Es difícil resistirse a hablar de la serie de moda, aunque ya se haya dicho todo sobre ella. Entré en Adolescencia fascinada por su ritmo y su arriesgada propuesta visual, hasta que en el tercer capítulo me pregunté lo mismo que mi compañera de columna, Paloma Rando: ¿dónde queda Katie? La animadversión que me provocaba la presencia constante de Jamie en pantalla la espoleó haber leído ese día la noticia de la publicación del libro sobre José Bretón. Padezco hartazgo de malismo. Me interesa más cómo se convive con el dolor, motivo por el que el último capítulo me reconcilió con la serie del siempre soberbio Stephen Graham. Pensé, viendo a esa familia destrozada, en el documental Criando a un asesino en masa (Movistar Plus+) y en la excepcional novela de Lionel Shriver Tenemos que hablar de Kevin, en el estupor que provoca descubrir que has criado a un ser inhumano.
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