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Con la mayoría de sus compañeros en contra, la diputada Gabriela Jiménez, vicecoordinadora de Morena en el Congreso, coloca en el tablero su voto a favor de quitar la inmunidad a Cuauhtémoc Blanco, acusado por su media hermana de intento de violación. El diputado Pedro Haces, Don Bull, un tipo enorme, atraviesa el pleno del Congreso, va hacia Jiménez y la encara: “¿Tú no has entendido?“, le dice. ”No solo te vamos a quitar de la vicecoordinación: te vamos a sacar del grupo parlamentario”. Ricardo Monreal, coordinador de los morenistas, atestigua la escena, en silencio. Detrás de Don Bull, su mano derecha, Monreal mira a Jiménez, se encoge de hombros y le dice: “Tú sabrás qué hacer”. La diputada Jiménez, muy cercana a la presidenta, Claudia Sheinbaum, siente la presión y cambia su voto: se abstiene. Cuando está a punto de abandonar el pleno, conteniendo el llanto, legisladores —hombres y mujeres— afines a Haces y Monreal comienzan a corear, en tono burlón: “¡Ya te vas!”. Ese fue el culmen de una guerra política que sofocó la rebelión de las diputadas de Morena que se oponían al blindaje de Blanco y que lideraba Jiménez. A través de las voces de nueve legisladores, en su mayoría mujeres, EL PAÍS reconstruye el cruce de intereses y pleitos de los hombres influyentes del partido que terminaron por dar un salvoconducto al polémico exgobernador de Morelos y por acallar la denuncia de su hermanastra, Nidia Fabiola Blanco.

Horas antes aquel martes, en la acalorada reunión privada que sostuvieron los morenistas, se habló de cuál sería la ruta del partido ante la bomba de Blanco, cubierto por el fuero, la inmunidad que protege a los diputados. La presión pública aumentaba sobre el oficialismo, ante las señales de que se le buscaba proteger. En la discusión de las alternativas, brotaron los reclamos. Las diputadas Julia Olguín y Felicita Pompa, cercanas a Monreal, dijeron que el asunto se había vuelto una bola de nieve por culpa de Jiménez, y pusieron sobre la mesa separarla de la vicecoordinación.

De fondo estaba el roce cada vez más grande entre Monreal y Jiménez por el liderazgo del grupo parlamentario. El triunfo de la rebelión de las mujeres significaría un menoscabo de la autoridad de Monreal, a decir de las legisladoras consultadas. Diputados del entorno del coordinador niegan una disputa por la dirigencia, y se defienden bajo el argumento de que haber devuelto el expediente de Blanco a la Sección Instructora —encargada de tramitar las solicitudes de fuero— habría sometido a Morena al ataque de la oposición durante 60 días, tiempo que duran las investigaciones.

El ruido en torno a la supuesta responsabilidad de Jiménez ocultó otro conflicto que databa de más tiempo: la bronca entre Hugo Eric Flores y Blanco. Inicialmente su protector y el impulsor de su carrera política, Flores se distanció de su pupilo por diferencias surgidas cuando Blanco encabezó la gubernatura de Morelos. Tras convertirse en diputado, tocó a Flores encabezar la Sección Instructora y recibir la petición de desafuero de la Fiscalía de Morelos.

Fuentes de la coordinación de Morena en la Cámara afirman que, desde el inicio, fue un “error” haber dado entrada a esa solicitud, una “manzana envenenada” de parte del entonces fiscal estatal, Uriel Carmona, con quien el oficialismo tenía —y mantiene— una abierta guerra política. Flores, en el ánimo de cobrar a Blanco las desavenencias, quería impulsar un dictamen en el sentido de quitarle el fuero. De hecho, se comprometió a ello con varias diputadas del bloque gobernante, pero no operó políticamente un acuerdo en ese sentido. Desde el Gobierno federal se instruyó enmendar el error y Flores tuvo que dar un giro copernicano a su postura inicial. “Yo quería que procediera el desafuero de Cuauhtémoc, pero no me dejaron. Al menos tuve que ventilar el asunto para evidenciarlo”, se justificó Flores, según una de las diputadas.

En la reunión privada de Morena se tomaron decisiones que resultaron incómodas para las legisladoras y para las que no fueron tomadas en cuenta. Se trató de pactos forjados más bien entre los líderes del grupo y que lograron doblegar al bloque feminista que se intentó construir en la bancada mayoritaria. Por ejemplo, según las voces recogidas, Sergio Gutiérrez, presidente de la Mesa Directiva; Alfonso Ramírez Cuéllar, vicecoordinador, y Monreal acordaron con Blanco dos medidas para aliviar la presión de las diputadas: que el exgobernador se presentase a la Fiscalía de Morelos a declarar y que subiera a la tribuna durante la sesión del pleno a asumir públicamente ese compromiso. Durante la reunión a puerta cerrada, el exfutbolista tomó la palabra, defendió su inocencia y lloró, de acuerdo con las fuentes.

