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Se está sorteando una censura y el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, ha comprado todos los boletos, o al menos es lo que parece.

El asesinato del vocalista de Armonía 10 Paul Flores el último domingo ha sido el punto de inflexión para que en el Congreso se encendiera la mecha para censurar al titular del Interior. El comunicado de Fuerza Popular del domingo exigiendo la salida de Santiváñez del Gabinete fue el primer indicador de que la suerte ya no le sonreía al engreído de la presidenta Boluarte. Tras ese pronunciamiento, siguieron los de Avanza País y Renovación Popular. Alianza para el Progreso optó por que Lady Camones fuera la firma que faltaba en la moción de censura de Susel Paredes. Así se ponía a buen recaudo.

Pero no todo está perdido para Santiváñez, se está jugando sus últimas cartas y su presencia ayer en el Congreso ha sido una jugada audaz intentando convencer a quienes hasta hace poco se proclamaban sus aliados.

Además de exponer lo que él considera los logros de su gestión, Santiváñez se refirió a la labor del Ministerio Público que –según información de su cartera– deja libre a la mayoría de delincuentes que la policía captura.

Santiváñez criticó además a la Fiscalía de la Nación por los dos allanamientos de su domicilio en dos semanas. “¿Por qué no se trabaja así también contra la criminalidad organizada? Si esto le pasó a un ministro de Estado, si esto le pasa a un congresista, si esto le pasa a un partido político, ¿qué puede pasarle a un ciudadano de a pie?”, dijo.

Más allá de argumentos, ataques y contraataques, hay todo un entramado político detrás de la pretendida salida del ministro. Para quienes defienden su permanencia, esta es una cuestión de “caviares”. Es decir, ese denominado sector político no le perdonaría a Santiváñez haber prescindido de Harvey Colchado y de otras personas en el interior del ministerio, en pocas palabras de haberles quitado una importante cuota de poder.

De otro lado están quienes con cifras en manos exponen que Santiváñez se ha dedicado más a su defensa legal que a las acciones de su sector. Lo cierto es que el ministro incluso cuestiona las cifras oficiales de muertos por causas violentas.

Lo que Santiváñez no puede negar es que la percepción de inseguridad ha aumentado, que las extorsiones van escalando y que el temor a salir a la calle es real, como también es real que hay quienes buscan pescar a río revuelto, patear el tablero y forzar de forma irresponsable una salida no solo del ministro sino también de la presidenta.

Son tiempos violentos y no solo nos referimos a la inseguridad ciudadana.

La pelota está hoy en la cancha del Congreso y no se descarta que, pese a los pronósticos, Santiváñez siga luciendo el chaleco y gorro de ministros.

Solo cuentan los 66 votos para aprobar la censura.



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