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Una visita de rutina a las autoridades migratorias se convirtió en el punto final de los González en Estados Unidos. La historia de Gladys y Nelson en este país ha terminado tras 35 años. La pareja ha sido engullida por la máquina de las deportaciones que el Gobierno de Donald Trump ha puesto en marcha tras su llegada a la Casa Blanca. Poco importó que Nelson y Gladys tuvieran una larga historia en California, tres hijas estadounidenses y un expediente criminal limpio. Ahora deben comenzar de cero en Colombia, el país que los vio salir hace décadas para iniciar una vida en Laguna Niguel, al sur de Los Ángeles.

El matrimonio regresó a territorio colombiano la noche del martes 18 de marzo. “Están juntos y están bien”, aseguró Stephanie González, de 27 años, una de las tres hijas de la pareja. Junto a sus hermanas, Gabby (23) y Jessica (33), han seguido de cerca el mal trago que sus padres vivieron dentro de los centros de detención del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés). “Damos gracias de que esta pesadilla se ha terminado. Al mismo tiempo, nos duele saber que nuestros padres no volverán pronto a casa”, dice Stephanie.

El largo camino de los González a “la libertad” empezó el 21 de febrero, el día en que fueron detenidos y trasladados a una cárcel privada en San Bernardino para migrantes. “Los esposaron en las muñecas y tobillos, como si fueran criminales”, dijo Stephanie a la televisión local. De acuerdo al relato de la hija, Gladys, una ama de casa de 55, y Nelson, un empleado de un laboratorio de 59, acudieron a las oficinas de ICE para tener algo de certidumbre sobre su estancia en Estados Unidos, algo que hacían con cierta periodicidad. “Lo único que les dijeron es que habían agotado su estancia. Esto a pesar de que cada año lograban extender su permiso para estar en el país y que son ciudadanos que respetan la ley y jamás se han escondido de las autoridades”, aseguró la segunda de las tres hijas.

Estas no supieron nada de sus padres durante dos semanas, hasta que les fue permitida la comunicación. Entonces supieron que Gladys y Nelson fueron llevados a sendos centros de detención. La profunda fe de ambos fue clave. “Cada día, mi padre se reunía con los demás hombres para rezar y leer la Biblia. Sin importar donde estén, mis padres han elegido estar con Dios”, escribió Stephanie en la petición de GoFundMe que la familia utilizó para atraer recursos y enfrentar el litigio.

Gladys y Nelson González en una imagen de la campaña de petición de GoFundMe.

Con el paso del tiempo, no obstante, las González comenzaron a hacerse a la idea de que una reunificación similar sería difícil, si no imposible. Aunque el Gobierno de Trump prometió enfocarse en detener a los criminales más violentos, la realidad es muy distinta. Los agentes de ICE han actuado contra prácticamente cualquier persona que haya ingresado de manera irregular a este país, sin importar sus antecedentes penales.

Es el caso de los González, quienes entraron en 1989 por tierra en la garita de San Ysidro, en la frontera entre San Diego y Tijuana (México) y dejaron que su visa expirara. Un juez determinó en el 2000 que no existía base legal para que los González siguieran en territorio estadounidense, y les ofreció autodeportarse. La familia asegura que durante décadas hicieron todo lo posible por apelar y regularizar su situación, pero no tuvieron éxito.

“Después de hablar con cerca de 30 abogados, lo mejor que podemos hacer es preparar una nueva vida para nuestros padres en su país”, aseguró Stephanie en su petición de fondos, que ya cuenta con más de 500 donantes y ha rebasado los 62.000 dólares recaudados.

Después de la cárcel de San Bernardino, los González fueron llevados por separado a otro centro en Arizona a inicios de este mes. Apenas estuvieron tiempo allí. La comunicación del matrimonio con sus hijas se rompió y las chicas supusieron que las autoridades los habían movido nuevamente. Estaban en lo correcto. El 13 de marzo, Nelson y Gladys conocieron el que fue su último paradero en Estados Unidos: el centro de detención de Luisiana, que se ha convertido en la principal lanzadera de las deportaciones de Trump y adonde han recalado otros casos célebres de estos tiempos, como la del activista propalestino Mahmoud Khalil o el académico de Georgetown deportado por vínculos palestinos.



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