El romance entre el Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu y la extrema derecha europea ha alcanzado tal punto que ha acabado convirtiendo una conferencia sobre antisemitismo en Jerusalén en motivo de, como mínimo, incomodidad; como máximo, indignación, para algunos de sus aliados y de las comunidades judías en otros países. Este jueves, la Conferencia sobre el Combate contra el Antisemitismo celebrará su jornada principal sin una decena de los inicialmente invitados (desde el comisionado alemán de lucha contra el antisemitismo hasta el conocido filósofo francés Bernard-Henri Lévy), que se autodescartaron en protesta por el gran peso de líderes ultraderechistas en el programa. El principal: Jordan Bardella, presidente de Reagrupamiento Nacional, el partido francés heredero de la formación que creó el antisemita y negacionista del Holocausto Jean-Marie Le Pen. También acudirá su nieta preferida, Marion Maréchal, eurodiputada y vicepresidenta del ultranacionalista Reconquista. Vox envía tres parlamentarios europeos: Hermann Tertsch, Mireia Borrás y Juan Carlos Girauta. No es un evento marginal en una sala pequeña: lo organiza el Gobierno israelí, en el gran centro de convenciones de la ciudad y con el primer ministro para el discurso estrella.
Los títulos de los paneles son ilustrativos: “No me confundas con hechos. Cómo el progresismo cayó cautivo del antisemitismo” o “La mano que remueve el odio: cómo el islam radical alimenta el antisemitismo en Occidente”. Entre los oradores están Bardella, Netanyahu y su titular de Exteriores, Gideon Saar, que ha ordenado recientemente a las Embajadas establecer lazos con los partidos ultras que participarán en el acto.
Horacio Cartes, expresidente de Paraguay, también tomará la palabra en el que es su primer viaje al extranjero en seis años. Brasil decretó su prisión preventiva en 2019, en el marco de una investigación vinculada al caso Lava Jato de soborno y blanqueamiento de capitales que luego retiró la justicia. Tres años más tarde, la Administración de Joe Biden lo declaró en EE UU “persona significativamente corrupta”. Otro orador será Janez Jansa, exprimer ministro populista de Eslovenia que comparte con Orbán, Trump y Netanyahu el gusto por culpar de los males del país a una suerte de Estado profundo.
Han enviado representación asismimo Demócratas de Suecia (el partido populista y antinmigración que es desde 2022 la segunda fuerza parlamentaria, sosteniendo y condicionando a la coalición de derecha) y Fidesz, la formación ultranacionalista del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Su relación con Netanyahu viene de largo y acaba de invitarlo al país, pese a estar legalmente obligado a cumplir la orden de arresto por el Tribunal Penal Internacional que pesa contra él desde el pasado noviembre por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en Gaza.
La conferencia está organizada por el Ministerio de Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo. Al frente está Amijai Chikli, del sector más radical del Likud (el partido de Netanyahu), amigo de las declaraciones altisonantes y hombre clave en el acercamiento a la extrema derecha europea. El año pasado participó en la reunión ultra que organizó Vox en Madrid y ha dedicado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, adjetivos como “chiste”, “comunista”, “uno de los peores líderes del mundo” y hasta “responsable de que haya más muertes en Gaza”, por haber reconocido el Estado palestino.
Ante la decena de cancelaciones, Chikli ha respondido que “la principal amenaza a la vida judía en Europa” no proviene actualmente de lo que denomima “partidos de derechas”, sino del “islam radical”. “Pero los políticamente correctos llevan 50 años anclados en el pasado y les cuesta reconocerlo”, declaró al diario Israel Hayom.
El asunto es doblemente peliagudo porque toca, por un lado, la relación entre Israel y las comunidades judías en el resto del mundo y, por otro, un fenómeno en crecimiento y tan crucial en la historia europea como el antisemitismo. Por eso, cuando hace semanas se difundió la lista de invitados comenzaron las bajas, y no precisamente entre enemigos de Israel.
Jerusalén, “capital de una internacional iliberal”
El Comisionado del Gobierno alemán para la Vida Judía y la Lucha contra el antisemitismo, Felix Klein, se borró tras enterarse de “quiénes eran el resto de oradores”. Bernard-Henri Lévy tenía previsto hablar en el acto inaugural y acabó explicando su marcha atrás en una carta abierta al presidente del Estado judío, Isaac Herzog. En la misiva, subrayaba que lleva toda una vida “defendiendo al pueblo y al ejército de Israel y que entiende que, como el resto del mundo, sus autoridades recurran a la realpolitik. “Pero”, añadía, “no al riesgo de convertir Jerusalén durante dos días en la capital de una internacional iliberal que se burla de los valores democráticos que son uno de los pilares de Israel”.
