta: si hay que refundar la selección peruana en estos cuatro partidos de Eliminatorias que vienen, e incluso más allá, uno de los pocos Rusia 2018 que pueden seguir es él.

Ese hombre, André Carrillo, que llegará con 35 años al inicio de la próxima Eliminatoria -2027-, con contrato vigente en Brasil, el eterno paraíso de Sudamérica, -hasta finales del 2026-, acaba de salir campeón del Paulistao con el Corinthians de ‘seu segundo pai’, el Pelado Ramón Díaz y su eufórica celebración, convertida en foto besando la copa y mensaje en portuñol para los torcedores del Timao, hay un mensaje entre líneas: ha recuperado la ilusión por jugar. “Han sido años de espera, de lucha y de trabajo duro, pero hoy escribimos nuestro nombre en la historia (…) Ser Corinthians es eso: nunca desistir, nunca parar de luchar”, escribió en su cuenta de Instagram. Sus stories son otra prueba de skin care emocional, de rejuvenecimiento: está feliz como si fuera su primer título. Y es el número 15.

Este es el CAMBIO que André Carrillo observó en la nueva propuesta de Óscar Ibáñez. (Fuente: Facebook Selección Peruana)

Este es el CAMBIO que André Carrillo observó en la nueva propuesta de Óscar Ibáñez. (Fuente: Facebook Selección Peruana)

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Lo que venga en adelante no es solo nostalgia, también es necesidad. Pertenezco al breve ejército de reporteros que no discute sobre lo que cada jugador debería hacer con su plata. Ni con sus contratos, ni con su carrera. No es por ser CPP: los he escuchado, a casi todos los mundialistas del 2018, y en su bien ganada vida de jefes de familia millonarios es muy difícil encontrar una nueva motivación. Otra reto. La ambición de subir otro Himalaya.

Por eso, en este estado en que el está, André Carrillo es uno de esos pocos futbolistas -por edad y por vigencia- que la selección peruana debe sostener para el proyecto de pelear el próximo mundial. Sin Farfán ni Paolo, sin Cueva y sin Yotún, serán muy pocos jugadores lo que quieran ser ese eslabón para unir la cadena. Dicho en otro idioma, el de mis chats, “poner la cara ahora que viene la mala”. Pienso en Gallese, en Tapia, quizá en Advíncula. Ya el pasado está en el Panini, es imborrable. Lo urgente es el futuro. Y si Carrillo interioriza esta inmensa responsabilidad y la hace suya, quizá hayamos ganado un soldado más y una estrella menos.

SOBRE EL AUTOR

Miguel Villegas

Estudió Comunicaciones en la Universidad de San Martín de Porres (USMP). Ingresó a El Comercio en el 2004, y trabajó diez años para Deporte Total. En el 2015 se mudó al equipo web del diario para formar parte de Mesa Digital y la revista Somos. Hoy es subjefe de Gestión Digital de El Comercio.





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