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A Peter Thiel (Fráncfort, Alemania, 57 años) le llaman prohombre. Son pocas los personas de esta condición: es algo que se es o no se es. Josep Pla los denominaba homenots. Tras años de ostracismo, han vuelto a dominar el mundo. Thiel, con un estilo más discreto que el de su exsocio Elon Musk (prohombre-rey en este momento), es uno de los grandes ideólogos del tecnocapitalismo de Silicon Valley y una figura de gran influencia, en la sombra, sobre la política estadounidense.

Aunque no ocupa un cargo formal, más de una docena de personas vinculadas a Thiel forman parte de la Administración de Donald Trump. Entre ellas, el vicepresidente J. D. Vance, quien trabajó en Mithril Capital, uno de los fondos de inversión de Thiel, y recibió su respaldo financiero en la carrera al Senado en 2022. Y, por supuesto, Musk, con quien Thiel trabajó para dar origen a PayPal.

Thiel, a través de su fondo de capital riesgo The Founders Fund, es un termómetro de las tendencias financieras actuales. Últimamente se ha centrado en el ámbito de la defensa. En febrero lideró una ronda de financión de 2.500 millones de dólares en Anduril Industries, especializada en defensa y tecnología militar. Además, la reelección de Trump ha impulsado las acciones de Palantir Technologies (llamada así por las piedras para ver de El señor de los anillos, serie de la que es gran aficionado), de la que es uno de los principales accionistas.

No es un personaje al uso. Pese a su férrea fe cristiana y su apoyo directo a candidatos conservadores, Thiel está casado con un hombre y tiene dos hijos. De hecho, su salida del armario, en 2007, fue escandalosa: la revista Gawker publicó el artículo Peter Thiel is totally gay, people, y reveló su orientación sexual sin su consentimiento. El empresario decidió vengarse y financió varias demandas contra el medio. En una de ellas este fue condenado a pagar 140 millones de dólares, y se declaró en quiebra.

El padre de Thiel, ingeniero químico, trabajaba para mineras, lo que obligó a la familia a mudarse de continuo. Vivieron en Cleveland (EE UU), Sudáfrica y Namibia, antes de instalarse en Foster City, un barrio de San Francisco de clase media trabajadora. Era una familia estricta y conservadora. Según narra su biografía, fue un niño brillante, reservado y obsesivo. Era un prodigio del ajedrez, de los mejores de su edad en todo el país. No tenía amigos cercanos. Los otros niños se burlaban de él debido a su naturaleza reservada. Un compañero de esa época recuerda en una biografía no autorizada de Max Chafkin: “Era inteligente y seguro de sí mismo, pero también parecía carecer de alegría. No recuerdo haberlo visto reír”.

Estudió en Stanford, primero Filosofía y luego Derecho. Sus notas fueron casi perfectas. Mientras sus compañeros bebían y fumaban marihuana, él madrugaba y seguía una estricta rutina de vitaminas y suplementos. Fundó la revista conservadora The Stanford Review. Fue polémica su lucha contra la diversificación del currículo de autores de la universidad.

Aunque terminó sus grados, siempre ha sido muy crítico con el sistema universitario. En 2011, creó las Thiel Fellowships, becas dirigidas a jóvenes que optan por abandonar o no ingresar en la universidad, a fin de desarrollar sus propios proyectos. Ofrecen 100.000 dólares en dos años, además de acceso a una red de mentores y recursos en Silicon Valley. No fueron los primeros renegados que apoyó Thiel. En 2004, se convirtió en el primer inversor externo de Facebook. Este episodio se recreó en la película La red social con un actor que, según Thiel, lo hacía parecer demasiado mayor y un ejecutivo típico de Wall Street.

Antes de eso, en 1998, se aventuró en el sector tecnológico. Allí conoció a Max Levchin, un programador ucraniano entusiasta de la seguridad digital, con quien fundó Confinity, una startup de software para pagos móviles. En paralelo, Musk había fundado X.com, una firma de banca online que exploraba asimismo el potencial de los pagos digitales. En 2000, ambas se fusionaron, dando origen a la plataforma que más tarde sería conocida como PayPal.

La empresa salió a Bolsa en 2002 con una valoración de 1.200 millones de dólares. Solo siete meses después, eBay la compró por 1.500 millones, lo que dio a Thiel unos 55 millones de ganancia. Con lo obtenido, creó primero Clarium Capital, un fondo de inversión global, y más tarde, en 2005, lanzó The Founders Fund, con el que ha invertido en gigantes como SpaceX, Airbnb, Stripe y Spotify. Ahora gestiona más de 12.000 millones en activos.

En 2003, Thiel cofundó Palantir, dedicada al análisis de datos para la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo. En sus primeras etapas, recibió unos 2 millones de In-Q-Tel, el fondo de inversión de la CIA, afianzando así su relación con el Gobierno de EE UU. En 2020, salió a Bolsa con una valoración inicial superior a los 21.000 millones.

En EE UU, de manera más o menos irónica, lo apodan The contrarian (El contrario) por su tendencia a ir y pensar a contracorriente. Defiende ideas excéntricas como cuestionar la compatibilidad entre libertad y democracia, o defender los monopolios como la única forma de que una empresa pueda concentrarse en servir al mundo.

Esta postura antiestablishment le llevó a apoyar a Trump en 2016. Fue el único gran empresario tecnológico en respaldarle abiertamente. Una jugada arriesgada que, con el tiempo, ha resultado ser un jaque mate: hoy, varias de sus compañías se benefician de contratos gubernamentales. Ir a contracorriente puede ser un acto de genialidad. Saber cuándo dejarse llevar, una jugada maestra.

Colonias planetarias

Proyectos. Thiel ha financiado exóticos proyectos libertarios como el Seasteading Institute (una ONG fundada por un nieto de Milton Friedman), que se propone crear ciudades flotantes en aguas internacionales que escapen a las regulaciones legales. También apoya la creación de colonias humanas en otros planetas.



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