Otro de los ausentes es David Hirsh, profesor de Sociología en la Universidad de Londres, Goldsmith, y activista en contra del boicot académico a Israel. En conversación telefónica con este periódico, lamenta que el Ejecutivo de Netanyahu legitime a líderes ultras invitándolos al evento y subraya que “el problema no es solo el antisemitismo, sino también el racismo y la islamofobia”. “Puede que uno u otro individuo o partido tengan una conciencia real de no ser antisemitas, pero no es la única forma de discriminación estructural que me preocupa”.
Hirsh insiste en que no se trata de uno o dos invitados excepcionales con ese perfil, sino que su presencia conforma “el eje central de la conferencia”. “El asunto no es que sean de derechas, sino que abrazan ese tipo de fantasía conspiracionista populista que es, a mi juicio, inherentemente antidemocrática”, añade.
Es justo el punto que abordaban la semana pasada Moshe Zimmermann, experto en antisemitismo, nacionalismo e historia judía que dirigió el centro de historia alemana de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y Shimon Stein, embajador de Israel en Alemania entre 2000 y 2007. “Asociarse con racistas bajo el pretexto de que hacen una excepción con Israel no es un factor atenuante. Es un factor agravante. Revela un interés compartido, una identidad común. Cualquiera con ojos comprende que esta alianza surge de la creencia racista en un enemigo común: musulmanes, árabes e inmigrantes. De hecho, el proceso de cortejo mutuo entre la extrema derecha israelí y la extrema derecha global se ha estado desarrollando durante años, y esta conferencia es su resultado natural”, escribían en un artículo de opinión en el diario Haaretz.
También se ha apeado en marcha del tren de la convocatoria el exdiputado de los Verdes y presidente de la Sociedad de Amistad Alemania-Israel, Volker Beck (“asociarse con fuerzas de extrema derecha tendrá un impacto negativo en la lucha contra el antisemitismo”, escribió en la red social X); Jonathan Greenblatt, el director ejecutivo de la Liga Antidifamación; o el rabino jefe de la Commonwealth, Ephraim Mirvis.
Ariel Muzicant, el presidente del Congreso Europeo Judío que el pasado enero acusaba de antisemitismo a los últimos gobiernos, como España, que han reconocido el Estado palestino y justificaba los entonces 47.000 gazatíes muertos en la invasión israelí en que “los terroristas usan a los civiles como escudos humanos”, ha tildado la conferencia en Jerusalén de “puñalada en la espalda de los judíos”. “Estáis ayudando a nuestros enemigos, estáis alimentando a quienes critican a Israel. Unirse a la extrema derecha ayuda a quienes critican a Israel”, señalaba en una sesión parlamentaria.
En Francia, las críticas, también políticas, se centran en el acercamiento del Gobierno de Netanyahu a un partido que durante 40 años fue antisemita. El diputado macronista Mathieu Lefèvre, presidente del grupo de amistad Francia-Israel en la Asamblea Nacional, lamentó este “trastocamiento de valores” y señaló en Radio J la responsabilidad de “una parte” del Ejecutivo israelí. Las instituciones judías del país han condenado unánimemente la invitación. El presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (Crif), Yonathan Arfi, acusó a Reagrupamiento Nacional de instrumentalizar la lucha contra el antisemitismo. En una entrevista, también recordó la “posición histórica de las instituciones judías de Francia” de “desconfianza” hacia el partido debido a “razones históricas”.
El cambio llevaba en marcha algunos años. Pero en noviembre de 2023, un mes después del ataque de Hamás, Reagrupamiento Nacional detectó un elemento que podía hacerle crecer en las encuestas y asentar su posición en la lucha contra el Islam y la izquierda radical en el ámbito doméstico. Marine Le Pen anunció en la Asamblea Nacional que acudiría a una marcha contra el antisemitismo y enarboló un discurso hasta entonces inédito en un partido fundado por excolaboradores de las SS y, filonazis y antisemitas declarados. Su propio padre, Jean Marie Le Pen, había negado hasta la saciedad el Holocausto e ironizó en incontables ocasiones con la muerte de seis millones de judíos. Pero su expulsión, consideró su hija, sería suficiente para borrar aquel pasado.
El RN, desde entonces, ha ido acercándose a la comunidad judía. La instrumentalización de la lucha contra el antisemitismo le permitía acompasarse a determinados partidos europeos de ultraderecha y lo ayudaba en Francia erigirse en opositor radical de una izquierda tolerante con las costumbres musulmanas. Ese mismo día en la Asamblea, Macron alertó ya contra la confusión entre “el rechazo a los musulmanes y el apoyo a los judíos”. Sin citar a Le Pen, le atribuyó el uso de la lucha contra el antisemitismo para fomentar la hostilidad a quienes practican el islam. “Tenemos enemigos comunes”, ha resumido estos días Marion Maréchal. La guerra en Oriente Próximo ha permitido al partido de Marine Le Pen acelerar el proceso de desdiabolización, o normalización, que emprendió hace más de una década, cuando tomó las riendas del partido. Para ello, entre otras cosas, expulsó al padre, precisamente tras una de sus habituales salidas antisemitas por las que llegó a ser condenado.