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El peso argentino cierra una semana negra. El Banco Central tuvo que desprenderse esta semana de 730 millones de dólares de sus reservas, que llevan meses en rojo, para sostener el valor de la moneda. Los operadores han comenzado poco a poco a deshacer de sus posiciones en pesos, inquietos porque un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional incluya como condición un nuevo esquema cambiario que termine en una devaluación. La falta de definiciones del Gobierno de Javier Milei ha echado combustible a un mercado inquieto por la demora en las negociaciones. El presidente ultraderechista ha dicho que el acuerdo estará listo recién a mediados de abril, pero no ha sido suficiente para calmar a los inversores.

Dos términos técnicos ayudan a entender lo que sucede en la economía argentina: crawling peg y carrie trade. El primero refiere a la devaluación del 1% mensual que aplica el Gobierno sobre el peso en relación con el dólar. El segundo es consecuencia del primero: como la devaluación es fija e inferior a la inflación, los inversores llevan desde enero del año pasado, cuando Milei llegó al poder, ganando millones con la llamada “bicicleta financiera”: cambian dólares por pesos que multiplican a una tasa de interés superior a la inflación y luego vuelven a comprar dólares. La diferencia entre las puntas de la operación dejó durante los primeros diez meses de 2024 ganancias del 50% en moneda dura.

El Gobierno apela al crawling peg como ancla contra la inflación. El daño colateral es que el peso está sobre valuado. Las evidencias son múltiples y muy tangibles. Hoy, miles de argentinos cruzan cada día la frontera hacia Chile, Brasil o Uruguay para comprar productos que están mucho más baratos en dólares que en su país. Milei niega el atraso cambiario y suele tildar de “econochantas” a los economistas, incluso los más liberales, que le advierten de la olla a presión que se está armando. El problema del Gobierno es que el FMI también considera que un tipo de cambio casi fijo como el actual no puede durar mucho, por más que el presidente les recuerde que hay superávit fiscal y que, a diferencia del pasado, las cuentas están en orden.

En un intento por llevar calma, Milei anunció el 1 de marzo ante el Congreso que enviaría al Congreso para su ratificación un decreto que lo autorizaba a firmar un acuerdo con el FMI. Los diputados aprobaron finalmente el decreto el miércoles, y trajeron algo de calma a los mercados. “Pero ni bien sale el decreto, el mercado interpretó dos cosas: el acuerdo todavía no está cerrado y además, en una frase equívoca, el ministro Caputo no deja claro si el sistema cambiario con devaluación controlada del 1% va a seguir vigente”, dice el economista Juan Manuel Telechea, columnista de este periódico. “Esa fue la chispa que faltaba para que se arme una pequeña corrida contra el peso. Lo que hubo fue de manual: cayeron las reservas, aumentaron las cotizaciones del dólar futuro, se desarmaron posiciones en pesos y hubo presión por todos lados”, explica.

La semana fue mucho más agitada de lo que podría suponerse. “Hubo momento donde el MEP —el dólar financiero al que pueden acceder las empresas— subía 2% en tres minutos. Incluso nos vimos forzados a dejar de cotizarle a los clientes porque no teníamos precio”, dice un operador que prefiere guardar su nombre. “Eso aflojó hacia el final de la semana por dos motivos. Por un lado, porque el Gobierno está interviniendo con reservas en el mercado desde hace rato. Por el otro, porque se consiguió el decreto para un acuerdo con el Fondo. Peor que no saber las condiciones de un acuerdo hubiese sido que no te den luz verde”, agrega.

El gran dilema del FMI es cómo asegurarse que la Casa Rosada usará los dólares frescos que reciba para cancelar deuda con el Banco Central, como promete, y no para rifarlos en el mercado para sostener el peso. Tiene motivos para preocuparse: en 2018, el Fondo le dio a Mauricio Macri un préstamo de 44.000 millones de dólares que un año más tarde ya no podía pagar. Los dólares se esfumaron y al final del día Argentina estaba como al principio: al borde de la cesación de pagos y obligado a una refinanciación de la deuda, que concretó finalmente Alberto Fernández. En Washington toman nota de que uno de los artífices de aquel descalabro macrista fue Luis Caputo, el ministro que hoy negocia un nuevo rescate, pero esta vez para Milei.

En el mercado ya dan por muerto el crawling peg y con ello el fin del gran negocio que supuso el carry trade o bicicleta financiera. A cambio, “es esperable que el FMI proponga algún tipo flotación sucia. Cualquier cosa que implique cambiar el crawling peg implica que puede haber un salto discreto en el tipo de cambio y eso mete miedo y empuja a mucha gente que está haciendo carry trade a cerrar. Esto es, saca su dinero de los fondos comunes en pesos o vende títulos y compra dólares. Ahora hay un compás de espera hasta que sepamos el esquema de flotación que habrá hacia adelante”, explica el broker.

El problema del Gobierno argentino es que no puede darse el lujo de una devaluación que ponga en riesgo su principal capital político: el control de la inflación. En octubre hay elecciones legislativas y cualquier repunte del IPC afectará la popularidad de Milei y sus candidatos. Un salvavidas del FMI en el momento justo será providencial para el Gobierno ultraderechista.

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