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Europa está en un momento crucial de su historia, en una encrucijada que va más allá de la relación transatlántica. El desafío de fondo es la “revolución” de la extrema derecha, que quiere romper el orden establecido para crear otro basado en la supervivencia del más fuerte. “Somos la última antorcha ante la oscuridad que se aproxima”, dice René Repasi (Karlsruhe, 45 años), jefe de la delegación alemana de los socialdemócratas en el Parlamento Europeo. De visita relámpago a Barcelona para participar en un encuentro sobre la amenaza autoritaria en Europa organizado la semana pasada por el PSC, atiende a EL PAÍS en el hueco que le dejan las negociaciones para formar el próximo Gobierno de coalición en Alemania.

En España sigue sorprendiendo que dos partidos rivales sean capaces de ponerse de acuerdo para gobernar, más aún después de que la CDU trabajara activamente para descabalgar al tripartito del socialdemócrata Olaf Scholz. “Las heridas son profundas, y en campaña se hicieron afirmaciones muy radicales, pero la cooperación forma parte de nuestra cultura política”, asegura Repasi. Formar un Gobierno estable es más que nunca “una necesidad”, subraya. No hay otra alternativa si se quiere mantener el cordón sanitario, o cortafuegos, como se conoce en alemán, a la ultraderecha. “Hace un siglo los conservadores pensaron que podrían domar a la extrema derecha, pero ya sabemos cómo acabó. Eso no significa que donde estas dos fuerzas cooperen vaya a acabar en una tercera guerra mundial, pero los alemanes son muy sensibles a ello y esperan ese sentido de la responsabilidad de los partidos democráticos”.

Las negociaciones de coalición transcurren con mucho más sigilo que cuando se formó el tripartito de sociadelmócratas, verdes y liberales en 2021. Entonces abundaron las filtraciones, las fotos robadas de madrugada y hasta los selfis sonrientes de los protagonistas. En 2025, con una guerra en suelo europeo a a dos horas de vuelo de Berlín y el shock que ha supuesto la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca “el escenario es otro”, asegura el eurodiputado y profesor de Derecho en la Universidad Erasmus de Rotterdam. Uno más sombrío y con “múltiples crisis que gestionar”. “Los desafíos para Alemania son tan extremos que nos hemos deshecho de tabúes como el freno a la deuda y el rigor fiscal en tiempo récord”, asegura.

El ganador de las elecciones celebradas en febrero y previsible próximo canciller, Friedrich Merz, sacó adelante en el Bundestag la semana pasada su plan de inversiones multimillonarias para defensa e infraestructuras. Ponía fin así, con el apoyo de socialdemócratas y verdes, al rigor presupuestario que ha dominado la política alemana los últimos años para rearmarse ante la amenaza rusa y el giro de Estados Unidos. Las políticas de Trump han supuesto un terremoto para toda Europa, pero han sacudido especialmente a Berlín. Al principio, dice Repasi, “mucha de la gente que apoyaba a la extrema derecha en Alemania también vitoreaba a Trump, el disruptor, el revolucionario de extrema derecha”.

Pero algo ha marcado un antes y un después. “Hubo un cambio en la población tras la infame reunión en el Despacho Oval con Zelenski. Tocó un punto muy sensible en lo más profundo del alma alemana: el miedo a que realmente pueda haber otra guerra”, asegura el eurodiputado, que describe cómo el trato al presidente ucranio en aquella reunión, en la que Trump y su vicepresidente J. D. Vance, trataron de humillarle, ha hecho muy conscientes a los alemanes de que lo que se había dado por sentado en los últimos 80 años se ha desvanecido. “Nos hemos dado cuenta de que el socio del otro lado del Atlántico ya no es realmente un amigo y que no podemos confiar en él. La principal disuasión de un ataque ruso ha desaparecido”. En Alemania se ha instalado el temor. “Hemos comprendido de golpe que no somos capaces de defendernos”, subraya.

Es ese temor, sumado a la tradición política de pactos y de cooperación, el que ha permitido que Berlín haya dado un giro de 180 grados a su política de seguridad y defensa sin que Merz sea todavía canciller y con un Gobierno en funciones. Repasi admite cierta frustración al ver ese giro en el democristiano, que en campaña prometía exactamente lo contrario. “El actual Gobierno en funciones implosionó por 2.000 millones de euros y el apoyo a Ucrania frente al gasto social. Verdes y socialdemócratas llevábamos años insistiendo en que había que hacer inversiones, lo que requería cambiar la Constitución y una mayoría de dos tercios que hacía necesaria la cooperación de los democristianos. Ellos, por razones estratégicas miopes, querían que el Gobierno fracasara y nunca nos apoyaron, y en cuanto pudieron llegar a la Cancillería cambiaron de opinión”.

Los socialdemócratas han pasado página tras la derrota en las elecciones y se preparan para ser el socio menor de la próxima gran coalición. Desde allí vigilarán que los miles de millones que empezarán a fluir se gasten sabiamente. “Tenemos que ser muy prudentes con los fondos adicionales”, apunta Repasi, que participó el pasado viernes en el acto Más Europa: defender la democracia y la seguridad frente a la amenaza autoritaria. “Hagamos lo que hagamos, necesitamos al Reino Unido”, aseguró en el auditorio Ernest Lluch de la sede del PSC, respecto a los planes europeos de rearme. Un término que no agrada a algunas capitales europeas, como Madrid, que prefieren hablar de “seguridad”.

“Una de las complicaciones que se nos presentan es ese debate filosófico de si la paz se consigue desde una posición de fuerza o desde una posición de renuncia de cualquier equipamiento militar”, reconoce el eurodiputado, que entiende la crítica de algunos Gobiernos y dice simpatizar mucho con la segunda opción. Él mismo rechazó hacer el servicio militar por razones de conciencia en su juventud. “Pero me doy cuenta de que el mundo que me rodea no funciona así. Creo que necesitamos capacidad para defendernos, pero con un estricto control para que esas capacidades se usen de forma defensiva y no ofensiva”, apunta. Es lo que intentó hacer Olaf Scholz, asegura, con el apoyo a Ucrania: “Pero no se entendió”.

El nuevo orden que se perfila con Trump —”la caída del muro de Berlín de nuestra generación”, en definición del también eurodiputado socialista Javi López— obliga a redefinir el papel en el mundo de Alemania. “En cierto modo tenemos que volver a lo que fuimos en los años setenta. Que Europa sea fuerte redunda en el interés alemán. No debería existir conflicto entre los intereses nacionales alemanes y los intereses europeos. Y si lo hay, debe prevalecer el europeo”, afirma. Berlín, añade, quiere liderar junto con Francia, España y Polonia, desbloquear los debates políticos y tomar la iniciativa. “Para ello era necesario que Alemania retirara el freno al gasto público, y ya lo hemos hecho”.



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