En ese encuentro hubo presiones que contribuyeron a que un número importante de legisladoras cambiaran el sentido de su voto. “Se nos exhibió, se nos hizo votar a mano alzada para ver qué diputadas estábamos en contra y quiénes a favor”, refiere María Teresa Ealy, una de las más críticas dentro del bloque gobernante. El número de legisladoras que votarían en contra de desechar la solicitud de desafuero de Blanco ponía en riesgo las sumas y restas de Monreal. “Somos 146 diputadas de Morena, y éramos 60 o 70 quienes íbamos a votar en contra”, señala Ealy.

Previsor, el coordinador buscó aliados fuera de Morena. Los encontró en el PRI. Habló con Rubén Moreira, jefe de los priistas, y lo convenció de votar con la mayoría morenista, con el argumento de que la Fiscalía de Morelos había enviado un “expediente vacío”. Sobre la mesa de negociación estuvo siempre el porvenir del presidente del PRI, el polémico senador Alejandro Moreno, Alito, que tiene él mismo deudas con la justicia por presuntos actos de corrupción y arrastra una solicitud de desafuero al lado de la de Blanco.

La encerrona morenista estuvo llena de gestos que las legisladoras consideraron opresivos. Ealy afirma que Sergio Gutiérrez planteó a las diputadas una transacción: que votasen a favor del dictamen de la Sección Instructora a cambio del compromiso de que Blanco se pusiera a disposición de la Fiscalía morelense. “Nos engañaron. Querían darnos la vuelta otra vez”, refiere. La diputada de Morelos Meggie Salgado encaró a Blanco y ventiló la persecución a la que la sometió en sus tiempos de gobernador. Como si estuviese al tanto de la discusión, un hermano de Blanco, Ulises Bravo —que ha sido dirigente de Morena en el Estado y también carga acusaciones de violencia de género—, publicó en Facebook un mensaje intimidatorio dirigido a la diputada. “Pretendes hacer leña del árbol que no cayó”, escribió Bravo en referencia a su hermano.

Hugo Eric Flores y Olga Sánchez Cordero terminaron de cerrar la pinza y consiguieron que al menos 45 diputadas cambiaran su intención de voto. Flores insistió en la mala integración del expediente y subrayó el hecho de que provenía de un fiscal “encubridor de feminicidios y corrupto”, el discurso oficial que recogerían la presidenta, Claudia Sheinbaum, y la secretaria de las Mujeres, Citlalli Hernández.

Sánchez Cordero, que fue ministra de la Suprema Corte, hizo una exposición técnica sobre por qué resultaba una buena salida que Blanco, aun con la inmunidad del fuero, acudiese a la Fiscalía morelense. “Ella expuso que la inmunidad parlamentaria no nos protege de lo que hacemos, sino de lo que decimos”, relata Xóchitl Zagal. “Sin embargo, en todas las demás materias: civil, mercantil, robo, violación, peculado, eso no lo cubre el fuero. Olga nos explicó que, independientemente de si lo desaforábamos o no, él tiene que hacer frente al proceso penal en el que se encuentra. Entonces dijimos: va, votamos en favor el dictamen”, agrega. Ramírez Cuéllar reforzó el punto de la exministra. El vicecoordinador sostuvo que el hecho de que Blanco comparezca ante la Fiscalía “acciona el procedimiento judicial”, y apuntó que en el dictamen que estaba por votarse se incluyó un exhorto a la Fiscalía estatal para que continúe con la investigación. “No se entierra el caso”, subrayó.

Una legisladora del PT, que pide no revelar su nombre, señala que las mujeres de su bancada fueron muy perseguidas por los liderazgos del oficialismo una vez que se supo que votarían contra la exoneración de Blanco. “Decidimos apagar todos los teléfonos, ante las presiones de gobernadores, secretarios [del Gabinete federal], amigos. Abiertamente nos decían: ‘No podemos coincidir con quien históricamente hemos luchado, que es el PAN”, relata.

Algunas diputadas decidieron abandonar la reunión privada de Morena. “Me indignó el trato del asunto”, comparte Magdalena Rosales. Las legisladoras que se mantuvieron firmes en la rebelión ahora tienen temor de ser expulsadas del bloque gobernante y de ser objeto de persecución política. Una de ellas, incluso, cree que su teléfono está intervenido. “A Ealy y a Jiménez se les han ido con todo”, comenta Zagal, que desmenuza actos de violencia física, verbal y digital. La diputada añade que desde la coordinación de la bancada se ha orquestado la división entre las morenistas. “Hay un sector de diputadas que acaba de llegar de otros partidos, que no son de Morena, y son muy violentas contra nosotras”, comparte. En el río revuelto de la división y los pleitos masculinos por conservar trozos de poder, Cuauhtémoc Blanco ha salido airoso.



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