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Tabita dos Santos Moraes, de 51 años, navega con destreza los riachuelos para llegar hasta la comunidad de la Amazonia brasileña donde su paciente está a punto de dar a luz. La sequía de los meses recientes ha disminuido el caudal de agua, dificultando el trayecto. Tabita, quien asistido más de 180 nacimientos desde que inició su formación a los 15 años, es una de los cientos de parteras que atienden a los pueblos enclavados en la selva.

Cuando hay suficiente agua en los ríos, se tarda unas cuatro horas en ir desde Deus É Pai, la comunidad donde viven Tabita y su paciente, hasta el hospital de Tefe, la ciudad más cercana. Pero dos años de sequía récord han convertido muchos ríos de la Amazonía en arroyos de escaso caudal. Ahora, el viaje a Tefe puede durar más de un día, si el río no está completamente intransitable.

Tabita dos Santos Moraes atiende a Mayleane Melo en el estado de Amazonas, Brasil, el 26 de octubre 2024.

Más de una de cada 15 mujeres en el Estado de Amazonas da a luz fuera de los hospitales, aproximadamente cuatro veces superior al promedio nacional, según estadísticas gubernamentales.

Aunque Marianne, la hija de Tabita, está aprendiendo la profesión de su madre, se trata de una excepción entre las nuevas generaciones. Muchas de estas comunidades rurales ya no cuentan con parteras por falta de vocaciones. Pero, a medida que la sequía en la zona se alarga y corta los ríos que comunican los poblados con los hospitales más cercanos, las parteras se han convertido en una pieza esencial de la atención médica en el área.

Las autoridades de salud pública reconocen que necesitan parteras para apoyar a las mujeres a las que no pueden acceder. Sin embargo, el Gobierno no paga a las parteras tradicionales a menos que completen una formación formal reconocida por el sistema médico y muchas de ellas trabajan como voluntarias sin sueldo formal.



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